ÉTICA DE LAS PROFESIONES
LOS OBSTÁCULOS ESTRUCTURALES A LA RESPONSABILIDAD PROFESIONAL
I.- ÉTICA Y PROFESIONES
Siguiendo las reflexiones de Augusto Hortal en su libro “Ética
General de las profesiones”, podemos afirmar que hablar hoy de
profesiones y de ética profesional es problemático. No termina de
ser persona ética aquella que en todo es intachable menos a la hora
de desempeñar sus responsabilidades profesionales.
La
mayoría de profesionales suelen ser trabajadores por cuenta ajena
que desempeñan sus tareas en empresas, instituciones y organismos en
los que se les asigna lo que tienen que hacer.
En la
medida que exista un cierto margen para la responsabilidad del
profesional es necesario reflexionar sobre ella. Los complejos
problemas que tiene planteados nuestra sociedad difícilmente podrán
encontrar solución sin la aportación profesionalizada de médicos,
ingenieros, arquitectos, sicólogos, profesores, enfermeras…
Hoy la
profesionalidad suele justificarse más por lo que tiene de
especialización cognoscitiva (competencias) que por lo que tiene de
compromiso ético. Pero la competencia profesional no basta. La ética
a la vez que supone unas garantías en la prestación de los
servicios profesionales contribuye a la consolidación de una
profesión.
Una
ética de las profesiones que pretenda estar a la altura de la
conciencia moral alcanzada por nuestra época ha de ser un discurso
coherente y capaz de orientar la acción interesadas en ser buenos
profesionales, técnicamente capaces y moralmente íntegros en el
desempeño de su labor profesional.
Ser un
profesional competente y responsable no consiste exclusivamente
en ser un individuo racional y libre, que posee habilidades, sino
que posee también modos de hacer, sentido de pertenencia a un
colectivo profesional, y compromiso social en el desempeño de su
profesión.
La
ética de cualquier profesión ha de partir del reconocimiento y apego
a los valores de convivencia que componen la ética cívica
compartida: valores como la libertad, la igualdad, la solidaridad,
el respeto, diálogo…
En la
ponencia de Emilio Martinez Navarro ”Ética de la profesión:
proyecto personal y compromiso de ciudadanía”, la pregunta ética
radical la platea en los siguientes términos: ¿Qué estoy haciendo
con mi vida? Y la respuesta tiene que ver con cuestiones que
afectan a la propia vida como es la dedicación profesional. Pero
esa parte de la vida está conectada con la vida social, puesto que
la profesión es una institución social que pretender ofrecer un
servicio a la comunidad. En este sentido, pensar las profesiones a
estas alturas nos conduce a plantear la relación entre profesión y
ciudadanía.
Hortal
distingue entre ética profesional y deontología profesional. La
ética profesional se plantea la profesión en términos de
conciencia y de bienes: qué es ser un buen profesional, en qué
consiste hacer bien el ejercicio profesional. La deontología son los
deberes y normas definidos por el colectivo o colegio profesional.
-1-
II.-
DEFINICIÓN DE PROFESIÓN
Es
difícil fijar los perfiles y límites entre lo que es y no es una
profesión mediante la enumeración de varias características
necesarias.
Si se
atendiese sólo a las voces de los profesionales, a lo que ellos
dicen de sí mismos, la esencia de su profesión consiste en el
servicio desinteresado a la humanidad. Un profesional es una
persona consagrada a su profesión y a quienes necesitan sus
servicios.
Hortal
apunta las siguientes características: Profesiones son aquellas
actividades ocupacionales:
a)
en las que de forma institucionalizada se presta un
servicio específico a la sociedad,
b)
por parte de un conjunto de personas (los
profesionales) que se dedican a ellas de manera estable,
obteniendo de ellas su medio de vida,
c)
formando con los otros profesionales (colegas) un
colectivo que obtiene o trata de obtener el control
monopolístico sobre el ejercicio de la profesión,
d)
y acceden a ella tras un largo proceso de capacitación
teórica y práctica, de la cual depende la acreditación o
licencia para ejercer dicha profesión.
III.- OBSTÁCULOS
ESTRUCTURALES DE LA RESPONSABILIDAD PROFESIONAL
En la sociedad actual el trabajo además de una permanente fuente de
frustraciones y amenazas, de alienación y explotación, es elemento
estructurante de la identidad personal (somos lo que hacemos), de
la ciudadanía responsable y de la identidad del laico cristiano.
Las pretensiones de tener una responsabilidad autónoma por parte de
los profesionales no se corresponde con la situación cada vez más
mediatizada en que se lleva a cabo el trabajo profesional en las
condiciones y contextos actuales.
Cada
profesión tiene sus propios contextos y cada ética profesional
habrá de tomarlos en consideración. En términos generales todas o
casi todas las profesiones se ven expuestas a tres mediatizaciones
fundamentales:
-
la mediatización técnica
-
la mediatización económica.
-
La mediatización organizativa o institucional.
La creciente complejidad y tecnificación del trabajo hace de los
profesionales
más bien
servidores de una maquinaria que sujetos que actúan autónomamente.
Hoy los profesionales trabajan en empresas, organismos,
instituciones que les asignan su cometido en el reparto funcional
de tareas y competencias; no tienen otra cosa que hacer que lo que
les toca hacer; haciéndolo cumplen con su deber.
Además
de ser asalariados hay otros condicionantes económicos que se
plantean a su trabajo profesional. Si trabajan en un servicio
público tienen que atenerse a las limitaciones presupuestarias y a
los recursos asignados; si trabajan en empresas, su trabajo está
sometido al imperativo de la viabilidad y rentabilidad económica.
¿Queda
margen para la responsabilidad profesional?
-2-
A.-
LA MEDIATIZACIÓN TECNOLÓGICA DE LAS PROFESIONES
La técnica configura casi todos los aspectos de la vida actual.
Ningún ejercicio profesional está a la altura de las posibilidades y
exigencias que hoy se plantean sin el uso de los medios técnicos.
La
técnica potencia las actividades profesionales. En principio las
innovaciones tecnológicas se introducen para proporcionar mayor
eficacia y precisión en la obtención de resultados, ahorrando
esfuerzos.
La tecnificación, al ampliar las capacidades profesionales, trae
consigo una primera y básica consecuencia ética para los
profesionales: ser competentes técnicamente es una condición
necesaria, aunque no suficiente, para ser moralmente responsables en
el ejercicio profesional.
Un buen
profesional tiene que estar al día en la forma de plantear los
problemas de su profesión y en las soluciones que aporta, lo que
hace necesario capacitarse continuamente en la utilización de las
técnicas que se van renovando. El profesional tiene que ser un buen
técnico para ser un buen profesional.
Pero lo
que empieza siendo una innovación al servicio de la mejor obtención
de los mismos fines, acaba pervirtiendo este orden, y terminan
siendo los medios los que determinan los fines.
La
difusión de la mentalidad técnica tiende a inhibir las capacidades
de respuesta y responsabilización éticas de los sujetos éticos. En
el ámbito tecnificado la responsabilidad se diluye, se llega a echar
la culpa a la máquina o al “sistema” del mal funcionamiento de las
instituciones y personas.
El
ejercicio profesional al tecnificarse , hace que se diluyan los
aspectos éticos de la profesión. El profesional pasa a ser un
técnico instrumentalizado por el proceso. La única virtud que se le
exige es la habilidad, poseer las capacidades técnicas necesarias
para obtener los resultados que otros desean. La tecnificación hace
aumentar la alienación y hace crecer las dificultades para que el
hombre encuentre una identidad coherente y con sentido. La mayoría
de los que intervienen en procesos tecnificados complejos no se
siente responsable de lo que en ellos se hace.
La
tecnificación convierte al profesional en una pieza de un proceso
en el que cada cual desempeña su función de forma más o menos
mecánica. En la vida profesional tecnificada los roles y funciones
están previamente definidos; esto hace que el profesional sea una
pieza sustituible. Plantear cuestiones éticas resulta disfuncional
para el sistema, por eso el que plantea los temas éticos tiende a
ser sustituido por otro que se limite a cumplir con “su” cometido.
Esto
hace que impere el conformismo. La mayoría vive con cierto fatalismo
el acontecer social. Esto no se debe sólo a la técnica, pero la
tecnificación contribuye a ello. El ejercicio profesional, una vez
superados los primeros idealismos, se vive con cierto sentido
fatalista de sometimiento al “sistema”
La
técnica entra en la escena de las profesiones para potenciarlas y
facilitar su ejercicio, pero con frecuencia termina suponiendo una
amenaza para la ética profesional. A veces se piensa y se reacciona
pensando que la solución está en huir de la técnica, o en reducir la
tecnificación al mínimo. Se corre el peligro de caer en una ética
estoica y en un maniqueísmo social: todo lo interpersonal es bueno,
todo lo tecnificado es malo.
Frente
a esta tendencia hay que intentar conciliar ética y técnica: y
para ello hay que empezar por precaverse frene a la tentación
tecnocrática, lo que nos lleva a creer que para todo problema
humano hay una solución técnica.
-3-
El
enfoque tecnocrático no consiste sólo en decir abiertamente que sean
los técnicos los protagonistas de los procesos sociales, sino
también en reducir los problemas éticos a problemas técnicos. No hay
que esperar que los problemas que crea la tecnología se resuelvan
con sólo medios tecnológicos.
No hay
que esperar soluciones exclusivamente técnicas de los problemas
éticos.
En
resumen, la tecnificación tiende a instrumentalizar al individuo,
porque:
1)
invierte la jerarquía entre medios y fines: sólo se
plantean aquellos temas para los que hay técnicas disponibles.
2)
Si algo es posible termina por hacerse necesario
3)
Induce a la tecnificación de las relaciones sociales:
marketing, relaciones públicas, técnicas de persuasión..
4)
Diluye la responsabilidad: “problemas técnicos”
5)
Aumenta la pasividad y el conformismo: consumimos no
sólo objetos, sino también puestos de trabajo, modos de proceder,
modas, opiniones, diversiones.
6)
Aumenta la distancia jerárquica entre expertos y legos.
7)
Relega al silencio los temas éticos.
B.- LÍMITES Y CONDICIONAMIENTOS ECONÓMICOS DEL
TRABAJO PROFESIONAL
Hoy los
profesionales ejercen su profesión como asalariados, contratados por
alguna empresa o como funcionarios de algún organismo público.
La
mediatización económica del trabajo profesional tiene una doble
vertiente: la primera afecta al mismo profesional que tiene en el
trabajo su medio de vida, la segunda vertiente afecta a la misma
actividad profesional.
El
profesional al ser un trabajador por cuenta ajena, no es dueño de
marcar sus finalidades; las tareas le vienen asignadas; por ellas
le pagan; y ése es su medio de vida. Por tanto está mediatizado por
las necesidades vitales propias y de su familia, y esto supone una
fuerte mediatización.
Por
otra parte el profesional tiene que aprender a trabajar con recursos
limitados y dentro de unos márgenes que garanticen la viabilidad
económica. La viabilidad económica se convierte en obsesión
dominante en forma de la maximización de la rentabilidad o del
beneficio.
Es
normal que el profesional que trabaja por cuenta ajena necesita de
la empresa en la que tiene su trabajo y ayuda a que la empresa sea
viable y rentable económicamente. Pero aún siendo esto así, el
profesional debe actuar de modo que no se descuiden facetas menos
rentables, pero exigibles en términos de responsabilidad social.
De los
profesionales se espera, según Parsons, que en el ejercicio de su
profesión no sean guiados por el ánimo de lucro, sino por cierto
altruismo, por una orientación al servicio de la colectividad.
La
realidad no parece ir por esos caminos. Hay una mercantilización de
la sociedad y una mercantilización de las profesiones. Pero lo que
es, no es nunca el último criterio de lo que debe ser.
En la
evolución más reciente del sistema económico hay elementos y
planteamientos que constituyen un obstáculo para la
responsabilidad profesional e incluso para la mima consolidación
de la identidad profesional: “el capitalismo flexible”
-4-
Richard Sennent llama “capitalismo flexible” a la etapa más reciente
del capitalismo en la que productividad viene asociada a una
incesante movilidad laboral exigida por la introducción de las
nuevas tecnologías y adaptación a las condiciones de competitividad
internacional. Ello conlleva la inestabilidad y precariedad en el
empleo y contribuye a lo que Richard Sennent ha llamado “corrosión
del carácter”. La falta de estabilidad laboral representa una
amenaza para el profesionalismo, pues obliga a trabajar en lo que
sea y como sea
M. Castells afirma que en la sociedad de la información o sociedad
red la división de las clases sociales pasa por la diferencia
fundamental entre trabajadores insustituibles y trabajadores
inespecíficos. Todo profesional que quiera y pueda hacer valer su
profesionalidad irá haciendo valer su compromiso personal con los
valores intrínsecos de su profesión.
Algunos sociólogos llevan años viendo indicios de que el sueldo y
los niveles de consumo y status no lo son todo. Empiezan a hablar de
la prevalencia de “valores postmaterialistas”: clima organizativo,
mayor estabilidad en el empleo, participación e identificación con
la empresa a cambio de una estabilidad que es positiva tanto para la
empresa (fidelización) como para el profesional, la
corresponsabilización, la participación en riesgos y beneficios, la
capacidad de innovación.
C.- EL MARCO INSTITUCIONAL Y ORGANIZATIVO
. Cada
nuevo profesional se encuentra con la profesión ya funcionando,
tipificada, institucionalizada, disponible para ser llevada a cabo
por cualquiera que esté en condiciones de hacerlo.
El
profesional no se inventa su profesión. En la mayor parte de los
casos actúa dentro de cauces institucionales que marcan las pautas
de lo que tiene que hacer y de lo que cabe esperar de él. Ningún
profesional, tanto si trabaja en una empresa privada como si es
funcionario público, ejerce su profesión inventándosela a cada
instante sin ningún tipo de cortapisas ni límites. El medio social y
la cultura compartida ofrecen un marco contextual que posibilita a
la vez que impone límites y mediatiza el ejercicio de la profesión.
Una
visión completa de la ética tiene que prestar atención no sólo a lo
que cada uno, como persona y como profesional, hace y promueve, sino
también a lo que la organización en la que trabaja puede y debe
contribuir a proporcionar bienes y servicios, a respetar y hacer que
se respete a las personas y a cumplir los deberes de justicia. No
basta que haya que haya una actuación ética por parte del
profesional y de cada persona que trabaja en la organización, es
necesario que exista una ética de la organización (Lozano, 1999)
De cómo
sea la ética de las organizaciones va depender que el profesional
encuentre facilidades o dificultades a la hora de asumir sus
responsabilidades de profesional en ellas, aunque no hay que dar por
supuesto que el profesional será el que quiera actuar éticamente y
que será la organización la que se lo impida.
1)
Habrá empresas y organismos corruptos que terminen por
corromper a los profesionales que empezaron queriendo ser honestos.
2)
Habrá profesionales deshonestos y corruptos que generen,
mantengan y promuevan una cultura de corrupción allí donde trabajen.
-5-
3)
Habrá empresas y organismos que tengan una cultura moral
aceptable, que faciliten y promuevan actuaciones morales aceptables
en los profesionales que trabajan en ellas.
4)
Habrá profesionales que además de honestos, sean competentes,
hábiles y prudentes, y contribuyan a mejorar la cultura moral de las
organizaciones en las que trabajan.
Dentro de las organizaciones en las que trabaja el profesional cabe
distinguir
entre las empresas
privadas y los organismos públicos. Estos contextos conllevan
formas diferentes de mediatizar, facilitar u obstaculizar el
ejercicio de la responsabilidad el profesional que trabaja en ellos.
En la empresa privada el profesional ejerce su oficio en base
contractual
poniendo sus
conocimientos, capacidades y habilidades al servicio de la
organización o empresa, y donde el poder lo ejercen determinadas
personas, que tienen capacidad para iniciar procesos, marcar
objetivos, distribuir tareas y controlar el cumplimiento de las
tares asignadas y los objetivos establecidos. En la empresa privada
el profesional tiene una forma de dependencia más directa.
En el
sector público el profesional, funcionario o contratado, las cosas
son en parte más fáciles y en parte más difíciles. Lo normal es que
el puesto de trabajo que se ocupa en la administración pública ya
tenga un perfil claro que delimita lo que se espera del profesional
en ese puesto. El ámbito de competencias y el modo de ejercerlas
está burocráticamente establecido. Los conflictos tienen cauces
administrativos y jurídicos para ser resueltos. El poder es más o
menos anónimo y burocrático.
El
puesto del profesional en la administración pública es más
orgánico, hay un reparto burocrático de competencias. Lo que no cabe
es muy difícil que se pueda hacer como no sea por la vía de los
cambios normativos.
La
burocratización empieza intentando ser una forma de
racionalización de las relaciones sociales formales para obtener
cierta forma de igualdad y trae consigo problemas
para el ejercicio responsable del propio trabajo y profesión:
1)
el procedimiento se absolutiza hasta desvincularse de lo que
con él se pretendía conseguir; tiende a convertirse en rutina
inevitable.
2)
Promueve relaciones sociales segmentadas y formales.
3)
Fragmenta la responsabilidad: cada uno cumple con su “deber”
y nadie es responsable de un resultado conjunto catastrófico.
4)
El individuo se define por su función.
5)
Aumenta la pasividad y el conformismo.
Aún así
queda espacio para hacer las cosas bien y para hacerlas mal para
esmerarse en solucionar los temas o para dejarlos sin resolver e
irse a tomar un café. En definitiva, se nota si un profesional
aprovecha los espacios y las posibilidades que permiten
compatibilizar el propio compromiso profesional con el carácter de
servicio público que conlleva el puesto de trabajo en la
administración.
Estos
contextos mencionados mediatizan de forma diversa el ejercicio de
las responsabilidades profesionales que habría que concretar en cada
caso y en cada profesión.
El
profesional en el ejercicio de su práctica institucionalizada tendrá
que intentar armonizar sus obligaciones profesionales
institucionalizadas con las de las instituciones en las cuales se
enmarca su actividad profesional y también con sus obligaciones no
institucionales.
-6-
IV.- INDIVIDUO Y
ORGANIZACIÓN COMO SUJETOS DE LA ÉTICA
PROFESIONAL
Todos estos factores contribuyen a la sensación de impotencia
generalizada y la responsabilidad profesional se debate entre el
voluntarismo y el fatalismo.
Tras esta reflexión habrá que formular cómo se relaciona la
responsabilidad moral del profesional con la responsabilidad moral
de la empresa, institución u organismo en el que trabaja. Según J.M.
Lozano (1999) la ética en las organizaciones y la ética de las
organizaciones no deben ser dos lógicas antagónicas, sino
complementarias.
El contexto organizativo o institucional posibilita, configura y a
la vez acota, restringe el campo de la responsabilidad del
profesional y sobretodo le mete en un entramado de fuerzas, de
poderes y contrapoderes en el que no puede proceder sólo desde sí
mismo, desde sus capacidades y convicciones
Perspectivas posibles y complementarias de la cultura moral de una
organización:
1) Es un producto
que han hecho, hacen, mantienen y modifican las personas que han
trabajado y trabajan en ella.
2) La cultura
moral de una organización es a la vez una realidad objetiva,
institucionalizada y disponible para cualquiera que entra a formar
parte de ella.
3) Los nuevos
miembros de dicha organización que se incorporan para trabajar en
ella están configurados en sus actuaciones por esa cultura moral
objetivada en sus usos, costumbres y legitimaciones
¿Qué responsabilidad tienen los profesionales de actuar éticamente
contando
unas veces y para
unos asuntos con una cultura organizativa que favorece, facilita,
pide y refuerza ese modo de actuar, pero que en otras ocasiones
pondrá trabas, dificultades y obstáculos?
Cuando
un profesional trabaja en una organización que le contrata, la
responsabilidad moral tiene que poder compatibilizar las exigencias
del rol profesional con las exigencias de lo que se espera de quien
trabaja en una organización y para ella.
A veces
se alude al contexto para descargarse de responsabilidades. Otras,
se pretende asumir responsabilidades sin tener en cuenta los
contextos en los que hay que ejercerlas.
Es
verdad que hay contextos que están tan marcados por la corrupción
que impiden llevar a cabo en ellos un proyecto compartido de
humanización de la vida. Pero también es cierto que los contextos
ofrecen oportunidades además de obstáculos, y que solo podemos ser
responsables de lo factible, dando pasos concretos en la dirección
correcta antes que soñar mundos alternativos de espaldas a la
realidad.
No
deberíamos quedarnos con la impresión de que los profesionales son
meras víctimas o colaboradores ingenuos e irresponsables de un
entramado de poder en el que ellos no son nadie.
Siempre
es posible hacer algo con la actividad y responsabilidad
profesional. Decir lo contrario es caer en las trampas de las
mediatizaciones analizadas (tecnocracia, economicismo, burocracia).
Es necesario ejercer la responsabilidad en el entramado de
interdependencias que imponen los contextos.
-7-
No
conviene estar en un discurso moralizante que sólo habla acerca de
cómo tendrían que ser las cosas, pues esto llevaría al desánimo, al
sentimiento de impotencia.
¿Cómo
podemos vivir esa realidad que no nos gusta sin dejarla del todo
como está, tratando de mejorarla y acercarla al ideal deseable
cuanto sea posible?
La
descripción de lo que hay no cierra la cuestión de lo que puede
hacerse; la descripción de una situación no dice nunca la última
palabra acerca de nuestras posibilidades de actuación en ella.
Los
profesionales de nuestro tiempo tenemos el doble reto de ser
excelentes profesionales para ser buenos ciudadanos y de ser
excelentes ciudadanos para ser buenos profesionales. (Martinez
Navarro)
BIBLIOGAFÍA
CONSULTADA:
- Hortal, A.
(2002),”Ética general de las profesiones” capítulo 1 (p.23.32),
capítulo 3
(p.55-86).
Desclée dB. Bilbao
- Hortal, A.
(2007), “La profesión, lugar cotidiano del compromiso cristiano”
Ponencia
dictada en la
VII Asamblea de Profesionales Cristianos. Loeches (Madrid), junio de
2007.
- Martinez Navarro,
E. (2006), “Ética de la profesión: proyecto personal y compromiso
de ciudadanía” en
Revista VERITAS (Valparaíso, Chile) nº 14 p.121-139.
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