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DEMOCRACIA Y
PLURALISMO
JOSE MARIA GARCIA-MAURIÑO, Cristianos por el Socialismo
ECLESALIA, 28/10/04.-
En una democracia
moderna el pluralismo es inseparable de la neutralidad religiosa, que es
en lo que consiste la laicidad. Se supone que estamos en una sociedad
abierta, que es la propia de una Democracia pluralista y laica. La
sociedad democrática solo puede ser plural y laica. El pluralismo deriva
de la propia condición humana, de la libertad de pensamiento, de
conciencia y de cátedra. El pluralismo es el único escenario posible de
este modelo de sociedad abierta. En ella se valora la dignidad del Ser
Humano, es decir, la que se apoya en la idea kantiana de que la persona no
necesita andaderas. La sociedad cerrada se configura por el nacionalismo
radical, el fundamentalismo religioso o político, además de la rigidez de
los planteamientos, apoyados por una autoridad de carácter religioso.
Lo que diferencia una
sociedad abierta de una cerrada, consiste en la tolerancia de sus
planteamientos. Una, expresa su visión del mundo y sus valores, y tiene
firme convicción en su verdad, pero no desean imponerla. En la otra,
pretenden que su visión del mundo sea el núcleo de la razón pública, es
decir, cuando el pluralismo es imposible, cuando intentan que su ética
privada, su idea de la virtud, de la felicidad o del bien, se convierta en
la ética pública de la sociedad. (“Pluralismo y laicidad en la
democracia”.Gregorio Peces Barba. El País, 27 de noviembre de 2001).
Al lado del pluralismo
hay que ver la concepción laica del Estado. Se trata de reconocer la
autonomía de la política y de la ética pública, frente a las pretensiones
de las Iglesias de dar legitimidad social al poder político. La luz, la
verdad, toda proviene de Cristo a través de su Iglesia, dicen ellos. Y
vincula su particular visión de la verdad, del bien, de la virtud o de la
salvación a las instituciones del Estado, como pueden ser la enseñanza, el
matrimonio, la economía, etc. Se trata de defender la neutralidad del
Estado, su carencia de opiniones religiosas, frente a la concepción
teológica de la política
Laicidad:
concepción y organización de la sociedad fundada en la separación de
Iglesia y Estado. Y excluye a las iglesias del ejercicio de todo poder
político o administrativo, y en particular la organización de la
enseñanza.
Laicismo:
doctrina de los partidarios de la laicización de las instituciones, en
especial de la enseñanza. Tiende (a partir del s. XIX) a limitar la
influencia de la religión en la vida pública. (Larouse 13,6350)
Por una parte, el
Estado es a-confesional y se rige por un sistema democrático. No tiene
ninguna religión oficial. No confiesa ningún credo religioso. Y la
Iglesia, que no es democrática sino jerárquica, tiene que mantener
relaciones sociales y políticas con el Estado. Y este es el conflicto:
parece que la Iglesia aun no ha aprendido a mantener unas relaciones de
igual a igual con el Estado. Pretende que le esté sometido en criterios
políticos y morales. La Iglesia no puede imponer al Estado su particular
concepción del matrimonio, de la homosexualidad y de las parejas de
homosexuales, del divorcio, del aborto, de la enseñanza, de la economía,
de la ciencia, etc. (¿Es tolerable que el Estado pague a los profesores de
religión y sean los obispos los que decidan quienes son los aptos para
impartirlas?) Son temas que pertenecen al ámbito político: el Estado
legisla sobre ellos sin depender de criterios de la moral católica. El
Estado legisla al margen de la Iglesia, como figura independiente de las
doctrinas religiosas Por otra parte, es difícil compaginar la falta de
democracia interna en la Iglesia con una defensa externa de sus valores.
La Iglesia no tiene autoridad para imponer nada al Estado. El Estado laico
es el que defiende la independencia de la sociedad de toda influencia
eclesiástica o religiosa (DRAE, II,1225).
Laico:
como distinto de clérigo, es el simple creyente que no forma parte del
grupo de clérigos que se ocupan del culto cristiano. Forma parte del
pueblo (laos) sencillo o plebe, de los plebeyos o iletrados (ojlos en el
NT) (Ver nuevo Diccionario de Pastoral, Paulinas, 2002,p.763).
No es
la Iglesia superior al Estado, no es lo espiritual superior a lo material.
Ni los criterios y valores de la Iglesia superiores a los conceptos de
democracia, participación, representación, sufragio o soberanía, propios
de la doctrina política. No es la Iglesia la que es incompatible con la
democracia, sino unas instituciones jurídicas y económicas que pretenden
ejercer en una sociedad plural y laica el monopolio de la verdad.
LA
VANGUARDIA 25/10/2004 |