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El enemigo de la
religión
JOSÉ MARÍA MARDONES
CENTRO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS (CSIC)
El
ambiente está caliente. Mientras para nuestros responsables eclesiales
estamos ante la 'ola-de-laicismo-que-nos-invade', desde posturas
anticlericales o clerófobas se siente el ataque desatado por la Iglesia
contra el Partido Socialista.
Ya sabemos que todo hecho humano y social es susceptible de múltiples
interpretaciones. Incluso, cabe que cada una tenga algo de verdad.
Manifestemos ya de entrada el deseo de que la tensión disminuya por ambas
partes y de que el espíritu de diálogo y de encuentro que presidió la
Transición política retorne junto con el sentido común. También en estos
puntos, desde la enseñanza de la religión hasta la financiación, Iglesia y
Gobierno están llamados a entenderse. De lo contrario, será peor para los
dos y para todos.
Pero, ¿realmente el problema religioso en España es el laicismo? Ya vamos
escuchando estos días, hasta la saciedad, que el laicismo no significa
increencia y menos persecución religiosa. La 'Carta sobre la tolerancia' de
John Locke, considerada la carta fundacional del laicismo, posibilita más
bien la no coacción para la creencia y la libre búsqueda del sentido de la
vida. No hay que confundir una sociedad laica, donde el Estado es neutro
desde el punto de vista del sentido o visión última de la realidad, con una
sociedad atea y beligerante contra la religión. Se me dirá que existen
laicistas con una fijación anticlerical y antirreligiosa. Cierto; es un
lastre arcaizante de un pasado, igual que hoy día, a pesar del Concilio
Vaticano II, existen integristas católicos. Por esta razón, el debate se
puede enconar y lo que son patologías de una y otra parte pueden
contagiarnos a todos.
Pero volvamos a la cuestión central, al menos, para los creyentes: ¿Quién es
hoy el enemigo de la religión? ¿Es el laicismo el verdadero peligro? ¿La
religión está en peligro por las medidas que se tomen acerca del divorcio y
el matrimonio homosexual?
La religión está hoy en peligro por el clima de indiferencia y olvido de
Dios de esta sociedad. ¿A qué se debe que, del 81% de españoles que se dicen
católicos, un poco más de la mitad solamente se reconoce 'religioso'? ¿Qué
significa para la casi otra mitad ser 'católico', una mera referencia?
Problemas muy graves anteriores a esta ola laicista.
Las verdaderas causas y factores de esta descristianización o 'desreligiosización'
hay que buscarlas en otra parte. Hay que ir más allá de lo coyuntural e
incluso de las campañas de descristianización orquestadas por los laicistas
excluyentes o antirreligiosos. Hay que mirar hacia fenómenos de fondo de
nuestra sociedad. Son ya una riada los analistas que señalan la erosión de
los valores humanistas, solidarios, utópicos, espirituales y religiosos.
Apuntan a la mercantilización de la vida (A. Touraine), que se expande por
toda la sociedad y penetra profundamente en ámbitos distintos de los
meramente económicos, infectando toda nuestra vida y existencia (J. Habermas,
C. Offe).
El resultado ya es palpable para todo el que se detenga un momento: el
consumismo de objetos materiales y de sensaciones. Vivimos una sociedad
donde la posesión y el tener/consumir son los máximos objetivos. El mercado,
la mercantilización de la vida, avanza sin respetar ningún espacio, ni el de
los niños -el consumo infantil es cada vez más una baza importante de la
economía- ni lo sagrado. Piénsese en la invasión mercantil de lo religioso
ya a las puertas: la Navidad es ahora un tiempo del que se apoderó el
mercado, lo mismo que de la Semana Santa.
La invasión implacable de la mercantilización de todas las relaciones
humanas reduce el espacio de preocupaciones y valores a producir o consumir
bienes cotizables por el mercado. Aquí está la raíz de un estrechamiento
moral, más aún, de un estilo de vida orientado por principios realmente
amorales. Lo que 'vale' es el dinero, el éxito, la posesión de lo que el
otro no tiene, etcétera. En este clima ambiental 'materialista', reseco o
lleno de cosas y sensaciones no hay lugar para el planteamiento de las
grandes cuestiones de la vida. El enorme peligro de esta sociedad del
mercado, que crea nuevas 'necesidades' en un proceso indefinido, es que nos
roba la capacidad de reflexión y la sensibilidad. Al final, nos encontramos
con seres tan ocupados y entretenidos que no tienen tiempo para pensar lo
verdaderamente importante. La vida se banaliza hasta el extremo. Algunos han
llegado a decir, no sin razón, que esta sociedad es radicalmente
intrancendente, no permite ocuparse más allá de lo que se tiene delante.
Aquí está el verdadero enemigo de la religiosidad y del humanismo: mala
noticia para la Iglesia y para el socialismo. Tanto la religiosidad como las
posturas utópicas y solidarias están en peligro. Crece en nuestra sociedad
española y europea un individualismo desvinculado de lo colectivo y
desideologizado. Por estas razones, desearía que nuestros obispos y los
responsables socialistas repararan en dónde está el verdadero enemigo. Pero
quizá la socialdemocracia sabe que no puede hacer mucho frente a la lógica
del capitalismo neoliberal y entonces quiere dejar una marca de progresismo
mediante medidas rápidas y apresuradas que ocultan el verdadero problema.
Es más fácil levantar la liebre de la asignatura de religión que afrontar
una verdadera renovación de la enseñanza. Es más sencillo abordar el
matrimonio de los homosexuales que afrontar el problema de la vivienda y el
futuro de las parejas jóvenes. Y también parece más fácil desde el lado
eclesial atacar al laicismo que a este pulpo invasor del mercado y la vida
banalizada por el consumo. Uno desearía que, si a nuestra Iglesia le importa
mucho la familia, ponga el mismo empeño que en el tema homosexual y del
divorcio en la denuncia de la precariedad laboral y en las condiciones de
accesibilidad a la vivienda para los jóvenes y en las condiciones de vida,
trabajo, afán de bienestar que están entre las causas determinante (J. Gray)
de que la fidelidad y el proyecto de vida matrimonial sea algo muy pasajero.
Es muy importante no equivocarse al señalar dónde está y quién es el
enemigo. No sea que, al final de esta historia de 'guerras'
religioso-laicistas, nos encontremos que, unos y otros, hemos estado
alanceando vientos. |