NOTA DE PRENSA DE MOvimiento por el CElibato OPcional
LOS OBISPOS Y EL GOBIERNO SOCIALISTA
Como grupo de creyentes y colectivo integrado en la iglesia de Jesús, venimos observando con bastante preocupación las reacciones de nuestros obispos ante las primeras medidas legislativas del gobierno socialista, algunas -por el momento- meros proyectos. Parece que temas como el matrimonio entre homosexuales, la posible ampliación de la ley del aborto, la investigación en células madre o los cambios que afectarían a las clases de religión -cuestiones todas ellas de alta preocupación social, aunque de muy diversa categoría teológica- son considerados como intocables en la conciencia de la jerarquía católica.

Y esta extrañeza no nace de que, a estas alturas, dudemos de la validez de la libertad de expresión: también los obispos católicos –individual o colegialmente- están legitimados para pronunciarse sobre cualquier tema y para transmitir, sobre todo a los católicos españoles, lo que ellos piensan al respecto. La libertad de expresión, como es natural, es igual para todos.

Pero dicho esto, no compartimos en modo alguno este tipo de reacciones que se realizan con la pretensión de reflejar la única postura coherente con los valores del Evangelio de Jesús. La opinión pública puede sentir -y no sin motivos- estas intervenciones como una campaña perfectamente programada para poner en dificultades al gobierno legítimo elegido por los ciudadanos y realizar así una cierta tarea de oposición política, para nada propia de un colectivo religioso.

Pero es que, además, no son nada matizadas las expresiones utilizadas por algunos de nuestros obispos: “se quiere despedazar a la Iglesia Católica”, “se quiere socavar los cimientos del ser humano”, “los diputados católicos que voten a favor de estos proyectos de ley deben confesarse antes de ir a comulgar”, “hay peligro de volver a los dos Españas”, “la oferta única en educación es propia de los estados absolutistas o sectaristas”, “la ley del divorcio traerá mas divorcios y mas sufrimientos”, “el PSOE está acometiendo una pulverización religiosa y cultural de nuestro País”... Algunos han amenazado con movilizaciones; otro, incluso ha dicho que, en dichas movilizaciones, se pondrá detrás de la pancarta contraria a estas leyes.

Demasiada imprecisión, excesivo tremendismo. Simplismos interesados, en definitiva. Exasperación del clima social de diálogo y convivencia, desde una fe religiosa en que debería imperar la mesura, la invitación al entendimiento y al consenso: la creación de fraternidad donde se sospecha enemistad. La Buena Noticia de la misericordia parece debería ir por otros derroteros.

Por otra parte, hay que subrayar que las cosas son mucho más complejas de lo que parece suponerse. Y los problemas sociales no admiten -en una sociedad plural como la nuestra- una sola lectura; y no existe una única forma correcta de analizar y afrontar los problemas humanos a los que esas declaraciones hacen referencia.
Creemos que los obispos no han asimilado todavía que los que gobiernan, deben hacer las leyes pensando en el bien de todos los ciudadanos y en el respeto de todas las conciencias. No pueden pretender que las leyes se hagan al dictado de ellos (esto era característico en épocas felizmente pasadas), sino pensando en el bien general. Nos parece penoso que por culpa de estas actitudes tan cerradas, tan poco tolerantes, miles y miles de católicos vayan alejándose cada vez más de la iglesia. Qué duda cabe que las leyes anunciadas van a suponer importantes mejoras a diferentes colectivos que vienen sufriendo problemáticas muy serias y ahora podrán vivir con una mayor dignidad: y esto es lo que debería ser valorado.

Además, muchísimos cristianos no compartimos actitudes tan virulentas en las formas ni tan obsoletas en el fondo: ni todos los obispos del mundo ni todos los grandes moralistas y teólogos cristianos suscribirían esos posicionamientos tan pretenciosos. Y esta pluralidad de análisis y de opciones -legítima- no debería ser ignorada por quienes se autoproclaman símbolos de unidad entre los cristianos.

Nos choca muchísimo -al mismo tiempo: es inevitable la comparación- que con el anterior gobierno nuestros obispos no hayan tenido un trato tan belicoso, tan agresivo tan abiertamente valiente ante cuestiones como la guerra de Irak: ilegítima, inmoral, cruel, injusta, desproporcionada, justificada desde la mentira, que está suponiendo la muerte de miles y miles de personas. No hemos visto, en ese caso, actitudes tan abiertamente opuestas. Y no creemos se pueda defender que aprobar leyes como la de los matrimonios de homosexuales es mucho más grave que la muerte de miles y miles de seres humanos, el caos y la destrucción de un país, la multiplicación de la inseguridad mundial o el caldo de cultivo de actos terroristas por todo el mundo.

Tampoco hemos visto a los obispos ser tan clarividentes para denunciar las tragedias de los centenares de muertos en el Estrecho, que intentan cruzarlo en patera para buscar a la desesperada una vida mejor... Ni por los miles y miles que en el Tercer Mundo mueren víctimas de un orden económico mundial injusto. Ni por los centenares de muertos que tienen lugar en Palestina.

Nos duelen estos posicionamientos de corte confesional y totalitario.
Muchos creyentes no compartimos esas posiciones y así queremos dejarlo claro ante la opinión pública. Apostamos por una Iglesia más combativa en la defensa de los derechos humanos y de los colectivos más empobrecidos de nuestra sociedad. Una iglesia más austera y más libre: por eso no vemos mal que se revisen los acuerdos Iglesia-Estado, que responden a otros tiempos y que la iglesia tenga su propia fuente de financiación, sin tener que depender de las subvenciones del Estado laico ni de los impuestos de los contribuyentes.
Nos gusta una iglesia lejos del poder, del prestigio, del dinero y comprometida en la defensa de los más débiles y de los que sufren. Esa iglesia libre, valiente y profética sí será creíble y aportará pistas de pacificación y entendimiento.

Guadalajara, 14 de Octubre de 2.004

COMITÉ DE PRENSA DE MOCEOP
Juan Cejudo Caldelas. Cádiz.
Andrés Muñoz de Miguel. Madrid.
Teresa Cortés García. Madrid.
Ramón Alario. Guadalajara.