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"Nos tienen por impostores y somos veraces, nos consideran
trasnochados y estamos llenos de proyectos, piensan que estamos a
punto de desaparecer y sin embargo resistimos. Nos acosan por todas
partes, pero no pueden con nosotros; nos vemos perseguidos, pero nunca
aniquilados". Así ve a los cristianos de hoy el primer ideólogo de la
Iglesia católica española, Fernando Sebastián, vicepresidente de la
Conferencia Episcopal, ex rector de la Universidad Pontificia de
Salamanca y arzobispo de Pamplona. Sebastián fue ayer el primer
ponente del multitudinario congreso de seglares convocado por los
obispos este fin de semana en Madrid. Además de dibujar un panorama
muy autocrítico del catolicismo español, el prelado lamentó que la
actual democracia esté promoviendo "una mentalidad revanchista" contra
los vencedores de la Guerra Civil.
Es la primera vez que los obispos convocan un congreso de seglares,
pero su celebración estaba prevista desde hace tres años, dentro de un
plan de revitalización del catolicismo español acordado por la
Conferencia Episcopal. La casualidad ha hecho que la llegada a Madrid
de dos millares de los laicos más implicados en el apostolado
diocesano coincida con el grueso de la campaña que los obispos han
puesto en marcha para alzar a sus fieles contra algunas de las
reformas del Gobierno socialista. Esa tensión movilizadora marcó ayer
una parte del primer gran discurso del congreso, pero no impidió que
su protagonista, el arzobispo Sebastián, se callara lo que piensa del
actual momento eclesial, según él, lastrado por la división, el
desconcierto o la relajación moral.
"Podemos recrearnos en ese casi 90% de españoles que se declaran
católicos. O podemos insistir en que de ellos solamente un escaso 30%
cumple externamente las obligaciones básicas del cristiano. Podemos
destacar que el 70% de los matrimonios se celebran según el rito
católico, pero no podemos ignorar que el 20% de esos matrimonios se
separan y dan lugar a uniones incompatibles con la moral cristiana",
dijo, para subrayar "qué profundos son los deterioros de la conciencia
y las deficiencias de muchos cristianos".
Este primer congreso de seglares, reunido desde ayer en el Palacio
Municipal de Congresos bajo el lema Testigos de la esperanza,
ha sido organizado por la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar, que
preside el arzobispo de Valladolid, Braulio Rodríguez, y reúne a dos
mil representantes de los grandes movimientos y asociaciones laicales:
hermandades obreras de mayores y jóvenes como las históricas HOAC y
JOC, pero también a los activos militantes de los nuevos movimientos,
como Legionarios de Cristo, Kikos, Comunión y Liberación u Opus.
La mayoría de los congresistas son laicos (81,17%), aunque abundan los
sacerdotes (14,33%), además de religiosos (2%) y miembros de
institutos seculares (2%). Arropan a los congresistas 40 prelados,
entre ellos el arzobispo de Madrid y presidente de la Conferencia
Episcopal, Antonio María Rouco, que vestía sus pompas cardenalicias
(único que observó la solemnidad vestimental) y presidió la apertura
con una brevísima alocución de bienvenida, reservando su esperada
opinión para el discurso de clausura, este domingo.
Es probable que el cardenal de Madrid ofrezca mañana indicios
claros sobre las intenciones del episcopado respecto al Gobierno
socialista -sobre todo, si finalmente se convoca en diciembre una
manifestación de católicos-, pero el diagnóstico hecho ayer por su
segundo en la Conferencia Episcopal, el arzobispo Sebastián, no avala
esos afanes. Sebastián fue muy crítico con las autoridades socialistas
y, en general, con los políticos, pero cargó sobre todo sobre las
carencias y fallas de la Iglesia. "Si dirigimos nuestra mirada a la
realidad de nuestra Iglesia, veremos que la fuerza y el vigor
apostólico de las comunidades cristianas es hoy bastante deficiente",
dijo.
También se preguntó con pesimismo sobre "cuántos cristianos ejercen
su profesión y actúan en el mundo económico y laboral con criterios
cristianos, sin reconocer el lucro y las ventajas personales como
razón determinante de su comportamiento".
Sebastián subrayó las dificultades -"tendencias de signo
antieclesial", un supuesto acoso de "importantes medios de
comunicación desde hace años", el anticlericalismo de los partidos de
izquierda y, sobre todo, las "actividades legislativas y muchas
decisiones de nuestro Gobierno actual"-, y añadió: "Aun reconociendo
las dificultades ambientales contra la fe religiosa, cristiana y
eclesial, los cristianos tenemos que reconocer que la debilidad de
nuestra Iglesia tiene su primera causa en nuestras propias debilidades
espirituales. La debilidad de la adhesión personal a la vida de fe, la
escasa formación intelectual, la falta de estima por la propia fe,
hacen a muchos cristianos especialmente vulnerables a la acción
descristianizadora del ambiente, y los incapacita para asumir una
responsabilidad apostólica en sus propios ambientes".
El "martirio moderno"
También señaló las divisiones internas, muy profundas en su opinión, y
muy debilitadoras. Dijo: "Además de la debilidad religiosa, y en gran
parte consecuencia de ella, la Iglesia española está profundamente
dividida en grupos y tendencias que comprometen la unidad y dificultan
grandemente la actuación de los cristianos. Subsisten todavía grupos
que por una teología secularizada viven un alejamiento práctico de la
jerarquía difícilmente compatible con una comunión integral. Sin
llegar a situaciones tan extremas, hay multitud de grupos que viven y
actúan con una relación muy tenue, más formal que real con la
jerarquía, encerrados en sus propios sistemas y en sus propias ideas.
Muchas congregaciones religiosas están más preocupadas de sí mismas
que de su servicio a la comunidad eclesial. Y en muchos movimientos se
adivina el sentimiento de que su servicio a la Iglesia consiste en
invitarla a copiar universalmente sus ideas y procedimientos".
Frente a ese "decaimiento religioso generalizado", el arzobispo
reclama valor y sacrificio. "En la actual sociedad el cristiano
coherente tiene que estar dispuesto a padecer una cierta marginación
social, cultural y hasta profesional, y, en consecuencia, tiene que
estar dispuesto a renunciar a muchos bienes sociales y económicos que
no están al alcance de quienes se presentan y actúan socialmente como
cristianos coherentes. Es el martirio moderno, que prueba la
autenticidad y consuma la perfección de la fe de los cristianos que
viven y actúan en el mundo", dijo. |