ESPIRITUALIDAD DE LA CREACIÓN

 

"Desde niña tuve la impresión y quizá me equivoqué porque seguramente hay medios de amalgamarlos, pero nadie me los había indicado­ de que debía elegir entre la religión, tal como la veía a mi alrededor, es decir, la católica, y el universo.

Yo sentía eso desde niña, cuando salía de la iglesia y caminaba por los bosques del Mont Noir. En ese momento, esos dos aspectos de lo sagrado me parecían incompatibles, uno me parecía mucho más vasto que el otro: la Iglesia me ocultaba el bosque. No digo que tal dilema sea necesario. Puedo comprender muy bien que un católico pueda reunir a ambos, en especial entre los más abiertos de nuestra época, o por el contrario en un pasado lejano, pero en el catolicismo bastante empobrecido, como era el de comienzos de siglo, no era posible. Esta unión de los dos, la encontré más tarde en los antiguos santos de Irlanda -empleo una frase que ya fue empleada antes por Renan­- y en algunos otros santos que tuvieron al mismo tiempo ese sentimiento de la naturaleza y ese sentimiento de la trascendencia "

(Marguerite Yourcenar, Con los ojos abiertos)

 

"La fe crea, en cierto modo, su objeto. Y la fe en Dios consiste en crear a Dios, y como es Dios el que nos da la fe en El, es Dios el que se está creando a sí mismo de continuo en nosotros... El poder de crear un Dios a nuestra imagen y semejanza, de personalizar el universo, no significa otra cosa sino que llevamos a Dios dentro, como substancia de lo que esperamos, y que Dios nos está de continuo creando a su imagen y semejanza.

Y se crea a Dios, es decir, se crea Dios a sí mismo en nosotros por la compasión, por el amor.

Creer en Dios es amarle y temerle con amor, y se empieza por amarle aun antes de conocerle, y amándole es como se acaba por verle y descubrirle en todo.

(..) Ahí está una masa informe; parece una especie de animal; no se le distinguen miembros; sólo veo dos ojos, y ojos que me miran con mirada humana, de semejante, mirada que me pide compasión, y oigo que respira. Y concluyo que en aquella masa informe hay una conciencia.

Y así, y no de otro modo, mira el creyente el cielo estrellado, con mirada sobrehumana, divina, que le pide suprema compasión y amor supremo, y oye en la noche serena la respiración de Dios que le toca el cogollo del corazón, y se revela en él.

Es el Universo que vive, sufre, ama y pide amor".

(Miguel de Unamuno, Del sentimiento trágico de la vida)

 

I. INTRODUCCIÓN.

Para comenzar me gustaría plantear dos cuestiones:

lº) Ante los grandes problemas con los que nos enfrentamos los seres humanos en los umbrales del siglo XXI, en nuestra búsqueda de la supervivencia, ¿necesita la humanidad un nueva "sabiduría"?;

2°) ¿Puede ofrecernos alguna luz, ofrece tal sabiduría nuestra tradición espiritual?

Mi respuesta a ambas cuestiones es que sí. Cuando utilizo la palabra "sabiduría" pienso en la definición que la Biblia nos da: que las personas podamos y sepamos vivir. Me siento muy cómoda con esta compresión de la sabiduría. Creo que abarca la anchura y la profundidad del vivir humano y cósmico y creo que da nombre a los que Dios Creador quiere para todas sus criaturas: que la gente de esta preciosa tierra, todos los pueblos, podamos vivir. Pero ¿qué significa esto? Obviamente que no muramos antes de tiempo, pero también algo mas. Vivir no es meramente sobrevivir. Vivir implica belleza, libertad de elección, dar nacimiento, disciplina, celebración. Vivir no es lo mismo que comprar, no es lo mismo que hacer un nido en el que escapar de los sufrimientos de unos y otros. Vivir tiene algo que ver con el eros, con el amor a la vida, y con el amor a las vidas de los otros, el derecho de los otros al eros y a la dignidad. Aquí descansa la sabiduría: que las personas podamos y sepamos vivir. Pero ¿dónde la encontramos?

El E.F. Schumacher de la última época creía que hay dos lugares en los que se puede encontrar sabiduría: en la naturaleza y en las tradiciones religiosas. Para buscar sabiduría en la naturaleza debemos acudir a aquellos que han amado la naturaleza lo bastante como para estudiarla. Puesto que la ciencia explora la naturaleza puede ser una poderosa fuente de sabiduría. Frecuentemente lo ha sido. Por ello en cualquier cultura imaginable, religión y ciencia eran compañeras que ofrecían a la gente unos mitos cósmicos que les permitía entender su universo, encontrar significado en él y vivir sus vidas con sentido. Sin embargo, en Occidente, la religión y la ciencia han estado enemistadas desde el siglo XVII. Esta ruptura ha sido desastrosa: la religión se ha privatizado y la ciencia ha perdido la "reverencia" por la naturaleza.

Dados los graves problemas a los que nos enfrentamos en nuestro siglo: el hambre de dos tercios de la humanidad, la crisis ecológica, el desempleo, el potencial destructivo que hemos acumulado en nuestros arsenales nucleares, la biotecnología... me gustaría plantearos esta tarde una cuestión: ¿puede nuestra tradición espiritual cristiana aportarnos alguna luz ante los retos que nos desafian? ¿Puede ofrecernos sabiduría y abrirnos a una espiritualidad integradora que nos proporcione el "equipamiento interior" para responder de acuerdo con la voluntad de Dios?

Anunciar y vivir la Buena Noticia en nuestro mundo en crisis pasa por recuperar una espiritualidad de- la creación que nos ayude a buscar la fuente de todo y a comprender las relaciones entre todas las cosas y de nosotros con Dios y entre nosotros. La espiritualidad de la creación comienza en la creación y en el cosmos. Sólo más tarde se detiene en la historia humana, que aparece como una piedra preciosa engarzada en el gran drama de la creación misma. Comienza con la cosmología y puede ayudarnos a descentrarnos de nosotros mismos, del antropocentrismo de nuestra cultura moderna que está destruyendo el planeta. Porque no puede haber antropología sin cosmología. Los hombres no existimos aparte de las estrellas.

Una larga tradición judeo-cristiana

La espiritualidad de la creación no es un camino recién inventado. A partir de la Edad Moderna, los Occidentales rompimos con la cosmología bíblica y nos introdujimos en un mundo mecanicista del que Dios estaba ausente. A Dios había que buscarlo en lo más recóndito del alma espiritual. Comenzó un proceso de privatización e interiorización de lo espiritual que dura hasta nuestros días. La diferencia cartesiana entre la res cogitans y la res extensa no hizo más que favorecer esa escisión entre el alma espiritual y el cuerpo-materia alejados de Dios.

Sin embargo la espiritualidad de la creación se enraíza en la Biblia. El autor yahvista, los libros proféticos y sapienciales, los salmos, todos ellos descubren la presencia de Dios en la creación y los vínculos que entrelazan al Dios trascendente con sus criaturas y que se van estrechando hasta su íntima unión en Jesucristo. Jesucristo creció en esta tradición y enseñó desde ella, su Encarnación es su expresión máxima, y las primeras comunidades cristianas celebran al "Cristo Cósmico", principio, centro y fin de la creación, que "es en Cristo". Por él la creación entera participa en la salvación:

"Él es imagen del Dios invisible, primogénito de toda la creación, pues por él fue creado todo, en el cielo y en la tierra: lo visible y lo invisible, majestades, señoríos, autoridades y potestades. Todo fue creado por él y para él, él es anterior a todo y todo tiene en él su consistencia.

Él es la cabeza del cuerpo, de la Iglesia.

Él es el principio, primogénito de los muertos, para ser el primero de todos.

En él decidió Dios que residiera la plenitud, que por medio de él todo fuera reconciliado consigo, haciendo las paces por la sangre de la cruz entre las criaturas de la tierra y las del cielo".

(Col 1,15-19)

La espiritualidad de la creación también se encuentra en los Padres griegos de la Iglesia, especialmente en el papel que el Cristo cósmico juega en su teología. Basilio de Cesarea, por ejemplo, dice "la Palabra de Dios domina la creación". y Gregorio Nacianeeno dice que "Cristo existe en todas las cosas que son". San Ireneo dice que "la gloria de Dios es el hombre viviente (o que el hombre viva) ". Podríamos dar muchos ejemplos de los Santos Padres. Esta tradición continúa a lo largo de la Edad Media y tiene un esplendor especial a partir del siglo XII con Hildegarde de Bingen, Francisco de Asís y Tomás de Aquino. En el siglo XV nos encontramos con otra figura impresionante: Nicolás de Cusa. También artistas, poetas y profetas del cambio social engrosan esta tradición a lo largo de los siglos.

La tradición de una espiritualidad centrada en la creación es una tradición viva que nos es entregada por nuestros antecesores en la comunión de los santos. Es una vía de experiencia de Dios, no un depósito muerto de verdades dogmáticas. Una forma de ver el mundo y de vivir insertados en la Realidad con mayúsculas. Puede sernos muy iluminador integrar esta sensibilidad en nuestra experiencia y en nuestro proceso espiritual.

Porque la espiritualidad de la creación es un movimiento. No es una teoría. Es una forma de ver el mundo descubriéndonos insertados en el proceso creador de Dios, que no sucedió una vez en el pasado, sino que está en marcha, y del que nosotros formamos parte. Como imágenes del Dios creador nosotros también estamos llamados a con-crear con él y transformar este mundo, siendo conscientes de nuestro poder creador y poniéndolo a trabajar en Dios. La espiritualidad centrada en la creación es un movimiento que quiere liberar también nuestra rabia, nuestro sufrimiento, nuestra frustración y nuestra desesperación despertándonos para la liberación, para la creatividad y la autoexpresión.

II. FUNDAMENTACIÓN TEOLÓGICA.

1. La creatio continua.

La fe cristiana en la creación nos dice que Dios crea por libremente y por amor, dotando a todas las cosas de consistencia, verdad y bondad propias (GS 36). Por lo tanto el mundo tiene un sentido, no puede fracasar, porque Dios el responsable último de su suerte. Dios no es el dios deísta que crea el mundo y lo abandona a su suerte, Dios conserva perenne y amorosamente en sus manos a loa seres que ha llamado a la existencia. Así pues, allí donde está lo creado, allí está Dios, distinto de hecho en su ser, pero presente hasta lo más íntimo en sus criaturas intimior intimo meo (San Agustín). En cada instante Dios está creando la realidad, su trascendencia no impide su inmanencia en cada criatura en todos y cada uno de los instantes de su existencia. Dios, como diría Bonhoeffer, no está "allá arriba", sino también "aquí abajo"; está "en lo alto" y también "en la profundo".

Está claro que ese Dios suburbial, acorralado en el margen de la realidad y al que sólo se le reconoce funciones propias de un retén de bomberos, nada tiene que ver con la imagen bíblica del Dios Creador. Tampoco coincide con la visión cristiana la idea de un mundo sólidamente asentado en sí mismo, al que le bastaría como mucho una revisión general de vez en cuando para seguir funcionando sin tropiezos.

Según la concepción bíblica Dios crea el mundo y lo gobierna providentemente. Esta creación y este gobierno tiene una estructura evolutiva, casi biológica: la creación está en marcha, sigue en marcha. Dios crea a partir de comienzos ínfimos y promociona a la criatura haciéndole hacer, otorgándole una virtualidad creadora, cuya máxima expresión es la humanidad creativa, imagen del Dios Creador. Las criaturas no somos espectadores pasivos, la acción creadora de Dios se desarrolla en un mundo en evolución, a través de las criaturas.

La noción cristiana de providencia (Mt 6,23-34), rectamente entendida, significa que allí donde se desarrolla en la existencia la búsqueda del reino de Dios y su justicia, el mundo comienza a configurarse - no como realidad extraña y amenazante, sino como recinto acogedor, como patria y hogar del existir. La confianza en la providencia surge de la persuasión de que no son la fortuna o el azar los factores que presiden el mundo, sino la benevolencia de un ser personal y paternal.

2. Visto desde Dios todo es sacramento.

3. Mundo sacramental: función indicadora v función reveladora.

(De Leonardo Boff, Los Sacramentos de la vida, Sal Terrae)

III. LAS CUATRO VÍAS DE LA ESPIRITUALIDAD DE LA CREACIÓN.

El teólogo norteamericano Matthew Fox expresa el camino de la espiritualidad de la creación a través de cuatro vías por las que hemos de caminar a la vez como en una espiral continua. Estas cuatro vías son diferentes de las tres vías clásicas identificadas por Plotino: purgación, iluminación y unión, y su meta se expresa mejor en la compasión que en la contemplación y la ruptura con el mundo y todo lo que nos relaciona con él.

Las cuatro vías de la espiritualidad de la creación quieren conducimos a saborear la creación de Dios, a aceptar el dolor y el sufrimiento de la existencia en Dios, sin huir de él, como Cristo, a liberar nuestra creatividad, y a transformar nuestro mundo de acuerdo con la justicia divina, que es compasión con los que sufren, los pobres, los anawim, siguiendo nuestra vocación profética.

La Vía positiva nos conduce a la sabiduría, a "saborear" el mundo como Creación de Dios y descubrir en él su huella y su presencia; a descubrir cómo todos los seres somos "humildes", creados por Dios del "humus", de la tierra y que por lo tanto todos estamos vinculados entre nosotros y a la tierra; a descubrir que cada ser es una "palabra de Dios", que nos ha llamado a la existencia, y una transparencia suya. Nos invita a celebrar comunitariamente y a dar gracias por la creación. La Palabra de Dios nos enseña a descubrir el mundo como creación y a cultivar este discernimiento espiritual en nosotros.

Unos versos del Eclesiástico nos servirán para resumir la actitud de los poetas bíblicos en este sentido:

"Voy a recordar las obras de Dios y a contar lo que he visto: por la palabra de Dios son creadas

y de su voluntad reciben su tarea. Una excede a otra en belleza: ¿quién se saciará de contamplar su hermosura? " (Eclo 42,15-25)

Y Eclo 43,1-27 concluye su himno al Creador, que se fija en la maravilla de todas las obras creadas, de la siguiente manera:

"Aunque siguiéramos, no acabaríamos, la última palabra: El lo es todo".

La Vía negativa nos enseña que el dolor y el sufrimiento, la oscuridad y la nada, forman también parte de nuestra existencia. Nos enseña a aceptar el sufrimiento, a no temer enfrentarnos a él o hundirnos en él, porque en el fondo del sufrimiento también está Dios, para liberarnos. El silencio y el vacarse, el renunciar y en el dejar ser, el dolor y el sufrimiento, también forman parte de nuestro itinerario espiritual.

"Así dice el Alto y Excelso,

Morador eterno cuyo nombre es Santo, Yo moro en la altura sagrada,

pero estoy con los de ánimo humilde y quebrantado,

para reanimar a los humildes,

para reanimar a los de corazón quebrantado." (Is 57,15)

La Vía creativa nos invita a sumir nuestra condición de co-creadores con Dios; nos educa en la confianza en nosotros mismos, en la capacidad de crear que Dios ha puesto en nosotros para autoexpresarse y compartir con los demás. Todos podemos crear, sin embargo muchas veces caemos en el "masoquismo": "yo no puedo", o en el "sadismo", convietiéndonos en meros consumidores de los demás y de la tierra.

El bellísimo texto de la Creación del hombre, varón y mujer "a imagen de Dios" Creador, nos recuerda que en nuestra capacidad de crear está nuestra imagen de Dios. Cuando creamos para el bien estamos dando gloria a Dios y honrándole. Además podemos recordar a los muchos autores bíblicos que ante la maravilla de la Creación de Dios despiertan su creatividad y componen hermosos poemas, como el Salmo 104 que concluye así:

"¡Gloria al Señor por siempre y goce el Señor con sus obras! Cuando mira la tierra ella tiembla, toca los montes y echan humo. Cantaré al Señor mientras viva tañeré para mi Dios mientras exista. Que le sea agradable mi poema, y yo me alegraré con el Señor." (Sal 104,31-34)

La Vía transformativa nos conduce a descubrir nuestra vocación profética. Jesús, en la línea de los profetas actuó aliviando el sufrimiento, combatiendo la injusticia, y estableciendo la justicia de Dios, que es salvación, en la sociedad y en la historia. Nosotros hemos sido ungidos como profetas en el bautismo, para ser discípulos suyos, criaturas nuevas para un cielo nuevo y una tierra nueva. Cuando actuamos en coherencia con nuestra dignidad profética Dios se hace presente en medio de nosotros. Toda nuestra imaginación y nuestra creatividad ha de ponerse al servicio de la compasión, que siempre exige la justicia. Dice el profeta Isaías:

"El ayuno que yo quiero es éste: Abrir las prisiones injustas, hacer saltar los cerrojos de los cepos, dejar libres a los oprimidos, romper todos los cepos; partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que ves desnudo y no cerrarte a tu propia carne. Entonces romperá tu luz como la aurora, enseguida te brotará la carne sana; te abrirá camino tu justicia, detrás irá la gloria del Señor. Entonces clamarás al Señor y te responderá; pedirás auxilio y te dirá: Aquí estoy.

Si destierras de ti los cepos, y el señalar con el dedo y la maledicencia; si das tu pan al hambriento y sacias el estómago del indigente, surgirá tu luz en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía. El Señor te guiará siempre, en el desierto saciará tu hambre, hará fuertes tus huesos, serás un huerto bien regado, un manantial de aguas cuya vena nunca engaña, reconstruirás viejas ruinas, levantarás sobre los cimientos de antaño; te llamarán tapiador de brechas, restaurador de casas en ruinas".

La espiritualidad de la creación es, en este sentido, además de contemplativa, una espiritualidad profética.

IV. HILDEGARDE DE BINGEN, SU TIEMPO Y SUS ILUMINACIONES.

Dice Walter Kasper, obispo y gran teólogo, que los santos son la exégesis viva de la Palabra de Dios. Hemos visto las hondas raíces bíblicas de la espiritualidad de la creación. ¿Es posible vivir esta espiritualidad? ¿Existen hombres y mujeres en nuestra larga tradición eclesial que la hayan vivido? Evidentemente sí. Hay muchos ejemplos, pero nosotros vamos a detenernos esta tarde en una mujer sorprendente del siglo XII, -fildegarde de Bingen que puede aportarnos alguna sabiduría espiritual a los hombres y mujeres del siglo XX.

1. Hildegarde, su vida y su tiempo.

Hace 800 años, en el exuberante valle de Rhineland, vivió esta mujer de extraordinario espíritu y coraje. Hildegarde desarrolló su vida entre el año 1098 y el 1179, en un siglo que dio nacimiento a lo que ha sido denominado acertadamente el más grande Renacimiento cristiano. En este periodo se levantó la Catedral de Chartres, Eleanor de Aquitania y Tomás Becket irrumpieron en la escena política; Bernardo de Claraval reformó la vida monástica y lanzó la segunda cruzada; la Escuela Catedralicia de París estaba evolucionando hacia la Universidad de Paris, y su facultad aprobó los escritos de Hildegarda cuando ella viajó allí con sus libros bajo el brazo a los setenta años. También durante esta época Eloisa y Abelardo se enamoraron y nos legaron su trágica historia.

A través de toda la agitación y creatividad del periodo, Hildegarde llevó adelante su trabajo predicando y enseñando, organizando y restaurando, fundando monasterios y viajando, componiendo, escribiendo, curando, estudiando y profetizando. Nos ha dejado en torno a un centenar de cartas a papas y emperadores, obispos, arzobispos, monjas y nobles. Además de 72 canciones incluyendo una obra moral musicada que puede ser considerada una ópera, por la que Hildegarde ha sido recientemente valorada por llevar el vocabulario de la música medieval radicalmente más allá de las normas, y por crear un estilo musical elevadamente personal. Nos ha dejado también setenta poemas y nueve libros, tres de los cuales son tratados teológicos, el Sci vías lucis, el Liber Vitae Meritorum de ética, y De Operatione Dei. Entre los otros libros hay uno de fisiología, Liber Simplicis Medicinae. Este libro, también llamado Physica, combina observaciones botánicas y biológicas junto con consejos farmacéuticos a partir de su conocimiento de piedras, plantas, árboles y hierbas. También escribió un libro sobre la salud llamado Liber Compositae Medicinae o Causae et Curae en el que diserta sobre los síntomas, causas y curas de las enfermedades fisicas. Fue la autora de una interpretación de la Regla de San Benito, un comentario de los evangelios, uno del credo de San Atanasio, y dos biografías de santos, San Disibode y San Ruperto.

Nació en el verano de 1098 en Bickleheim, en la orilla izquierda del río Hahe, un afluente del Rhin que desemboca en éste en la ciudad de Bingen. Su padre era un caballero alemán ligado al castillo de Bickelheim. Hildegarde era la más pequeña de diez hermanos y admitió haber tenido experiencias visionarias ya cuando era una niña. Fue educada por una tutora, Jutta, que vivía en el monasterio benedictino del Monte de San Disibode. A los ocho años, Hildegarde se unió a Jutta y a otra mujer en el monasterio y fue educada en las tradiciones benedictinas de la música, la rueca, la historia bíblica, la plegaria y el trabajo. A los 18 años tomó el hábito benedictino.

En 1136 Jutta murió e Hildegarde fue elegida para dirigir la comunidad femenina, que estaba constituida por una docena de personas. Cuatro años después, Hildegarde tuvo su despertar espiritual, como veremos en la segunda visión, a partir de la cual ella asumió su vocación y su vida creativa. Desde este momento asumió la responsabilidad de compartir las visiones y los pensamientos que había estado incubando durante años y empezó a escribir. Se le asignó un secretario, un joven monje llamado Volmar, que escribía lo que ella le dictaba y lo ponía en la forma gramatical latina correcta. Su primer libro lo escribió durante un periodo de diez años. Trabajó en él desde los 42 hasta los 52 años. Lo llamó Sci vial lucis (Conoce los caminos de la luz) y en él se contienen la mayor parte de las iluminaciones que vamos a ver.

En medio de este periodo creativo, el Papa Eugenio III fue a Trier de camino al Concilio de Rheims. Habiendo oído acerca de una célebre mujer en Disibode, envió una comisión a investigar. Esta comisión entrevistó a Hildegarde y la encontró competente y auténtica y así se lo-hizo saber al Papa. Su obras fueron llevadas al Papa y su comitiva, que incluía a Bernardo, el Abad de Claraval, que había sido maestro del Papa, y todos ellos le dieron su aprobación. El Papa animó a Hildegarde a continuar escribiendo. Ella también escribió al papa pidiéndole que se esforzase más en la reforma de la Iglesia y de los monasterios.

Su fama se extendió y su comunidad de hermanas rápidamente incrementó su número, y tuvo que buscar un monasterio más grande en Monte San Ruperto, cerca de Bingen y del río Nahe, donde ella había crecido, y donde se trasladó en 1151. Hildegarda fue consagrada Abadesa, y en su nuevo monasterio su comunidad floreció tanto como su creatividad. En este momento tenía una segunda secretaria, una hermana llamada Ricarda. Fundó otro monasterio en Eibingen en 1165 en el que había treinta hermanas. Cruzaba el Rhin dos veces a la semana para visitarlas. Su propio monasterio tenía cincuenta hermanas, mujeres dotadas para la música, el cantó y la pintura.

Bingen era una importante ciudad, puesto que era uno de los pocos lugares desde donde podía atravesarse el Rhin. Desde su monasterio en Rupertsburg, Hildegarde marchaba a predicar a clérigos, laicos, monjes, monjas y diferentes responsables de la Iglesia. Habitualmente predicaba en catedrales, como en Bamber, en Trier, en Wurzberg, y en Ingleheim. En sus sermones denunciaba la corrupción de la Iglesia, que ella describía como una madre que lloraba de dolor. Predicó incluso en Constanza, en Suiza, en Colonia, en Sieberg, Bonn, Anderbach, Metz, Bavaria y al Selva Negra. Su predicación impactaba profundamente a la gente, por lo que los dirigentes de la Iglesia le pedían los textos de sus sermones. Los Benedictinos de toda centroeuropa también la invitaban a predicar en sus monasterios, y a los setenta y tantos años viajó a Tours y a París.

Murió el 17 de Septiembre de 1174.

2. El despertar a la vida espiritual.

"Cuando tenía 47 años y siete meses, una luz ardiente con un brillo tremendo que venía del cielo se vertió dentro de mi mente entera. Como una llama que prende pero no quema, inflamó mi corazón y mi pecho entero, del mismo modo que el sol calienta un objeto con sus rayos. (..) De repente, yo podía gustar y comprender las narraciones de los libros. Vi el salterio y los evangelios claramente y otros libros católicos del Antiguo y del Nuevo Testamento. "

Hildegarde fue sobrecogida por esta experiencia de intuición, de establecer conexiones, de visión interior profunda, y enfermó. Fue cuando Dios liberó su creatividad y, según dice ella, cuando puso mi mano a escribir, cuando Hildegarde se curó y recibió nueva fuerza. Hildegarde empleó los siguientes diez años escribiendo su primer libro.

¿Por qué nos referimos a estas "visiones" como "iluminaciones"? Para Hildegarda, es el Espíritu Santo el que nos ilumina. Como en Pentecostés, que Hildegarda dibuja en su autorretrato, ella fue despertada por las lenguas de fuego que permiten comprender en medio de Babel y capacitan para que una comunicación profunda pueda darse entre las personas. Frecuentemente Hildegarde pinta al Espíritu Santo como fuego:

Oh Santo Espíritu, Ardiente Confortador Espíritu, Vida de la vida de todas las criaturas" (..) "¿Quién es el Espíritu Santo? El Espíritu Santo es Espíritu Abrasador. Él enciende los corazones de la humanidad. Como el tímpano y la lira los toca, reuniendo sonidos en el templo del alma... El Espíritu Santo resucita y despierta todo lo que es.

Con toda seguridad todas estas afirmaciones acerca del ardiente Espíritu Santo proceden de la propia experiencia de Hildegarda con sus visiones y su vocación a predicar para "inflamar" la compasión de la humanidad. EfiIdegarda celebra a Dios como la luz viviente y la oscura iluminación que se ha dirigido a ella para que hable a las gentes. Sus iluminaciones tienen como finalidad rescatar la divinidad de la oscuridad y permitir que lo divino aflore en los corazones, y en el suyo propio en primer lugar. Como la luz del sol, nos dice, su corazón fue enteramente encendido, y ella sintió la necesidad de inflamar otros corazones para que la imaginación y la creatividad, el perdón y la contrición puedan aflorar de nuevo en el mundo. En su primera visión ella describe el despertar espiritual como una invitación a entrar en la luz del conocimiento de los misterios... donde con una luz brillante esta serenidad brillará en adelante con fuerza entre aquellos que brillen a partir de ese momento.

Hildegarde se denomina a sí misma una "profetisa", y sus contemporáneos estaban de acuerdo, pues la comparaban con la profetisa Débora y con Jeremías. Ella se compara a sí misma con Judit, que salvó a Israel venciendo al general asirio Holofernes, y con David, que venció a Goliat. Sus imágenes deben mucho a toda la tradición apocalíptica de la Biblia, especialmente a los profetas Daniel y Ezequiel. Sin embargo, la misma Hildegarda desanimaba a aquellos que definían sus dones proféticos como capacidad de predecir o adivinar el futuro; en continuidad con los profetas bíblicos clásicos, Hildegarda entendió su papel profético como el de escrutar y juzgar el presente con tal profundidad que el futuro, que en el presente se está decidiendo, pudiera traer el Reino de los Cielos aquí y ahora.

La enseñanza de Hildegarde forzaba a la gente a "despertar", asumir la responsabilidad, hacer elecciones. Los profetas iluminan la oscuridad nos dice. Son las personas que pueden decir, Dios me ha iluminado en ambos ojos. Por ellos yo sostengo el esplendor de la luz en la oscuridad. A través de ellos yo puedo escoger el camino que tengo que recorrer, distinguiendo los caminos sabios de los caminos necios. La persona que escoge los caminos de la sabiduría se convierte ella misma en una fuente que mana de las aguas de la vida... Porque esas aguas -esto es, los creyentes- son un manantial que nunca se extingue o se seca. Nunca nadie tendrá demasiado de ellos... las aguas a través de las cuales ellos han renacido a la vida han sido rociadas por el Espíritu Santo.

El despertar espiritual de Hildegarde tiene muchos paralelos en la historia del cristianismo y de otras culturas. Mircea Eliade, al examinar el fenómeno de las iluminaciones cósmicas extrae algunas conclusiones: Todos los tipos de experiencia de la Luz que hemos citado tienen este aspecto en común: transportan al hombre fuera de su situación histórica y le proyectan en un Universo de cualidad diferente, un mundo enteramente diferente, trascendente y sagrado. A partir de ese momento la esencia del universo es espiritual. En todos estos despertares el encuentro con la Luz produce una ruptura en la existencia del sujeto, revelándole -o haciéndolo ver más claramente que antes- el mundo del Espíritu, de lo sagrado y de la libertad; en resumen, la existencia como una creación divina o el mundo santificado por la presencia de Dios.

Las iluminaciones que vamos a ver proceden en su mayoría del libro de Hildegarde Sci vías, algunas son de su obra De Operatione Dei. No sabemos quién realizó las miniaturas. Posiblemente los monjes de la abadía de San Eucharius en Trier, cuyos abades eran amigos de Hildegarde, o sus propias hermanas en Rupertsburg. Lo más importante el que Hildegarde describe con detalle cada una de las pinturas y que dirigió y supervisó su ejecución. Estas iluminaciones han sido denominadas "nueva Creación", porque los objetos que caracterizaban la iconografia medieval fueron reformados por Hildegarde que los presentaba de forma nueva en sus visiones. Hildegarde dio a luz nuevas formas simbólicas desconocidas en la Edad Media.

V. ¿QUÉ OFRECE HILDEGARDE A NUESTRO TIEMPO?

Hildegarde, mística y profetisa, desea ser una mística práctica y útil a otros creyentes. Lo que esta monja de hace ocho siglos puede ofrecernos a los creyentes del siglo XX, es ayudarnos a recuperar una espiritualidad centrada en la creación, tan central en nuestra tradición judeocristiana. El Cristo Señor de la Creación, Señor del Cosmos, el Cristo cósmico, está en el centro de la espiritualidad de Hildegarde. La divinidad y la creatividad del ser humano, como imagen de Dios; la salvación como curación activa de las personas, los pueblos y las sociedades, la compasión como el celo por la justicia... todos ellos son valiosos elementos de su experiencia de Dios para nuestra espiritualidad. Me gustaría destacar algunas aportaciones que esta mujer puede ofrecernos a los cristianos de hoy:

1°) En una carta a San Bernardo de Claraval se queja de la carga que lleva como mujer en una cultura patriarcal: Yo soy desdichada y más que desdichada en mi existencia como una mujer, se queja. Como cualquier miembro de los anawim, de las gentes oprimidas, Hildegarde peleó durante años con los sentimientos de no puedo...  o no debería o quien soy yo para..., que le habían enseñado. Ella relata cómo frecuentemente enfermaba al sucumbir en estas actitudes y cubrir sus talentos y su voz y cómo su conversión, que le llevó de hecho a escribir sus visiones para una comunidad más amplia, la llenó de energía fisica y la levantó del lecho. Hildegarde nos puede enseñar que los pecados de silencio y de omisión son los mayores pecados de las personas esclavizadas, y que Cristo nos libera de todas nuestras esclavitudes.

Hildegarde luchó consigo misma y rompió su inactividad mediante la autoexpresión, mostrando así como la creación, el arte, es un camino de salvación y de liberación. En la música y en la poesía, en los escritos y en la predicación, en la organización de una resistencia profética se encuentra nuestro poder como co-creadores con Dios, colaboradores suyos. Ella nos desafía a ser plenamente nosotros mismos y a influenciar nuestra cultura y nuestra sociedad creativamente, desde nuestros talentos, expresando nuestra experiencia del Dios Creador sin frenarnos y contenernos "para nosotros mismos" o "para evitar complicaciones". De hecho, la vida de Hildegarda fue activa social y políticamente.

2°) Una espiritualidad integradora. Hildegarde reúne la santa trinidad del arte la ciencia y la religión. Estaba tan enamorada de la naturaleza, tan impresionada por la revelación de lo divino en la creación, que buscó las mejores mentes científicas de su tiempo, hizo enciclopedias de sus conocimientos, siguió las especulaciones científicas sobre las formas y los elementos del universo y las incorporó a su propia plegaria, a su imaginería, a su espiritualidad y a su arte. Para ella "toda la ciencia viene de Dios"; y en su respeto por la ciencia y su interés por ella anticipó la de Tomás de Aquino, que un siglo después trató de probar que el científico pagano Aristóteles era compatible con la fe cristiana.

Nosotros vivimos también es una época de grandes descubrimientos y cambios científicos. El desplazamiento del universo mecanicista de Newton provocado por Einstein ha dado rienda suelta a las aspiraciones espirituales y a la imaginación de poetas y fisicos. Después de siglos de un cosmos sin religión y una religión introvertida y sin cosmos, es posible volver a experimentar el misterio del cosmos y el espíritu volviendo a reunirse de nuevo. La ciencia y la espiritualidad pueden unirse de nuevo para crear una visión compartida. Pero además, para Hildegarde, el eslabón que puede unir espiritualidad y ciencia es el arte. Sólo la confianza en nuestra creatividad y nuestra imaginación, que se expresa en las múltiples formas del espíritu creativo humano, puede hacer que los paradigmas o modelos de la ciencia vivan y vibren en las almas de las personas. El arte nos despierta de nuestro aletargamiento y vence la apatía, calienta los corazones fríos y humedece las conciencias resecas de nuevo. El contexto adecuado-para la fe y la espiritualidad es el cosmos, no el alma privatizada e individual. Y la única forma de expresar esta experiencia cósmica es a través de la creatividad y el arte. Entonces los humanos nos convertimos en instrumentos musicales de Dios. Las obras de la humanidad no deben desaparecer advierte.

3º) Hildegarde amplía y profundiza nuestra compresión de la psicología. Para ella, la psicología está relacionada con el microcosmos y el macrocosmos. Ella ve el cuerpo y la psiche humanas como una creación en miniatura. Nosotros estamos en el cosmos y el cosmos está en nosotros. Somos interdependientes con toda la creación y es a partir de esta ley de la interdependencia de donde se puede aprender y practicar la verdadera sabiduría para vivir. Para Hildegarda: Dios ha planeado todas las cosas en el universo en consideración de todas las demás: Nosotros, en el siglo XX, hemos liberado los poderes cósmicos del átomo, pero carecemos de un sentido moral cósmico y una comprensión cósmica de la fisica y la biología.

Para Hildegarde no hay un dualismo profundo entre naturaleza e historia, el ser humano y la naturaleza, la creación y la salvación, la mística y la profecía. El universo está unificado en el Creador, que cada instante lo mantiene en su ser haciendo posible la nueva creación y la creatividad humana. En las iluminaciones de Hildegarde vamos a ver muchos ejemplos de mandalas, esos "mapas del cosmos" que se desarrollaron tanto en el Oriente como en el Occidente Medieval para "liberar la conciencia" y retornar a la conciencia primera de la unidad primigenia. Tratan de provocar en nosotros la reintegración y la conciencia holistica que puede sanarnos de nuestros egos, de nuestros egoísmos y de sus consecuencias a nivel global.

No puede haber una paz global y una justicia global sin una espiritualidad global. Hildegarde sintió profundamente que en cada ser humano se repite todo el drama del universo, muchos de sus mandalas se centran en el drama de la creación desplegándose en los humanos. Hildegarde cita al Creador: Yo he exaltado al género humano con la vocación de la creación. Sólo la humanidad es llamada a co-crear. Pero ella advierte: Toda la naturaleza está a la disposición de la humanidad Tenemos que trabajar con ella. Sin ella no podemos sobrevivir.

4°) Hildegarde nos recuerda nuestra vocación profética. No es sólo una mística, también es una profetisa, que se ve a sí misma y a su trabajo como deliberadamente profético. Ella molesta a los complacientes, provoca deliberadamente a los privilegiados, sean papas o emperadores, abades o arzobispos, monjes o princesas, para que sean más justos y más sensibles con los oprimidos. Muchas veces se compara con el profeta Ezequiel, que con sus visiones y sus imágenes simbólicas atacaba la corrupción de la religión en su tiempo y hablaba de Dios. Pero no fue una profetisa solitaria, su maternidad espiritual inspiró a muchas hermanas benedictinas. Hildegarda inició un movimiento político-místico en las tierras del Rhin que incluyó a Francisco de Asís, Mechtild of Magdeburg, Eckhart y Nicolás de Cusa.

Para Hildegarde la justicia juega un papel dominante en el cosmos, al que son inherentes el equilibrio cósmico y la armonía. Los santos, los benditos, son para ella aquellos que practican las obras de la justicia y así manifiestan a Dios en su tiempo en la tierra. La justicia es la batalla primera de la creación, permitir que reine la justicia es invitar al caos a destruir la obra de Dios. Frente a ello reaccionan los profetas: ¿Quienes son los profetas? Son un pueblo real, que penetra el misterio y ve con los ojos del espíritu. Ellos hablan iluminando la oscuridad. Hildegarde nos desafia a ser profetas a nuestro modo, en nuestra cultura y en nuestra religión.

5°) Hildegarde es profundamente ecológica en su espiritualidad. Nosotros necesitamos pasar de una conciencia egológica a otra ecológica. En buena parte reina la injusticia ecológica porque nos falta una espiritualidad ecológica. Hemos perdido nuestro sentido de la proporción al constuírnos un mundo exclusivamente a nuestra medida, humano, demasiado humano. La pérdida de contacto con la naturaleza nos ha provocado una profunda pérdida de sentido de criaturas y de identidad, una especie de soledad y una comprensión inadecuada de lo que es la vida.

En cambio, en el siglo XII; el Padre M.D. Chenu caracteriza el despertar de la conciencia de la naturaleza de la siguiente manera: La más simple pero no la menos significativa evidencia del descubrimiento de la naturaleza era su percepción del universo como una entidad (...) el todo penetra cada una de sus partes, es un universo viviente; Dios es concebido como un único ser vivo... porque existe una simple unidad, la armonía de este universo es sorprendente. Antes incluso de que el ser humano lo contemple, el universo está lleno de Dios.

Hildegarde es muy rica expresando la intrínseca santidad de todo ser. Por ejemplo escribe, poniéndolo en boca de la sabiduría de Dios: Yo, la ardiente vida de la sabiduría divina, yo enciendo la belleza de las llanuras; yo hago brotar las aguas, yo prendo el sol, y la luna y las estrellas. Y de nuevo: No hay creación que no tenga un resplandor. Sea verdor o semilla, flor o belleza, no hay creación sin él. (...) La palabra es viviente, existente, espíritu, toda verdor exuberante, toda creatividad. Toda la creación es despertada, llamada, por la resonante melodía de la invocación divina de la palabra.

Hildegarde celebra la divinidad y la belleza inherentes a toda la creación, y lo hace en el contexto de una filosofia "erótica", pues para ella Dios a la creación se relacionan entre sí como el amante y la amada. Pero también mantiene la aproximación histórica: insiste en la responsabilidad moral de la humanidad. Hildegarde exclama: ¡La tierra no debe ser dañada! ¡la tierra no debe ser destruida!. Advierte a la humanidad que sus pecados de indiferencia y de injusticia con la naturaleza causarán dificultades también a la humanidad, porque la creación demanda justicia.

6° Hildegarde desafía también nuestra forma de hablar de Dios, sólo con el intelecto y la parte izquierda del cerebro. El arte, la imaginación, la sensibilidad, los sentimientos, el deseo, son tan importantes como la capacidad de análisis. Las pinturas, la música y la tradición oral preceden a la palabra elaborada en nuestro aprendizaje, también y especialmente en el de los pobres.

La educación espiritual debe incluir tanto el proceso como el concepto. La unión de ambos mueve a la persona y la saca de sí misma, haciendo que contribuya a la cultura. Nuestra vida espiritual es como un viaje y una aventura profundamente personal en el que debemos confiar en nuestras propias imágenes e intuiciones de Dios y estar abiertos a todo lo que de él nos llega en nuestra tradición, y muchas veces de la forma más significativa no únicamente a través de las racionalizaciones y as abstracciones especulativas. La experiencia del arte cristiano que nos habla de un Cristo vivo, de las vidas y las obras de compasión y de justicia de los santos, y la experiencia del cosmos son el corazón de la espiritualidad.

7°) Hildegarde nos despierta a la importancia de la conciencia simbólica. Despertar al simbolismo es despertar a un establecer conexiones más profundo, a un misticismo y a un ecumenismo más profundo, a un sentido de la justicia más profundo.

El símbolo, el mito y la imagen son la substancia de la vida espiritual que nos pone en contacto con Alguien tan grande que sólo puede expresarse simbólicamente, lo mismo que nuestra relación con Él. El discernimiento de la profunda verdad que subyace escondida en la densa substancia de las cosas es revelada mediante los símbolos. El elemento simbólico es inherente a la espiritualidad cristiana, que es profundamente sacramental y que celebra la comunión con el Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo en sacramentos que emplean los símbolos del agua, la luz, la comida y el matrimonio. ¿Cómo vivir intensamente los sacramentos que nutren nuestra vida cristiana sin despertar a esta conciencia simbólica?

Como conclusión podemos decir que Hildegarde siguió un camino espiritual que todos estamos llamados a recorrer:

1°) Confió en su propia intuición y experiencia de éxtasis y unión;

2°) Profundizó en su propia conciencia simbólica;

3°) Respondió a su vocación creativa y profética, criticando los poderes de su cultura y tratando de recrear su mundo siguiendo la llamada del Espíritu.

Vamos a seguir ahora su invitación a un "despertar simbólico comentando algunas de sus iluminaciones.

VI. LAS ILUMINACIONES.

1. EL HOMBRE EN EL ZAFIRO AZUL: UN ESTUDIO SOBRE LA COMPASIÓN.

"La luz más tenue y en ella la forma de un hombre de color azul zafiro quemando como un fuego intermitente”

Este mandala denota compasión, por el color azul y las manos que se extienden como para curar y ayudar. Un campo de energía rodea al hombre. Su cuerpo está en el alma, y no su alma en el cuerpo. El alma es una entidad superior al cuerpo. La energía del hombre está abierta a otros campos superiores y puede mezclarse con ellos (apertura por la cabeza). El detalle tejido como un tapiz recuerda a la tela de araña cósmica. Hildegarde describe la Trinidad como "El Padre es luz viviente, el Hijo es relámpago y el Espíritu Fuego. " Dice que el fuego del Espíritu Santo mantiene unidad todas las cosas, sin el lazo invisible del Espíritu todo se disgregaría. Los círculos dorados y plateados que parecen cuerda señalan la unidad de todo lo viviente. Todo lo que existe está proyectado o tejido por un principio superior, y todo lo que implica tiempo está articulado o tejido por él. Hay una interconexión de todos los seres, pues "Dios a creado a todas las criaturas en consideración de todas las demás", y de la divinidad con la humanidad.

La sabiduría es la compasión. La necedad es falta de compasión maternal. Quien carece de ella muere de sed.  El azul es por ello el color de la compasión y del agua, un color dominante en esta imagen del cosmos.

Este mandala representa la divina Trinidad. "Una luz, tres personas, un Dios". Dios es representado circularmente, como un círculo en movimiento: "Se me mostró una rueda... la divinidad es en su omnisciencia y el, su omnipotencia como una rueda, un círculo, una plenitud, que no puede ser comprendida, dividida, empezada o acabada. Y "Así como un círculo abraza todo lo que está dentro de él, Dios abarca todo. (..) Dios te abraza. Estás rodeada por los brazos del misterio de Dios". Por lo tanto, el poder de Dios no es un poder abstracto y vengativo, sino maternal/paternal, amoroso y profundamente personal. Es un poder compasivo que no puede ser excluido de nuestras vidas y del universo, porque "nadie tiene el poder de dividir el círculo, de sobrepasarlo o limitarlo".

Para Hildegarde la sabiduría y la compasión van unidas. ¿Quienes son los compasivos y los sabios? "Cuando compasivamente tocas y limpias las heridas de los otros, entonces yo me reclino en tu lecho. Y cuando te reúnes con la gente sencilla y honesta de buena voluntad entonces yo estoy unido a ti en amorosa amístad ". "Yo, la sabiduría, mantengo unidas las cosas del cielo y de la tierra para el bien del ser humano. También tú debes lavar las heridas de los que están enfermos; y sostener al inocente y al justo. Con la ayuda de Dios deja que tu corazón goce con uno y otro”. La compasión es por lo tanto activa, mantiene unidos el universo y el aliento al cuerpo humano. Limpia, sostiene, celebra. Los cristianos hemos de "imitar al Juez y al Legislador supremo en su compasión".

El poder último de Dios, del universo y de la humanidad es la compasión. Todos nosotros somos capaces de la divina compasión que transforma la persona: "Yo estoy completamente inundada por la compasión interna; nada -oro o dinero, piedras preciosas o perlas- puede esconderme de los ojos de los pobres que lloran porque carecen de lo necesario para vivir". Lo que interfiere con la compasión es nuestra complacencia, nuestra comodidad que nos separa del dolor de los otros, de implicarnos con los otros, incluso de celebrar con ellos.

La compasión implica nuestra relación con todas las criaturas: "Cuando el ser humano mira el universo con compasión y confianza, ve a Dios. Es Dios lo que es entonces capaz de reconocer en cada cosa viviente. “Toda la creación es una teofanía y una fuente de divina revelación cuando es mirada con "compasión confiada".

Pero este mandala es ante todo una imagen de la Trinidad y de la entrada de la compasión divina en el mundo. El Cristo Azul es la revelación de la compasión de Dios, la encarnación de la compasión divina. A través de él el amor maternal de un Dios que lo abarca todo llega al ser humano. Es más, nosotros también somos "divinos", llamados a ser otros Cristos, si conectamos con el centro del universo, que en este mandala está representado como la divina compasión. Si nos identificamos con ella en la persona de Cristo, el Cristo azul, que es el corazón de la compasión en el universo, ella nos transformará. Hemos de buscar la unión personal con Cristo, uniéndonos al principio ideal de todas las cosas, la compasión, y poniéndola en el centro de nuestra vida. "La compasión de la gracia de Dios hará a los humanos encenderse como el sol" nos dice. Sólo hay una luz y un Dios, pero nosotros somos las manos divinas, los hijos y las hijas de Dios, destinados a llevar adelante la compasión divina. La compasión está en nuestro origen y en nuestro destino; ella es nuestra unidad y nuestra plenitud, nuestra salud y nuestra salvación. La compasión divina fluye en el universo y hemos de dejarla fluir en nuestro ser.

2. EL DESPERTAR DE HILDEGARDE: UN AUTORRETRATO.

La experiencia de conversión de Hildegarde tuvo mucho que ver con el arte, con la autoexpresión, que fue la que le curó de su pasividad, de lo que ella describe con "estar sin voz”, frustrada, fisicamente enferma. Durante mucho tiempo, por una humildad mal entendida y malos consejos de sus confesores, ella rechazó escribir. Hildegarda, en su conversión, abandonó el masoquismo, el síndrome "no puedo" y ello marcó su despertar espiritual. Al escribir su libro, en el proceso de autoexpresión, en el proceso de creación ella volvió a sentir su fuerza y su poder y se levantó del lecho de enferma.

Todo cristiano ha de vivir su experiencia de Pentecostés, del fuego del Espíritu que ilumina y nos hace conectar con lo más profundo de nosotros mismos y traerlo fuera. Nos cuenta como "inflamada por una ardiente luz se puso a escribir", porque el poder que el Espíritu despierta no es sólo para uno mismo, es difusivo, es para los otros. A partir de ese momento comienza su actividad misionera. Dios le encomienda a Hildegarde que escriba y hable de sus maravillas, y despierta su poder de comunicar, de decir la verdad y de ser crítica.

Todos los cristianos somos receptores del fuego de Pentecostés y tenemos una - vocación profética. Nuestra espiritualidad debe ayudarnos a descubrirla personalmente. La experiencia del Espíritu trae la conversión o el cambio de corazón, sin ella no hay experiencia cristiana. Es el Espíritu el que tiene el poder de despertarnos: "O Espíritu Santo, tu haces viva la vida, tu mueves todas las cosas, tu eres a raíz de todo ser creado, tu despiertas y vuelves a despertar todo lo que es".

Hildegarde describe el poder de Dios con metáforas vegetales: Dios tiene poder para reverdecerlo todo, es poder de reverdecer, refrescar la vitalidad y dar fruto, y un fruto que dura. La Palabra es toda verdor, creatividad, el manantial más puro que repara las fuerzas de aquellos que están cansados. Dios es el gran manantial subterráneo. El Espíritu es el poder de reverdecerlo todo en movimiento, haciendo todas las cosas crecer, expandirse, celebrar. Jesucristo es el verdor encarnado: "En el principio todas las criaturas eran verdes y vitales; florecían entre las flores. Más tarde, el mismo verdor bajó a la tierra. "

La viriditas es la frescura de Dios que los seres humanos recibimos para reponer nuestras fuerzas fisicas y espirituales. Es el poder de la primavera, una fuerza germinal, una fecundidad que viene de Dios y permea toda la creación. Esta poderosa fuerza de vida procedente de Dios la creación entera la respira por todos sus poros. María, la Madre de Dios es celebrada como la viridissima virga, la más verde de todas las ramas, la más fecunda de todos nosotros. Ella, bendecida por Dios y llena de su gracia, del poder creador del Espíritu, está "llena de todo el poder del verdor de la primavera".

El ser humano está llamado a crear, a no secarse. El mayor pecado es ignorar o emplear diabólicamente nuestro poder creador. Somos colaboradores y Dios y hemos de transformarnos en un huerto florido. El bautismo nos "riega" para que demos fruto, y un finto que dure. Como toda la creación hemos de alabar esa capacidad que Dios nos ha dado, que nos ha enviado la lluvia bautismal para que crezcamos y demos fruto.

3. EL HUEVO DEL UNIVERSO.

Hildegarde recoge la imagen esférica del cosmos de su tiempo, integrando la ciencia de su tiempo en su plegaria, porque "toda la sabiduría viene de Dios". ¿Qué implica la rica imagen del universo como un huevo?

1° Unidad, plenitud: "O Espíritu Santo, tu eres la poderosa manera en la que cada cosa que está en los cielos, en la tierra, y bajo la tierra, está penetrada con la conexión, penetrada con la relación ";

2° El universo es un ser orgánico, vivo, incipiente. Un huevo es el inicio de un nuevo ser, una nueva creación; Hildegarde celebra el potencial de nuestro cosmos, sus misterios todavía no revelados.

3° Los humanos somos instrumentos de ese despliegue de la creación, somos co­creadores con Dios en cada cosa que hacemos. Por eso la humanidad es la consumación de la obra de la creación. Somos la única especie que puede reflexionar sobre las leyes, sobre la historia y la belleza del universo, celebrarla y contarla. "Todo en la naturaleza, la suma total del cielo la tierra, es un templo y un altar para el servicio de Dios”.

Las llamas alrededor del huevo son Dios que arde en todas parte, Dios sobre todas las cosas rodea el cosmos y lo permea. La justicia y la harmonía divinas mantienen el universo en equilibrio. Hay una justicia y un equilibrio cósmico que sólo los hombres rompen y desobedecen.

En este mandala Hildegarde identifica el sol con Cristo "el hijo de la justicia, que como el relámpago del amor ardiente y que existe con tal gloria que cada criatura es iluminada por el resplandor de su luz. " Es un Cristo resucitado Señor del Cosmos que en Dios refleja su luz sobre la Iglesia, que es la luna, y que no está fundada sobre sí misma, pues depende de Cristo. Las dos antorchas superiores son el Antiguo y el Nuevo Testamento. Los tres vientos simbolizan el anuncio del evangelio y el sacramento del bautismo, que son los medios por los que se extiende la fe. A la derecha está el Espíritu, viento, soplo de Dios que enmarca y da consistencia a toda la creación.

4. LA RUEDA CÓSMICA.

Aquí Hildegarde nos muestra su visión del universo, que no es una esfera, sino una rueda que gira en el pecho de una inmensa figura. La figura del centro de la rueda con los brazos extendidos como un cruz lo denomina el centro mística del universo. Como el árbol de la vida, la cruz es el centro del universo. La figura que rodea la rueda con sus brazos es el amor de Dios que con figura humana manifiesta su exquisita belleza y sus dones. El amor de Dios que despierta a la vida a toda la creación. Es la sabiduría de Dios que mantiene la justicia cósmica. El cosmos entero descansa en el regazo del Creador. En el centro de la rueda está la figura humana, toda la creación la rodea y está a su servicio. Es un cosmos hospitalario del que somos el centro pero del que somos también interdependientes. En el centro de la estructura del mundo, tenemos una responsabilidad moral de creatividad y liderazgo, también de practicar la justicia.

Hildegarde nos recuerda: "Aunque pequeña en estatura, la humanidad es poderosa por el paf de su espíritu. Su cabeza se orienta hacia arriba y sus pies están asentados sólidamente en la tierra, y puede poner en movimiento las más altas y las más bajas cosas. Cualquier cosa que hagan sus obras a derecha o izquierda permea el universo, porque en el poder de su humanidad interior tiene el potencial de conseguir tales cosas. Así como el cuerpo de un ser humano excede el tamaño de su corazón, también los poderes del alma son más poderosos que los del cuerpo... "

Las figuras de los animales también representan los poderes de las virtudes, que mantienen a la humanidad avanzando y trabajando en el universo.

S. EL SER HUMANO COMO MICROCOSMOS DEL MACROCOSMOS.

Dios ha construido la forma humana en la estructura del mundo. Por eso los vientos afectan nuestra salud, y también la forma en que respiramos. La armonía humana es fundamental para el cosmos y viceversa. Esto debemos tenerlo en cuenta en nuestra vida humana. Todos los seres del cosmos respiramos el mismo hálito vital que procede del Espíritu. El aires que respiramos no sólo es cósmico, también es divino.

¿Cómo podemos permanecer saludables los seres humanos? Mediante el equilibrio, mediante la justicia, armonizándonos con la creación y el Creador. Hildegarde ve también en esta imagen a Cristo, el Nuevo Adán, en él podemos ver y conocer a Dios en forma humana. En Él se comprometieron definitivamente la humanidad y la Divinidad y la nueva creación ha comenzado de nuevo.

6. CULTIVANDO EL ÁRBOL CÓSMICO.

Vemos en la rueda cósmica a los seres humanos cultivando la tierra a través de las estaciones del año y de las estaciones de sus vidas. La creatividad humana, su cultivo de la tierra y el cosmos es la culminación de la creación divina. Los seres humanos continúan el proceso creador de Dios. El mundo es "orgánico", el trabajo humano se requiere para desarrollar su potencial pleno. Nuestra divinidad es nuestra creatividad.

7. CRISTO CÓSMICO MANIFIESTA SU GLORIA.

Cristo sentado en el trono de gloria aparece en un pedestal con forma de concha, que en la Edad Media era un símbolo del agua como fuente de fertilidad. La tierra aparece sometida a sus pies como un útero acuático. Cristo ofrece una fuente de agua viva para todos aquellos que tienen sed de justicia. En los tiempos mesiánicos dice Hildegarde, la justicia fluirá como un río. El color dorado = gloria, divinidad, majestad de Cristo. Dios Creador ama la justicia: "Dios es la justicia resplandeciente”. Jesucristo con su poder establece la verdadera justicia de Dios, que ha de encender los corazones de los creyentes. El agua nos remite también al bautismo, que nos recrea a imagen de Cristo, Sol de Justicia.

Sumario