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			ÉTICA DE LAS PROFESIONES 
			
			LOS OBSTÁCULOS  ESTRUCTURALES A LA RESPONSABILIDAD PROFESIONAL 
			  
			  
			  
			I.- ÉTICA Y PROFESIONES 
			  
			            
			Siguiendo las reflexiones  de Augusto Hortal en su libro  “Ética 
			General de las profesiones”,  podemos afirmar que hablar hoy de 
			profesiones y de ética  profesional es problemático. No termina  de 
			ser persona ética aquella que en todo es intachable menos a la hora 
			de desempeñar sus responsabilidades profesionales. 
			            La 
			mayoría de profesionales suelen ser trabajadores por cuenta ajena 
			que desempeñan sus tareas en empresas, instituciones y organismos en 
			los que se les asigna lo que tienen que hacer.  
			            En la 
			medida  que exista un cierto margen  para la responsabilidad del 
			profesional es necesario reflexionar sobre ella. Los complejos 
			problemas  que tiene planteados nuestra sociedad difícilmente podrán 
			encontrar solución sin la aportación profesionalizada  de médicos, 
			ingenieros, arquitectos, sicólogos, profesores, enfermeras… 
			            Hoy la 
			profesionalidad suele justificarse más  por lo que tiene de 
			especialización cognoscitiva (competencias) que por lo que tiene de 
			compromiso ético. Pero la competencia profesional no basta. La ética 
			a la vez que supone  unas garantías  en la prestación de los 
			servicios profesionales contribuye a  la consolidación de una 
			profesión. 
			            Una 
			ética de las profesiones que pretenda estar a la altura  de la 
			conciencia  moral alcanzada por nuestra época ha de ser un discurso 
			coherente y capaz de orientar  la acción  interesadas en ser buenos 
			profesionales, técnicamente capaces y moralmente íntegros en el 
			desempeño de su labor profesional. 
			            Ser un 
			profesional  competente y responsable  no consiste  exclusivamente 
			en ser un  individuo racional y libre, que posee habilidades, sino 
			que posee también modos de hacer, sentido de pertenencia  a un 
			colectivo profesional, y compromiso social en el desempeño de su 
			profesión. 
			            La 
			ética de cualquier profesión ha de partir del reconocimiento y apego 
			a los valores de convivencia que componen la ética cívica 
			compartida: valores como la libertad, la igualdad, la solidaridad, 
			el respeto, diálogo… 
			            En la 
			ponencia  de Emilio Martinez Navarro ”Ética de la profesión: 
			proyecto personal  y compromiso de ciudadanía”, la pregunta ética 
			radical la platea en los siguientes términos: ¿Qué estoy haciendo 
			con mi vida?  Y la respuesta tiene que ver con cuestiones  que 
			afectan a la propia vida  como es la dedicación profesional. Pero  
			esa parte de la vida está conectada con la vida social, puesto que 
			la profesión es una institución social  que pretender ofrecer un 
			servicio a la comunidad. En este sentido, pensar las profesiones a 
			estas alturas  nos conduce  a plantear la relación entre profesión y 
			ciudadanía. 
			            Hortal  
			distingue entre ética profesional y deontología profesional. La 
			ética profesional  se plantea la profesión en términos  de 
			conciencia y de bienes: qué es ser un buen profesional, en qué 
			consiste hacer bien el ejercicio profesional. La deontología son los 
			deberes  y normas  definidos por el colectivo o colegio profesional.
			 
			  
			-1- 
			            II.- 
			DEFINICIÓN  DE PROFESIÓN 
			  
			            Es 
			difícil fijar los perfiles  y límites entre lo que es y no es una 
			profesión mediante la enumeración  de varias características 
			necesarias. 
			            Si se 
			atendiese  sólo  a las voces de los profesionales, a lo que ellos 
			dicen de sí mismos, la esencia de su profesión consiste en el 
			servicio desinteresado a la humanidad. Un profesional  es una 
			persona  consagrada  a su profesión  y a quienes necesitan sus 
			servicios. 
			            Hortal  
			apunta las siguientes características: Profesiones son aquellas 
			actividades ocupacionales: 
			
			a)     
			en las que de forma institucionalizada se presta un 
			servicio específico a la sociedad,  
			
			b)     
			por parte  de un conjunto de personas (los 
			profesionales) que se dedican a ellas de manera estable, 
			obteniendo de ellas su medio de vida,  
			
			c)     
			formando con los otros profesionales (colegas) un 
			colectivo que obtiene o trata de obtener  el control 
			monopolístico  sobre el ejercicio de la profesión,  
			
			d)    
			y acceden a ella tras un largo proceso  de capacitación 
			teórica y práctica, de la cual depende la acreditación o 
			licencia para ejercer dicha profesión. 
			  
			  
			III.- OBSTÁCULOS 
			ESTRUCTURALES  DE LA RESPONSABILIDAD PROFESIONAL 
			  
			            
			En la sociedad actual  el trabajo además de una permanente fuente de 
			frustraciones y amenazas, de alienación y explotación, es elemento 
			estructurante  de la identidad personal (somos lo que hacemos), de 
			la ciudadanía responsable y de la identidad del laico cristiano. 
			            
			Las pretensiones  de tener una responsabilidad autónoma por parte de 
			los profesionales no se corresponde con la  situación cada vez más 
			mediatizada en que se lleva a cabo el trabajo profesional en las 
			condiciones y contextos actuales. 
			            Cada 
			profesión  tiene sus propios contextos y cada ética profesional 
			habrá de tomarlos en consideración. En términos generales  todas o 
			casi todas las profesiones se ven expuestas a tres mediatizaciones 
			fundamentales:  
			  
			
			-         
			la mediatización técnica 
			
			-         
			la mediatización económica. 
			
			-         
			La mediatización  organizativa o institucional. 
			  
			
			La creciente complejidad y tecnificación del trabajo hace de los 
			profesionales 
			 más bien 
			servidores  de una maquinaria que sujetos que actúan autónomamente. 
			Hoy los profesionales trabajan en empresas, organismos, 
			instituciones  que les asignan su cometido en el reparto funcional 
			de tareas y competencias; no tienen otra cosa que hacer que lo que 
			les toca hacer; haciéndolo cumplen con su deber. 
			            Además 
			de ser asalariados hay otros condicionantes  económicos que se 
			plantean a su trabajo profesional. Si trabajan en un servicio 
			público tienen que atenerse  a las limitaciones presupuestarias y a 
			los recursos asignados; si trabajan en empresas, su trabajo está 
			sometido  al imperativo de la viabilidad y rentabilidad económica. 
			            ¿Queda 
			margen para la responsabilidad profesional? 
			  
			-2- 
			            A.- 
			 LA MEDIATIZACIÓN TECNOLÓGICA DE LAS PROFESIONES 
			  
			            
			La técnica configura casi todos los aspectos  de la vida actual. 
			Ningún ejercicio profesional está a la altura de las posibilidades y 
			exigencias que hoy se plantean sin el uso de los medios técnicos. 
			            La 
			técnica potencia las actividades profesionales. En principio las 
			innovaciones tecnológicas se introducen para proporcionar mayor 
			eficacia y precisión en la obtención de resultados, ahorrando 
			esfuerzos.  
			
			La tecnificación, al ampliar las capacidades profesionales, trae 
			consigo una primera y básica consecuencia ética para los 
			profesionales: ser competentes técnicamente  es una condición 
			necesaria, aunque no suficiente, para ser moralmente responsables en 
			el ejercicio profesional. 
			            Un buen 
			profesional tiene que estar al día  en la forma de plantear los 
			problemas de su profesión y en las soluciones que aporta, lo que  
			hace necesario capacitarse continuamente en la utilización de las 
			técnicas que se van renovando. El profesional tiene que ser un buen 
			técnico para ser un buen profesional. 
			            Pero lo 
			que empieza siendo una innovación al servicio de la mejor obtención  
			de los mismos fines, acaba pervirtiendo este orden, y terminan 
			siendo los medios los que determinan los fines. 
			            La 
			difusión de la  mentalidad técnica tiende a inhibir las capacidades 
			de respuesta y responsabilización éticas de los sujetos éticos. En 
			el ámbito tecnificado la responsabilidad se diluye, se llega a echar 
			la culpa a la máquina o al “sistema” del mal funcionamiento de las 
			instituciones y personas. 
			            El 
			ejercicio profesional al tecnificarse , hace que se diluyan  los 
			aspectos éticos de la profesión. El  profesional pasa a ser un 
			técnico  instrumentalizado por el proceso. La única virtud que se le 
			exige es la habilidad, poseer las capacidades técnicas necesarias 
			para obtener los resultados  que otros desean. La tecnificación hace 
			aumentar la alienación y hace crecer las dificultades para que el 
			hombre encuentre una identidad coherente y con sentido. La mayoría 
			de los que intervienen en procesos tecnificados complejos  no se 
			siente responsable de lo que en ellos se hace. 
			            La 
			tecnificación convierte al profesional  en una pieza de un proceso 
			en el que cada cual desempeña su función de forma más o menos 
			mecánica. En la vida profesional tecnificada los roles y funciones 
			están previamente definidos; esto hace que el profesional sea una 
			pieza sustituible. Plantear cuestiones éticas resulta disfuncional 
			para el sistema, por eso el que  plantea los temas éticos tiende a 
			ser sustituido por otro que se limite a cumplir con “su” cometido. 
			            Esto 
			hace que impere el conformismo. La mayoría vive con cierto fatalismo 
			el acontecer social. Esto no se debe sólo a la técnica, pero la  
			tecnificación contribuye a ello. El ejercicio profesional, una vez 
			superados  los primeros idealismos, se vive con cierto sentido 
			fatalista de sometimiento al “sistema” 
			            La 
			técnica entra en la escena de las profesiones para potenciarlas y 
			facilitar su ejercicio, pero con frecuencia termina suponiendo una 
			amenaza para la ética profesional. A veces  se piensa y se reacciona 
			pensando que la solución está en huir de la técnica, o en reducir la 
			tecnificación al mínimo. Se corre el peligro de caer en una ética 
			estoica y en un maniqueísmo social: todo lo interpersonal es bueno, 
			todo lo tecnificado es malo. 
			            Frente 
			a esta tendencia hay  que intentar conciliar ética  y técnica: y 
			para ello hay que empezar por precaverse frene a la tentación 
			tecnocrática, lo que nos lleva  a creer  que para todo problema 
			humano hay una solución técnica. 
			-3- 
			            El 
			enfoque tecnocrático no consiste sólo en decir abiertamente que sean 
			los técnicos  los protagonistas de los procesos sociales, sino 
			también en reducir los problemas éticos a problemas técnicos. No hay 
			que esperar que los problemas que crea la tecnología se resuelvan 
			con sólo medios tecnológicos. 
			            No hay 
			que esperar soluciones exclusivamente técnicas de los problemas 
			éticos. 
			            En 
			resumen, la tecnificación tiende a instrumentalizar al individuo, 
			porque: 
			
			1)     
			invierte la jerarquía entre medios y fines: sólo se 
			plantean aquellos temas para los que hay técnicas disponibles. 
			
			2)     
			Si algo es posible termina por hacerse necesario 
			
			3)     
			Induce a la tecnificación de las relaciones sociales: 
			marketing, relaciones públicas, técnicas de persuasión.. 
			
			4)     
			Diluye la responsabilidad: “problemas técnicos” 
			
			5)     
			Aumenta la pasividad y el conformismo: consumimos no 
			sólo objetos, sino también puestos de trabajo, modos de proceder, 
			modas, opiniones, diversiones. 
			
			6)     
			Aumenta la distancia jerárquica entre expertos y legos. 
			
			7)     
			Relega al silencio los temas éticos. 
			
			  
			
			B.- LÍMITES  Y CONDICIONAMIENTOS ECONÓMICOS DEL 
			
			     TRABAJO PROFESIONAL 
			            Hoy los 
			profesionales ejercen su profesión como asalariados, contratados por 
			alguna empresa o como funcionarios de algún organismo público. 
			            La 
			mediatización económica  del trabajo profesional  tiene una doble 
			vertiente: la primera afecta  al mismo profesional que tiene en el 
			trabajo su medio de vida, la segunda vertiente afecta a la misma 
			actividad profesional. 
			            El 
			profesional al ser un  trabajador por cuenta ajena, no es dueño de 
			marcar sus finalidades; las tareas le vienen asignadas;  por ellas 
			le pagan; y ése es su medio de vida. Por tanto está mediatizado por 
			las necesidades vitales propias y de su familia, y esto supone una 
			fuerte mediatización. 
			            Por 
			otra parte el profesional tiene que aprender a trabajar con recursos 
			limitados y dentro de unos márgenes que garanticen la viabilidad 
			económica. La viabilidad económica se convierte en obsesión 
			dominante en forma  de la maximización de la rentabilidad o del 
			beneficio. 
			            Es 
			normal que el profesional que trabaja por cuenta ajena necesita de 
			la empresa en la que tiene su trabajo y ayuda  a que la empresa sea 
			viable  y rentable económicamente. Pero aún siendo esto así,  el 
			profesional debe actuar de modo que no se descuiden facetas menos 
			rentables, pero exigibles en términos de responsabilidad social. 
			            De los 
			profesionales se espera, según Parsons,  que en el ejercicio de su 
			profesión no sean guiados por el ánimo de lucro, sino por cierto 
			altruismo, por una orientación al servicio de la colectividad. 
			            La 
			realidad  no parece ir por esos caminos. Hay una mercantilización de 
			la  sociedad y una mercantilización de las profesiones. Pero lo que 
			es, no es nunca  el último criterio de lo que debe ser. 
			            En la 
			evolución más reciente  del sistema económico hay elementos y 
			planteamientos que constituyen  un obstáculo  para la 
			responsabilidad profesional e incluso para la mima  consolidación  
			de la identidad profesional: “el capitalismo flexible” 
			-4- 
			            
			Richard Sennent llama “capitalismo flexible” a la etapa más reciente 
			del capitalismo en la que productividad viene asociada a una 
			incesante movilidad laboral exigida por la introducción de las 
			nuevas tecnologías y adaptación  a las condiciones de competitividad 
			internacional. Ello  conlleva la inestabilidad y precariedad en el 
			empleo y contribuye a lo que  Richard Sennent ha llamado “corrosión 
			del carácter”. La falta de estabilidad laboral representa una 
			amenaza para el profesionalismo, pues obliga a trabajar en lo que 
			sea y como sea 
			
			M. Castells  afirma que en la sociedad de la información o sociedad 
			red la  división de las clases sociales pasa por la diferencia 
			fundamental entre trabajadores insustituibles y trabajadores 
			inespecíficos. Todo profesional que quiera y pueda hacer valer su 
			profesionalidad irá haciendo valer su compromiso personal con los 
			valores intrínsecos de su profesión. 
			
			Algunos sociólogos llevan años viendo indicios de que el sueldo y 
			los niveles de consumo y status no lo son todo. Empiezan a hablar de 
			la prevalencia  de “valores  postmaterialistas”: clima organizativo, 
			mayor estabilidad en el empleo, participación  e identificación con 
			la empresa a cambio de una estabilidad que es positiva tanto para la 
			empresa (fidelización) como para el profesional, la 
			corresponsabilización, la participación en riesgos y beneficios, la 
			capacidad de innovación. 
			
			  
			
			  
			
			C.- EL MARCO INSTITUCIONAL  Y ORGANIZATIVO 
			
			  
			.           Cada 
			nuevo profesional  se encuentra con la profesión ya funcionando, 
			tipificada, institucionalizada, disponible para ser llevada a cabo 
			por cualquiera que esté en condiciones de hacerlo. 
			            El  
			profesional no se inventa su profesión. En la mayor parte de los 
			casos  actúa dentro de cauces institucionales que marcan las pautas 
			de lo que tiene que hacer y de lo que cabe esperar de él. Ningún 
			profesional,  tanto si  trabaja en una empresa privada como si es 
			funcionario público, ejerce su profesión inventándosela a cada 
			instante sin ningún tipo de cortapisas ni límites. El medio social y 
			la cultura compartida ofrecen un marco contextual que posibilita a 
			la vez que impone límites y mediatiza  el ejercicio de la profesión. 
			            Una 
			visión completa  de la ética tiene que prestar atención no sólo a lo 
			que cada uno, como persona y como profesional, hace y promueve, sino 
			también  a lo que la organización en la que trabaja puede y debe 
			contribuir a proporcionar bienes y servicios, a respetar y hacer que 
			se respete a las personas y a cumplir los deberes de justicia. No 
			basta que haya que haya una actuación ética por parte del 
			profesional y de cada persona que trabaja en la organización, es 
			necesario que exista una ética de la organización (Lozano, 1999) 
			            De cómo 
			sea la ética  de las organizaciones va depender que el profesional 
			encuentre facilidades o dificultades a la hora de asumir sus 
			responsabilidades de profesional en ellas, aunque no hay que dar por 
			supuesto  que el profesional será el que quiera actuar éticamente y 
			que será la organización la que se lo impida. 
			
			1)     
			Habrá empresas y organismos corruptos que terminen por 
			corromper a los profesionales que empezaron queriendo ser honestos. 
			
			2)     
			Habrá profesionales deshonestos y corruptos que generen, 
			mantengan y promuevan una cultura de corrupción allí donde trabajen. 
			
			-5- 
			
			3)     
			Habrá empresas y organismos que tengan una cultura moral 
			aceptable, que faciliten y promuevan actuaciones morales aceptables 
			en  los profesionales que trabajan en ellas. 
			
			4)     
			Habrá profesionales que además de honestos, sean competentes, 
			hábiles y prudentes, y contribuyan a mejorar la cultura moral de las 
			organizaciones en las que trabajan. 
			
			  
			
			Dentro  de las organizaciones en las que trabaja el profesional cabe 
			distinguir 
			entre las empresas 
			privadas y los organismos públicos. Estos contextos conllevan 
			formas  diferentes de mediatizar, facilitar u obstaculizar el 
			ejercicio de la responsabilidad el profesional que trabaja en ellos. 
			
			En la empresa privada el profesional ejerce su oficio en base 
			contractual  
			poniendo  sus 
			conocimientos, capacidades y habilidades al servicio de la 
			organización o empresa, y donde el poder lo ejercen determinadas 
			personas, que tienen capacidad para iniciar procesos, marcar 
			objetivos, distribuir tareas y controlar el cumplimiento de las 
			tares asignadas  y los objetivos establecidos. En la empresa privada 
			el profesional  tiene una forma de dependencia más directa. 
			            En el 
			sector público  el profesional,  funcionario o contratado, las cosas 
			son en parte más fáciles  y en parte más difíciles. Lo normal es que 
			el puesto de trabajo que se ocupa en la administración pública ya 
			tenga un perfil claro que delimita lo que se espera del profesional 
			en ese puesto. El ámbito de competencias y el modo de ejercerlas 
			está burocráticamente establecido. Los conflictos tienen cauces 
			administrativos y jurídicos para ser resueltos. El poder  es más o 
			menos anónimo  y burocrático. 
			            El 
			puesto  del profesional  en la administración pública es más 
			orgánico, hay un reparto burocrático de competencias. Lo que no cabe 
			es muy difícil que se pueda hacer como no sea por la vía de los 
			cambios normativos. 
			  
			            La 
			burocratización empieza intentando ser una forma de 
			racionalización de las relaciones sociales formales para obtener 
			cierta forma de igualdad y trae consigo problemas  
			para el ejercicio responsable del propio trabajo y profesión: 
			
			1)     
			el procedimiento se absolutiza hasta desvincularse de lo que 
			con él se pretendía conseguir; tiende a convertirse en rutina 
			inevitable. 
			
			2)     
			Promueve relaciones sociales segmentadas y formales. 
			
			3)     
			Fragmenta la responsabilidad: cada uno cumple con su “deber” 
			y nadie es responsable de un resultado conjunto catastrófico. 
			
			4)     
			El individuo se define por su función. 
			
			5)     
			Aumenta la pasividad y el conformismo. 
			            Aún así 
			queda espacio para hacer las cosas bien y para hacerlas mal para 
			esmerarse en solucionar los temas o para dejarlos sin resolver  e 
			irse a tomar un café. En definitiva, se nota si un profesional  
			aprovecha los espacios y las posibilidades que permiten 
			compatibilizar el propio compromiso profesional con el carácter de 
			servicio público que conlleva el puesto de trabajo  en la 
			administración. 
			            Estos 
			contextos mencionados mediatizan de forma diversa el ejercicio de 
			las responsabilidades profesionales que habría que concretar en cada 
			caso y en cada profesión. 
			            El 
			profesional en el ejercicio de su práctica institucionalizada tendrá 
			que intentar armonizar  sus obligaciones profesionales 
			institucionalizadas con las de las instituciones en las cuales se 
			enmarca su actividad profesional y también con sus obligaciones no 
			institucionales. 
			-6- 
			IV.- INDIVIDUO Y 
			ORGANIZACIÓN COMO SUJETOS DE LA ÉTICA 
			     
			 PROFESIONAL 
			            
			Todos estos factores contribuyen a la sensación de impotencia 
			generalizada y la responsabilidad profesional se debate entre el 
			voluntarismo y el fatalismo. 
			
			Tras esta reflexión habrá que  formular cómo se relaciona la 
			responsabilidad moral del profesional con la responsabilidad moral 
			de la empresa, institución u organismo en el que trabaja. Según J.M. 
			Lozano (1999) la ética en las organizaciones y la ética de las 
			organizaciones no deben ser dos lógicas antagónicas, sino 
			complementarias. 
			
			El contexto organizativo o institucional posibilita, configura y a 
			la vez acota, restringe el campo de la responsabilidad del 
			profesional y sobretodo le mete en un entramado de fuerzas, de 
			poderes y contrapoderes en el que no puede proceder sólo desde sí 
			mismo, desde sus capacidades  y convicciones 
			
			  
			
			Perspectivas posibles y complementarias de la cultura moral de una 
			organización: 
			
			  
			1)  Es un producto 
			que han hecho, hacen, mantienen y modifican las personas que han 
			trabajado y trabajan en ella. 
			2)  La cultura 
			moral de una organización es a la vez una realidad objetiva, 
			institucionalizada y disponible para cualquiera  que entra a formar 
			parte de ella. 
			3)  Los nuevos 
			miembros de dicha organización que se incorporan para trabajar en 
			ella están configurados en sus actuaciones por esa cultura moral 
			objetivada en sus usos, costumbres y legitimaciones 
			
			  
			
			¿Qué responsabilidad tienen los profesionales de actuar éticamente 
			contando 
			unas veces y para 
			unos asuntos con una cultura organizativa que favorece, facilita, 
			pide y refuerza ese modo de actuar, pero que en otras ocasiones 
			pondrá trabas, dificultades y obstáculos? 
			            Cuando 
			un profesional  trabaja en una organización que le contrata, la 
			responsabilidad moral tiene que poder compatibilizar las exigencias 
			del rol profesional con las exigencias de lo que se espera de quien 
			trabaja en una organización y para ella. 
			            A veces 
			se alude al contexto para descargarse de responsabilidades. Otras, 
			se pretende asumir responsabilidades sin tener en cuenta los 
			contextos  en los que hay que ejercerlas. 
			            Es 
			verdad que hay contextos que están tan marcados por la corrupción 
			que  impiden  llevar a cabo en ellos un proyecto compartido de 
			humanización de la vida. Pero también es cierto que los contextos 
			ofrecen oportunidades además de obstáculos, y que solo podemos ser 
			responsables de lo factible, dando pasos concretos en la dirección 
			correcta antes que soñar mundos alternativos  de espaldas a la 
			realidad. 
			            No 
			deberíamos quedarnos con la impresión de que los profesionales son 
			meras víctimas o colaboradores  ingenuos e irresponsables de un 
			entramado de poder en el que ellos no son nadie. 
			            Siempre 
			es posible hacer algo con la actividad y responsabilidad 
			profesional. Decir lo contrario es caer en las trampas de las 
			mediatizaciones  analizadas (tecnocracia, economicismo, burocracia). 
			Es necesario ejercer la responsabilidad en el entramado de 
			interdependencias que imponen los contextos. 
			  
			-7- 
			            No 
			conviene estar en un discurso  moralizante que sólo habla acerca de 
			cómo tendrían  que ser las cosas, pues esto llevaría al desánimo, al 
			sentimiento de impotencia. 
			            ¿Cómo 
			podemos vivir esa realidad que no nos gusta sin dejarla del todo 
			como está, tratando de mejorarla y acercarla al ideal deseable 
			cuanto sea posible? 
			            La 
			descripción de lo que hay no cierra la cuestión de lo que puede 
			hacerse; la descripción de una situación no dice nunca la última 
			palabra acerca de nuestras  posibilidades de actuación en ella. 
			            Los 
			profesionales de nuestro tiempo tenemos el doble reto de ser 
			excelentes profesionales para ser buenos ciudadanos y de ser 
			excelentes ciudadanos para ser buenos profesionales. (Martinez 
			Navarro) 
			             
			  
			  
			BIBLIOGAFÍA 
			CONSULTADA:  
			  
			- Hortal, A. 
			(2002),”Ética general de las profesiones” capítulo 1 (p.23.32), 
			capítulo 3  
			  (p.55-86). 
			Desclée dB. Bilbao 
			- Hortal, A. 
			(2007), “La profesión, lugar cotidiano del compromiso cristiano” 
			Ponencia 
			   dictada en la 
			VII Asamblea de Profesionales Cristianos. Loeches (Madrid), junio de 
			  2007. 
			- Martinez Navarro, 
			E. (2006), “Ética  de la profesión: proyecto personal y compromiso 
			  de ciudadanía” en 
			Revista VERITAS (Valparaíso, Chile) nº 14 p.121-139. 
			  
			  
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