"Desde niña tuve
la impresión y quizá me equivoqué porque seguramente hay medios de
amalgamarlos, pero nadie me los había indicado de que debía elegir entre la
religión, tal como la veía a mi alrededor, es decir, la católica, y el
universo.
Yo sentía eso desde
niña, cuando salía de la iglesia y caminaba por los bosques del Mont Noir. En
ese momento, esos dos aspectos de lo sagrado me parecían incompatibles, uno
me parecía mucho más vasto que el otro: la Iglesia me ocultaba el bosque. No
digo que tal dilema sea necesario. Puedo comprender muy bien que un católico
pueda reunir a ambos, en especial entre los más abiertos de nuestra época, o
por el contrario en un pasado lejano, pero en el catolicismo bastante
empobrecido, como era el de comienzos de siglo, no era posible. Esta unión de
los dos, la encontré más tarde en los antiguos santos de Irlanda -empleo una
frase que ya fue empleada antes por Renan- y en algunos otros santos que
tuvieron al mismo tiempo ese sentimiento de la naturaleza y ese sentimiento
de la trascendencia "
(Marguerite Yourcenar, Con los ojos abiertos)
"La fe crea, en
cierto modo, su objeto. Y la fe en Dios consiste en crear a Dios, y como es
Dios el que nos da la fe en El, es Dios el que se está creando a sí mismo de
continuo en nosotros... El poder de crear un Dios a nuestra imagen y
semejanza, de personalizar el universo, no significa otra cosa sino que
llevamos a Dios dentro, como substancia de lo que esperamos, y que Dios nos
está de continuo creando a su imagen y semejanza.
Y se crea a Dios, es
decir, se crea Dios a sí mismo en nosotros por la compasión, por el amor.
Creer en Dios es amarle
y temerle con amor, y se empieza por amarle aun antes de conocerle, y
amándole es como se acaba por verle y descubrirle en todo.
(..) Ahí está una masa
informe; parece una especie de animal; no se le distinguen miembros; sólo veo
dos ojos, y ojos que me miran con mirada humana, de semejante, mirada que me
pide compasión, y oigo que respira. Y concluyo que en aquella masa informe
hay una conciencia.
Y así, y no de otro
modo, mira el creyente el cielo estrellado, con mirada sobrehumana, divina,
que le pide suprema compasión y amor supremo, y oye en la noche serena la
respiración de Dios que le toca el cogollo del corazón, y se revela en él.
Es el Universo que
vive, sufre, ama y pide amor".
(Miguel de Unamuno, Del
sentimiento trágico de la vida)
I. INTRODUCCIÓN.
Para comenzar me
gustaría plantear dos cuestiones:
lº) Ante los grandes
problemas con los que nos enfrentamos los seres humanos en los umbrales del
siglo XXI, en nuestra búsqueda de la supervivencia, ¿necesita la humanidad un
nueva "sabiduría"?;
2°) ¿Puede ofrecernos
alguna luz, ofrece tal sabiduría nuestra tradición espiritual?
Mi respuesta a ambas cuestiones
es que sí. Cuando utilizo la palabra "sabiduría" pienso en la
definición que la Biblia nos da: que las personas podamos y sepamos vivir. Me
siento muy cómoda con esta compresión de la sabiduría. Creo que abarca la
anchura y la profundidad del vivir humano y cósmico y creo que da nombre a
los que Dios Creador quiere para todas sus criaturas: que la gente de esta
preciosa tierra, todos los pueblos, podamos vivir. Pero ¿qué significa esto?
Obviamente que no muramos antes de tiempo, pero también algo mas. Vivir no es
meramente sobrevivir. Vivir implica belleza, libertad de elección, dar
nacimiento, disciplina, celebración. Vivir no es lo mismo que comprar, no es
lo mismo que hacer un nido en el que escapar de los sufrimientos de unos y
otros. Vivir tiene algo que ver con el eros, con el amor a la vida, y con el amor a las vidas de los otros, el derecho de
los otros al eros y a la dignidad. Aquí descansa
la sabiduría: que las personas podamos y sepamos vivir. Pero ¿dónde la
encontramos?
El E.F. Schumacher de la última
época creía que hay dos lugares en los que se puede encontrar sabiduría: en
la naturaleza y en las tradiciones religiosas. Para buscar sabiduría en la
naturaleza debemos acudir a aquellos que han amado la naturaleza lo bastante
como para estudiarla. Puesto que la ciencia explora la naturaleza puede ser
una poderosa fuente de sabiduría. Frecuentemente lo ha sido. Por ello en
cualquier cultura imaginable, religión y ciencia eran compañeras que ofrecían
a la gente unos mitos cósmicos que les permitía entender su universo,
encontrar significado en él y vivir sus vidas con sentido. Sin embargo, en
Occidente, la religión y la ciencia han estado enemistadas desde el siglo
XVII. Esta ruptura ha sido desastrosa: la religión se ha privatizado y la
ciencia ha perdido la "reverencia" por la naturaleza.
Dados los graves
problemas a los que nos enfrentamos en nuestro siglo: el hambre de dos
tercios de la humanidad, la crisis ecológica, el desempleo, el potencial
destructivo que hemos acumulado en nuestros arsenales nucleares, la
biotecnología... me gustaría plantearos esta tarde una cuestión: ¿puede
nuestra tradición espiritual cristiana aportarnos alguna luz ante los retos
que nos desafian? ¿Puede ofrecernos sabiduría y abrirnos a una espiritualidad
integradora que nos proporcione el "equipamiento interior" para
responder de acuerdo con la voluntad de Dios?
Anunciar y vivir la
Buena Noticia en nuestro mundo en crisis pasa por recuperar una
espiritualidad de- la creación que nos ayude a buscar la fuente de todo y a
comprender las relaciones entre todas las cosas y de nosotros con Dios y
entre nosotros. La espiritualidad de la creación comienza en la creación y en
el cosmos. Sólo más tarde se detiene en la historia humana, que aparece como
una piedra preciosa engarzada en el gran drama de la creación misma. Comienza
con la cosmología y puede ayudarnos a descentrarnos de nosotros mismos, del
antropocentrismo de nuestra cultura moderna que está destruyendo el planeta.
Porque no puede haber antropología sin cosmología. Los hombres no existimos
aparte de las estrellas.
Una larga tradición
judeo-cristiana
La espiritualidad de la
creación no es un camino recién inventado. A partir de la Edad Moderna, los
Occidentales rompimos con la cosmología bíblica y nos introdujimos en un
mundo mecanicista del que Dios estaba ausente. A Dios había que buscarlo en
lo más recóndito del alma espiritual. Comenzó un proceso de privatización e
interiorización de lo espiritual que dura hasta nuestros días. La diferencia
cartesiana entre la res cogitans y la res extensa no hizo más que favorecer
esa escisión entre el alma espiritual y el cuerpo-materia alejados de Dios.
Sin embargo la
espiritualidad de la creación se enraíza en la Biblia. El autor yahvista, los
libros proféticos y sapienciales, los salmos, todos ellos descubren la
presencia de Dios en la creación y los vínculos que entrelazan al Dios
trascendente con sus criaturas y que se van estrechando hasta su íntima unión
en Jesucristo. Jesucristo creció en esta tradición y enseñó desde ella, su
Encarnación es su expresión máxima, y las primeras comunidades cristianas
celebran al "Cristo Cósmico", principio, centro y fin de la
creación, que "es en Cristo". Por él la creación entera participa en
la salvación:
"Él es imagen del Dios invisible,
primogénito de toda la creación, pues por él fue creado todo, en el cielo y
en la tierra: lo visible y lo invisible, majestades, señoríos, autoridades y
potestades. Todo fue creado por él y para él, él es anterior a todo y todo
tiene en él su consistencia.
Él es la cabeza del
cuerpo, de la Iglesia.
Él es el principio,
primogénito de los muertos, para ser el primero de todos.
En él decidió Dios que
residiera la plenitud, que por medio de él todo fuera reconciliado consigo,
haciendo las paces por la sangre de la cruz entre las criaturas de la tierra
y las del cielo".
(Col 1,15-19)
La espiritualidad de la
creación también se encuentra en los Padres griegos de la Iglesia,
especialmente en el papel que el Cristo cósmico juega en su teología. Basilio
de Cesarea, por ejemplo, dice "la Palabra de Dios domina la creación". y Gregorio Nacianeeno
dice que "Cristo existe en todas las cosas que son". San Ireneo
dice que "la gloria de Dios es el hombre viviente (o que el hombre viva)
". Podríamos dar muchos ejemplos de los Santos Padres. Esta tradición
continúa a lo largo de la Edad Media y tiene un esplendor especial a partir
del siglo XII con Hildegarde de Bingen, Francisco de Asís y Tomás de Aquino.
En el siglo XV nos encontramos con otra figura impresionante: Nicolás de
Cusa. También artistas, poetas y profetas del cambio social engrosan esta
tradición a lo largo de los siglos.
La tradición de una
espiritualidad centrada en la creación es una tradición viva que nos es
entregada por nuestros antecesores en la comunión de los santos. Es una vía
de experiencia de Dios, no un depósito muerto de verdades dogmáticas. Una
forma de ver el mundo y de vivir insertados en la Realidad con mayúsculas.
Puede sernos muy iluminador integrar esta sensibilidad en nuestra experiencia
y en nuestro proceso espiritual.
Porque la
espiritualidad de la creación es un movimiento.
No es una teoría. Es una forma de ver el mundo descubriéndonos insertados
en el proceso creador de Dios, que no sucedió una vez en el pasado, sino que
está en marcha, y del que nosotros formamos parte. Como imágenes del Dios
creador nosotros también estamos llamados a con-crear con él y transformar
este mundo, siendo conscientes de nuestro poder creador y poniéndolo a
trabajar en Dios. La espiritualidad centrada en la creación es un movimiento que quiere liberar también
nuestra rabia, nuestro sufrimiento, nuestra frustración y nuestra
desesperación despertándonos para la liberación, para la creatividad y la
autoexpresión.
II. FUNDAMENTACIÓN
TEOLÓGICA.
1. La creatio
continua.
La fe cristiana en la
creación nos dice que Dios crea por libremente y por amor, dotando a todas
las cosas de consistencia, verdad y bondad propias (GS 36). Por lo tanto el
mundo tiene un sentido, no puede fracasar, porque Dios el responsable último
de su suerte. Dios no es el dios deísta que crea el mundo y lo abandona a su
suerte, Dios conserva perenne y amorosamente en sus manos a loa seres que ha
llamado a la existencia. Así pues, allí donde está lo creado, allí está Dios,
distinto de hecho en su ser, pero presente hasta lo más íntimo en sus
criaturas intimior intimo meo (San Agustín). En cada instante Dios está creando la realidad, su
trascendencia no impide su inmanencia en cada criatura en todos y cada uno de
los instantes de su existencia. Dios, como diría Bonhoeffer, no está
"allá arriba", sino también "aquí abajo"; está "en
lo alto" y también "en la profundo".
Está claro que ese Dios
suburbial, acorralado en el margen de la realidad y al que sólo se le
reconoce funciones propias de un retén de bomberos, nada tiene que ver con la
imagen bíblica del Dios Creador. Tampoco coincide con la visión cristiana la
idea de un mundo sólidamente asentado en sí mismo, al que le bastaría como
mucho una revisión general de vez en cuando para seguir funcionando sin
tropiezos.
Según la concepción
bíblica Dios crea el mundo y lo gobierna providentemente. Esta creación y
este gobierno tiene una estructura evolutiva, casi biológica: la creación
está en marcha, sigue en marcha. Dios crea a partir de comienzos ínfimos y
promociona a la
criatura haciéndole hacer, otorgándole una virtualidad creadora, cuya máxima
expresión es la humanidad creativa, imagen del Dios Creador. Las criaturas no
somos espectadores pasivos, la acción creadora de Dios se desarrolla en un
mundo en evolución, a través de las criaturas.
La noción cristiana de
providencia (Mt 6,23-34), rectamente entendida, significa que allí donde se
desarrolla en la existencia la búsqueda del reino de Dios y su justicia, el
mundo comienza a configurarse - no como realidad extraña y amenazante, sino
como recinto acogedor, como patria y hogar del existir. La confianza en la
providencia surge de la persuasión de que no son la fortuna o el azar los
factores que presiden el mundo, sino la benevolencia de un ser personal y
paternal.
2. Visto desde Dios
todo es sacramento.
3. Mundo sacramental:
función indicadora v función reveladora.
(De Leonardo Boff, Los
Sacramentos de la vida, Sal Terrae)
III. LAS CUATRO VÍAS DE
LA ESPIRITUALIDAD DE LA CREACIÓN.
El teólogo
norteamericano Matthew Fox expresa el camino de la espiritualidad de la
creación a través de cuatro vías por las que hemos de caminar a la vez como
en una espiral continua. Estas cuatro vías son diferentes de las tres vías
clásicas identificadas por Plotino: purgación, iluminación y unión, y su meta
se expresa mejor en la compasión que en la contemplación y la ruptura con el
mundo y todo lo que nos relaciona con él.
Las cuatro
vías de la espiritualidad de la creación quieren conducimos a saborear la
creación de Dios, a aceptar el dolor y el sufrimiento de la existencia en
Dios, sin huir de él, como Cristo, a liberar nuestra creatividad, y a
transformar nuestro mundo de acuerdo con la justicia divina, que es compasión
con los que sufren, los pobres, los anawim,
siguiendo nuestra vocación profética.
La Vía positiva nos
conduce a la sabiduría, a "saborear" el mundo como Creación de Dios
y descubrir en él su huella y su presencia; a descubrir cómo todos los seres
somos "humildes", creados por Dios del "humus", de la
tierra y que por lo tanto todos estamos vinculados entre nosotros y a la
tierra; a descubrir que cada ser es una "palabra de Dios", que nos
ha llamado a la existencia, y una transparencia suya. Nos invita a celebrar
comunitariamente y a dar gracias por la creación. La Palabra de Dios nos
enseña a descubrir el mundo como creación y a cultivar este discernimiento
espiritual en nosotros.
Unos versos del
Eclesiástico nos servirán para resumir la actitud de los poetas bíblicos en
este sentido:
"Voy a recordar
las obras de Dios y a contar lo que he visto: por la palabra de Dios son
creadas
y de su voluntad
reciben su tarea. Una excede a otra en belleza: ¿quién se saciará de
contamplar su hermosura? " (Eclo 42,15-25)
Y Eclo
43,1-27 concluye su himno al Creador, que se fija en la maravilla de todas
las obras creadas, de la siguiente manera:
"Aunque
siguiéramos, no acabaríamos, la última palabra: El lo es todo".
La Vía negativa nos enseña que el dolor y el
sufrimiento, la oscuridad y la nada, forman también parte de nuestra
existencia. Nos enseña a aceptar el sufrimiento, a no temer enfrentarnos a él
o hundirnos en él, porque en el fondo del sufrimiento también está Dios, para
liberarnos. El silencio y el vacarse, el renunciar y en el dejar ser, el
dolor y el sufrimiento, también forman parte de nuestro itinerario
espiritual.
"Así dice el Alto
y Excelso,
Morador eterno cuyo
nombre es Santo, Yo moro en la altura sagrada,
pero estoy con los de
ánimo humilde y quebrantado,
para reanimar a los
humildes,
para reanimar a los de
corazón quebrantado." (Is 57,15)
La Vía creativa nos
invita a sumir nuestra condición de co-creadores con Dios; nos educa en la
confianza en nosotros mismos, en la capacidad de crear que Dios ha puesto en
nosotros para autoexpresarse y compartir con los demás. Todos podemos crear,
sin embargo muchas veces caemos en el "masoquismo": "yo no
puedo", o en el "sadismo", convietiéndonos en meros
consumidores de los demás y de la tierra.
El bellísimo texto de
la Creación del hombre, varón y mujer "a imagen de Dios" Creador,
nos recuerda que en nuestra capacidad de crear está nuestra imagen de Dios.
Cuando creamos para el bien estamos dando gloria a Dios y honrándole. Además
podemos recordar a los muchos autores bíblicos que ante la maravilla de la
Creación de Dios despiertan su creatividad y componen hermosos poemas, como
el Salmo 104 que concluye así:
"¡Gloria al Señor
por siempre y goce el Señor con sus obras! Cuando mira la tierra ella tiembla,
toca los montes y echan humo. Cantaré al Señor mientras viva tañeré para mi
Dios mientras exista. Que le sea agradable mi poema, y yo me alegraré con el
Señor." (Sal 104,31-34)
La Vía transformativa
nos conduce a descubrir nuestra vocación profética. Jesús, en la línea de los
profetas actuó aliviando el sufrimiento, combatiendo la injusticia, y
estableciendo la justicia de Dios, que es salvación, en la sociedad y en la
historia. Nosotros hemos sido ungidos como profetas en el bautismo, para ser
discípulos suyos, criaturas nuevas para un cielo nuevo y una tierra nueva.
Cuando actuamos en coherencia con nuestra dignidad profética Dios se hace
presente en medio de nosotros. Toda nuestra imaginación y nuestra creatividad
ha de ponerse al servicio de la compasión, que siempre exige la justicia.
Dice el profeta Isaías:
"El ayuno que yo
quiero es éste: Abrir las prisiones injustas, hacer saltar los cerrojos de
los cepos, dejar libres a los oprimidos, romper todos los cepos; partir tu
pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que ves
desnudo y no cerrarte a tu propia carne. Entonces romperá tu luz como la
aurora, enseguida te brotará la carne sana; te abrirá camino tu justicia,
detrás irá la gloria del Señor. Entonces clamarás al Señor y te responderá;
pedirás auxilio y te dirá: Aquí estoy.
Si destierras de ti los
cepos, y el señalar con el dedo y la maledicencia; si das tu pan al
hambriento y sacias el estómago del indigente, surgirá tu luz en las
tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía. El Señor te guiará siempre, en
el desierto saciará tu hambre, hará fuertes tus huesos, serás un huerto bien
regado, un manantial de aguas cuya vena nunca engaña, reconstruirás viejas
ruinas, levantarás sobre los cimientos de antaño; te llamarán tapiador de
brechas, restaurador de casas en ruinas".
La espiritualidad de la
creación es, en este sentido, además de contemplativa, una espiritualidad
profética.
IV. HILDEGARDE DE
BINGEN, SU TIEMPO Y SUS ILUMINACIONES.
Dice Walter Kasper, obispo y
gran teólogo, que los santos son la exégesis viva de la Palabra de Dios.
Hemos visto las hondas raíces bíblicas de la espiritualidad de la creación.
¿Es posible vivir esta espiritualidad? ¿Existen hombres y mujeres en nuestra
larga tradición eclesial que la hayan vivido? Evidentemente sí. Hay muchos
ejemplos, pero nosotros vamos a detenernos esta tarde en una mujer
sorprendente del siglo XII, -fildegarde de Bingen que puede aportarnos alguna
sabiduría espiritual a los hombres y mujeres del siglo XX.
1. Hildegarde, su vida y
su tiempo.
Hace 800 años, en el exuberante
valle de Rhineland, vivió esta mujer de extraordinario espíritu y coraje.
Hildegarde desarrolló su vida entre el año 1098 y el 1179, en un siglo que
dio nacimiento a lo que ha sido denominado acertadamente el más grande
Renacimiento cristiano. En este periodo se levantó la Catedral de Chartres,
Eleanor de Aquitania y Tomás Becket irrumpieron en la escena política;
Bernardo de Claraval reformó la vida monástica y lanzó la segunda cruzada; la
Escuela Catedralicia de París estaba evolucionando hacia la Universidad de
Paris, y su facultad aprobó los escritos de Hildegarda cuando ella viajó allí
con sus libros bajo el brazo a los setenta años. También durante esta época
Eloisa y Abelardo se enamoraron y nos legaron su trágica historia.
A través de toda la
agitación y creatividad del periodo, Hildegarde llevó adelante su trabajo
predicando y enseñando, organizando y restaurando, fundando monasterios y
viajando, componiendo, escribiendo, curando, estudiando y profetizando. Nos
ha dejado en torno a un centenar de cartas a papas y emperadores, obispos,
arzobispos, monjas y nobles. Además de 72 canciones incluyendo una obra moral
musicada que puede ser considerada una ópera, por la que Hildegarde ha sido
recientemente valorada por llevar el vocabulario de la música medieval
radicalmente más allá de las normas, y por crear un estilo musical
elevadamente personal. Nos ha dejado también setenta poemas y nueve libros,
tres de los cuales son tratados teológicos, el Sci vías lucis, el Liber Vitae Meritorum de ética, y De
Operatione Dei. Entre los otros
libros hay uno de fisiología, Liber Simplicis Medicinae. Este libro, también llamado Physica, combina observaciones botánicas y biológicas junto con
consejos farmacéuticos a partir de su conocimiento de piedras, plantas,
árboles y hierbas. También escribió un libro sobre la salud llamado Liber Compositae Medicinae o Causae et Curae en el que diserta sobre los síntomas, causas y
curas de las enfermedades fisicas. Fue la autora de una interpretación de la
Regla de San Benito, un comentario de los evangelios, uno del credo de San
Atanasio, y dos biografías de santos, San Disibode y San Ruperto.
Nació en el verano de
1098 en Bickleheim, en la orilla izquierda del río Hahe, un afluente del Rhin
que desemboca en éste en la ciudad de Bingen. Su padre era un caballero alemán ligado al
castillo de Bickelheim. Hildegarde era la más pequeña de diez hermanos y
admitió haber tenido experiencias visionarias ya cuando era una niña. Fue
educada por una tutora, Jutta, que vivía en el monasterio benedictino del
Monte de San Disibode. A los ocho años, Hildegarde se unió a Jutta y a otra
mujer en el monasterio y fue educada en las tradiciones benedictinas de la
música, la rueca, la historia bíblica, la plegaria y el trabajo. A los 18
años tomó el hábito benedictino.
En 1136
Jutta murió e Hildegarde fue elegida para dirigir la comunidad femenina, que
estaba constituida por una docena de personas. Cuatro años después,
Hildegarde tuvo su despertar espiritual, como veremos en la segunda visión, a
partir de la cual ella asumió su vocación y su vida creativa. Desde este
momento asumió la responsabilidad de compartir las visiones y los
pensamientos que había estado incubando durante años y empezó a escribir. Se
le asignó un secretario, un joven monje llamado Volmar, que escribía lo que
ella le dictaba y
lo ponía en la forma gramatical latina correcta. Su primer libro lo escribió
durante un periodo de diez años. Trabajó en él desde los 42 hasta los 52
años. Lo llamó Sci vial lucis
(Conoce los caminos de la luz) y en él se contienen la mayor parte de las
iluminaciones que vamos a ver.
En medio de
este periodo creativo, el Papa Eugenio III fue a Trier de camino al Concilio
de Rheims. Habiendo oído acerca de una célebre mujer en Disibode, envió una
comisión a investigar. Esta comisión entrevistó a Hildegarde y la encontró
competente y auténtica y así se lo-hizo saber al Papa. Su obras
fueron llevadas al Papa y su comitiva, que incluía a Bernardo, el Abad de Claraval,
que había sido maestro del Papa, y todos ellos le dieron su aprobación. El
Papa animó a Hildegarde a continuar escribiendo. Ella también escribió al
papa pidiéndole que se esforzase más en la reforma de la Iglesia y de los
monasterios.
Su fama se
extendió y su comunidad de hermanas rápidamente incrementó su número, y tuvo
que buscar un monasterio más grande en Monte San Ruperto, cerca de Bingen y
del río Nahe, donde ella había crecido, y donde se trasladó en 1151.
Hildegarda fue consagrada Abadesa, y en su nuevo monasterio su comunidad
floreció tanto como su creatividad. En este momento tenía una segunda
secretaria, una hermana llamada Ricarda. Fundó otro monasterio en Eibingen en
1165 en el que había treinta hermanas. Cruzaba el Rhin dos veces a la semana
para visitarlas. Su propio monasterio tenía cincuenta hermanas, mujeres
dotadas para la música, el cantó y la pintura.
Bingen era
una importante ciudad, puesto que era uno de los pocos lugares desde donde
podía atravesarse el Rhin. Desde su monasterio en Rupertsburg, Hildegarde
marchaba a predicar a clérigos, laicos, monjes, monjas y diferentes
responsables de la Iglesia. Habitualmente predicaba en catedrales, como en
Bamber, en Trier, en Wurzberg, y en Ingleheim. En sus sermones denunciaba la
corrupción de la Iglesia, que ella describía como una madre que lloraba de
dolor. Predicó incluso en Constanza, en Suiza, en Colonia, en Sieberg, Bonn,
Anderbach, Metz, Bavaria y al Selva Negra. Su predicación impactaba
profundamente a la gente, por lo que los dirigentes de la Iglesia le pedían
los textos de sus sermones. Los Benedictinos de toda centroeuropa también la
invitaban a predicar en sus monasterios, y a los setenta y tantos años viajó
a Tours y a París.
Murió el 17 de
Septiembre de 1174.
2. El despertar a la
vida espiritual.
"Cuando tenía 47 años y siete meses, una luz
ardiente con un brillo tremendo que venía del cielo se vertió dentro de mi
mente entera. Como una llama que prende pero no quema, inflamó mi corazón y
mi pecho entero, del mismo modo que el sol calienta un objeto con sus rayos.
(..) De repente, yo podía gustar y comprender las narraciones de los libros.
Vi el salterio y los evangelios claramente y otros libros católicos del
Antiguo y del Nuevo Testamento. "
Hildegarde fue sobrecogida por
esta experiencia de intuición, de establecer conexiones, de visión interior
profunda, y enfermó. Fue cuando Dios liberó su creatividad y, según dice
ella, cuando puso mi
mano a escribir, cuando Hildegarde se curó y recibió nueva fuerza. Hildegarde empleó los
siguientes diez años escribiendo su primer libro.
¿Por qué nos referimos a estas
"visiones" como "iluminaciones"? Para Hildegarda, es el
Espíritu Santo el que nos ilumina. Como en Pentecostés, que Hildegarda dibuja
en su autorretrato, ella fue despertada por las lenguas de fuego que permiten
comprender en medio de Babel y capacitan para que una comunicación profunda
pueda darse entre las personas. Frecuentemente Hildegarde pinta al Espíritu
Santo como fuego:
Oh Santo Espíritu, Ardiente Confortador Espíritu,
Vida de la vida
de todas las criaturas" (..)
"¿Quién es el Espíritu Santo? El Espíritu Santo es Espíritu Abrasador.
Él enciende los corazones de la humanidad. Como el tímpano y la lira los
toca, reuniendo sonidos en el templo del alma... El Espíritu Santo resucita y
despierta todo lo que es.
Con toda seguridad todas estas
afirmaciones acerca del ardiente Espíritu Santo proceden de la propia
experiencia de Hildegarda con sus visiones y su vocación a predicar para
"inflamar" la compasión de la humanidad. EfiIdegarda celebra a Dios
como la luz viviente y la oscura
iluminación que
se ha dirigido a ella para que hable a las gentes. Sus iluminaciones tienen
como finalidad rescatar la divinidad de la oscuridad y permitir que lo divino
aflore en los corazones, y en el suyo propio en primer lugar. Como la luz del
sol, nos dice, su corazón fue enteramente encendido, y ella sintió la
necesidad de inflamar otros corazones para que la imaginación y la
creatividad, el perdón y la contrición puedan aflorar de nuevo en el mundo.
En su primera visión ella describe el despertar espiritual como una
invitación a entrar en
la luz del conocimiento de los misterios... donde con una luz brillante esta
serenidad brillará en adelante con fuerza entre aquellos que brillen a partir
de ese momento.
Hildegarde se denomina
a sí misma una "profetisa", y sus contemporáneos estaban de
acuerdo, pues la comparaban con la profetisa Débora y con Jeremías. Ella se
compara a sí misma con Judit, que salvó a Israel venciendo al general asirio
Holofernes, y con David, que venció a Goliat. Sus imágenes deben mucho a toda
la tradición apocalíptica de la Biblia, especialmente a los profetas Daniel y
Ezequiel. Sin embargo, la misma Hildegarda desanimaba a aquellos que definían
sus dones proféticos como capacidad de predecir o adivinar el futuro; en
continuidad con los profetas bíblicos clásicos, Hildegarda entendió su papel profético
como el de escrutar y juzgar el presente con tal profundidad que el futuro,
que en el presente se está decidiendo, pudiera traer el Reino de los Cielos
aquí y ahora.
La
enseñanza de Hildegarde forzaba a la gente a "despertar", asumir la
responsabilidad, hacer elecciones. Los profetas iluminan la oscuridad nos dice. Son las personas que
pueden decir, Dios me ha
iluminado en ambos ojos. Por ellos yo sostengo el esplendor de la luz en la
oscuridad. A través de ellos yo puedo escoger el camino que tengo que
recorrer, distinguiendo los caminos sabios de los caminos necios. La persona
que escoge los caminos de la sabiduría se convierte ella misma en una fuente que mana de las aguas de la vida...
Porque esas aguas -esto es, los creyentes- son un manantial que nunca se
extingue o se seca. Nunca nadie tendrá demasiado de ellos... las aguas a
través de las cuales ellos han renacido a la vida han sido rociadas por el
Espíritu Santo.
El
despertar espiritual de Hildegarde tiene muchos paralelos en la historia del
cristianismo y de otras culturas. Mircea Eliade, al examinar el fenómeno de
las iluminaciones cósmicas extrae algunas conclusiones: Todos los tipos de experiencia de la Luz que hemos
citado tienen este aspecto en común: transportan al hombre fuera de su
situación histórica y le proyectan en un Universo de cualidad diferente, un
mundo enteramente diferente, trascendente y sagrado. A partir de
ese momento la esencia del universo es espiritual. En todos estos despertares
el encuentro con la Luz produce una
ruptura en la existencia del sujeto, revelándole -o haciéndolo ver más
claramente que antes- el mundo del Espíritu, de lo sagrado y de la libertad;
en resumen, la existencia como una creación divina o el mundo santificado por
la presencia de Dios.
Las
iluminaciones que vamos a ver proceden en su mayoría del libro de Hildegarde Sci vías, algunas son de su obra De Operatione Dei. No sabemos quién realizó las
miniaturas. Posiblemente los monjes de la abadía de San
Eucharius en Trier, cuyos abades eran amigos de Hildegarde, o sus propias
hermanas en Rupertsburg. Lo más importante el que Hildegarde describe con
detalle cada una de las pinturas y que dirigió y supervisó su ejecución.
Estas iluminaciones han sido denominadas "nueva Creación", porque
los objetos que caracterizaban la iconografia medieval fueron reformados por
Hildegarde que los presentaba de forma nueva en sus visiones. Hildegarde dio
a luz nuevas formas simbólicas desconocidas en la Edad Media.
V. ¿QUÉ OFRECE
HILDEGARDE A NUESTRO TIEMPO?
Hildegarde, mística y
profetisa, desea ser una mística práctica y útil a otros creyentes. Lo que
esta monja de hace ocho siglos puede ofrecernos a los creyentes del siglo XX,
es ayudarnos a recuperar una espiritualidad centrada en la creación, tan
central en nuestra tradición judeocristiana. El Cristo Señor de la Creación,
Señor del Cosmos, el Cristo cósmico, está en el centro de la espiritualidad
de Hildegarde. La divinidad y la creatividad del ser humano, como imagen de
Dios; la salvación como curación activa de las personas, los pueblos y las
sociedades, la compasión como el celo por la justicia... todos ellos son
valiosos elementos de su experiencia de Dios para nuestra espiritualidad. Me
gustaría destacar algunas aportaciones que esta mujer puede ofrecernos a los
cristianos de hoy:
1°) En una
carta a San Bernardo de Claraval se queja de la carga que lleva como mujer en
una cultura patriarcal: Yo soy
desdichada y más que desdichada en mi existencia como una mujer, se queja.
Como cualquier miembro de los anawim, de las
gentes oprimidas, Hildegarde peleó durante años con los sentimientos de no puedo...
o no debería o quien soy yo para..., que le
habían enseñado. Ella relata cómo frecuentemente enfermaba al sucumbir en
estas actitudes y cubrir sus talentos y su voz y cómo su conversión, que le
llevó de hecho a escribir sus visiones para una comunidad más amplia, la
llenó de energía fisica y la levantó del lecho. Hildegarde nos puede enseñar
que los pecados de silencio y de omisión son los mayores pecados de las
personas esclavizadas, y que Cristo nos libera de todas nuestras
esclavitudes.
Hildegarde
luchó consigo misma y rompió su inactividad mediante la autoexpresión,
mostrando así como la creación, el arte, es un camino de salvación y de
liberación. En la música y en la poesía, en los escritos y en la predicación,
en la organización de una resistencia profética se encuentra nuestro poder
como co-creadores con Dios, colaboradores suyos. Ella nos desafía a ser
plenamente nosotros mismos y a influenciar nuestra cultura y nuestra sociedad
creativamente, desde nuestros talentos, expresando nuestra experiencia del
Dios Creador sin frenarnos y contenernos "para nosotros mismos" o
"para evitar complicaciones". De hecho, la vida de Hildegarda fue
activa social y políticamente.
2°) Una
espiritualidad integradora. Hildegarde reúne la santa trinidad del arte la
ciencia y la religión. Estaba tan enamorada de la naturaleza, tan
impresionada por la revelación de lo divino en la creación, que buscó las
mejores mentes científicas de su tiempo, hizo enciclopedias de sus
conocimientos, siguió las especulaciones científicas sobre las formas y los
elementos del universo y las incorporó a su propia plegaria, a su imaginería,
a su espiritualidad y a su arte. Para ella "toda la ciencia viene de Dios"; y en su
respeto por la ciencia y su interés por ella anticipó la de Tomás de Aquino,
que un siglo después trató de probar que el científico pagano Aristóteles era
compatible con la fe cristiana.
Nosotros vivimos también es una
época de grandes descubrimientos y cambios científicos. El desplazamiento del
universo mecanicista de Newton provocado por Einstein ha dado rienda suelta a
las aspiraciones espirituales y a la imaginación de poetas y fisicos. Después
de siglos de un cosmos sin religión y una religión introvertida y sin cosmos,
es posible volver a experimentar el misterio del cosmos y el espíritu
volviendo a reunirse de nuevo. La ciencia y la espiritualidad pueden unirse
de nuevo para crear una visión compartida. Pero además, para Hildegarde, el
eslabón que puede unir espiritualidad y ciencia es el arte. Sólo la confianza
en nuestra creatividad y nuestra imaginación, que se expresa en las múltiples
formas del espíritu creativo humano, puede hacer que los paradigmas o modelos
de la ciencia vivan y vibren en las almas de las personas. El arte nos despierta de nuestro aletargamiento y vence la
apatía, calienta los corazones fríos y humedece las conciencias resecas de
nuevo. El contexto adecuado-para la fe y la espiritualidad es el cosmos, no
el alma privatizada e individual. Y la única forma de expresar esta
experiencia cósmica es a través de la creatividad y el arte. Entonces los
humanos nos convertimos en instrumentos musicales de Dios. Las obras de la humanidad no deben desaparecer advierte.
3º) Hildegarde amplía y
profundiza nuestra compresión de la psicología. Para ella, la psicología está
relacionada con el microcosmos y el macrocosmos. Ella ve el cuerpo y la
psiche humanas como una creación en miniatura. Nosotros estamos en el cosmos
y el cosmos está en nosotros. Somos interdependientes con toda la creación y
es a partir de esta ley de la interdependencia de donde se puede aprender y
practicar la verdadera sabiduría para vivir. Para Hildegarda: Dios ha planeado todas las cosas en el universo en
consideración de todas las demás: Nosotros, en el siglo XX, hemos liberado los poderes cósmicos del átomo,
pero carecemos de un sentido moral cósmico y una comprensión cósmica de la
fisica y la biología.
Para
Hildegarde no hay un dualismo profundo entre naturaleza e historia, el ser
humano y la naturaleza, la creación y la salvación, la mística y la profecía.
El universo está unificado en el Creador, que cada instante lo mantiene en su
ser haciendo posible la nueva creación y la creatividad humana. En las
iluminaciones de Hildegarde vamos a ver muchos ejemplos de mandalas, esos "mapas del
cosmos" que se desarrollaron tanto en el Oriente como en el Occidente
Medieval para "liberar la conciencia" y retornar a la conciencia
primera de la unidad primigenia. Tratan de provocar en nosotros la
reintegración y la conciencia holistica que puede sanarnos de nuestros egos,
de nuestros egoísmos y de sus consecuencias a nivel global.
No puede
haber una paz global y una justicia global sin una espiritualidad global.
Hildegarde sintió profundamente que en cada ser humano se repite todo el
drama del universo, muchos de sus mandalas se centran en el drama de la
creación desplegándose en los humanos. Hildegarde cita al Creador: Yo he exaltado al género humano con la
vocación de la creación. Sólo la humanidad es llamada a co-crear. Pero
ella advierte: Toda la naturaleza está
a la disposición de la humanidad Tenemos que trabajar con ella. Sin ella no
podemos sobrevivir.
4°)
Hildegarde nos recuerda nuestra vocación profética. No es sólo una mística,
también es una profetisa, que se ve a sí misma y a su trabajo como
deliberadamente profético. Ella molesta a los complacientes, provoca
deliberadamente a los privilegiados, sean papas o emperadores, abades o
arzobispos, monjes o princesas, para que sean más justos y más sensibles con
los oprimidos. Muchas veces se compara con el profeta Ezequiel, que con sus
visiones y sus imágenes simbólicas atacaba la corrupción de la religión en su
tiempo y hablaba de Dios. Pero no fue una profetisa solitaria, su maternidad
espiritual inspiró a muchas hermanas benedictinas. Hildegarda inició un
movimiento político-místico en las tierras del Rhin que incluyó a Francisco
de Asís, Mechtild of Magdeburg, Eckhart y Nicolás de Cusa.
Para Hildegarde la
justicia juega un papel dominante en el cosmos, al que son inherentes el
equilibrio cósmico y la armonía. Los santos, los benditos, son para ella
aquellos que practican las obras de la justicia y así manifiestan a Dios en
su tiempo en la tierra. La justicia es la batalla primera de la creación,
permitir que reine la justicia es invitar al caos a destruir la obra de Dios.
Frente a ello reaccionan los profetas: ¿Quienes
son los profetas? Son un pueblo real, que penetra el misterio y ve con los
ojos del espíritu. Ellos hablan iluminando la oscuridad. Hildegarde nos
desafia a ser profetas a nuestro modo, en nuestra cultura y en nuestra religión.
5°) Hildegarde es
profundamente ecológica en su espiritualidad. Nosotros necesitamos pasar de
una conciencia egológica a otra ecológica. En buena parte reina la injusticia ecológica
porque nos falta una espiritualidad ecológica. Hemos perdido nuestro sentido
de la proporción al constuírnos un mundo exclusivamente a nuestra medida, humano, demasiado humano. La pérdida de contacto con la naturaleza nos ha
provocado una profunda pérdida de sentido de criaturas y de identidad, una
especie de soledad y una comprensión inadecuada de lo que es la vida.
En cambio, en el siglo
XII; el Padre M.D. Chenu caracteriza el despertar de la conciencia de la
naturaleza de la siguiente manera: La más simple pero no la
menos significativa evidencia del descubrimiento de la naturaleza era su
percepción del universo como una entidad (...) el todo penetra cada una de
sus partes, es un universo viviente; Dios es concebido como un único ser
vivo... porque existe una simple unidad, la armonía de este universo es
sorprendente. Antes incluso de que el ser humano lo contemple, el universo
está lleno de Dios.
Hildegarde
es muy rica expresando la intrínseca santidad de todo ser. Por ejemplo
escribe, poniéndolo en boca de la sabiduría de Dios: Yo, la ardiente vida de la sabiduría divina, yo
enciendo la belleza de las llanuras; yo hago brotar las aguas, yo prendo el
sol, y la luna y las estrellas. Y de nuevo: No hay creación que no tenga un resplandor. Sea
verdor o semilla, flor o belleza, no hay creación sin él. (...) La palabra es
viviente, existente, espíritu, toda verdor exuberante, toda creatividad. Toda
la creación es despertada, llamada, por la resonante melodía de la invocación
divina de la palabra.
Hildegarde
celebra la divinidad y la belleza inherentes a toda la creación, y lo hace en
el contexto de una filosofia "erótica", pues para ella Dios a la
creación se relacionan entre sí como el amante y la amada. Pero también
mantiene la aproximación histórica: insiste en la responsabilidad moral de la
humanidad. Hildegarde exclama: ¡La tierra
no debe ser dañada! ¡la tierra no debe ser destruida!. Advierte a
la humanidad que sus pecados de indiferencia y de injusticia con la
naturaleza causarán dificultades también a la humanidad, porque la creación
demanda justicia.
6° Hildegarde desafía
también nuestra forma de hablar de Dios, sólo con el intelecto y la parte
izquierda del cerebro. El arte, la imaginación, la sensibilidad, los
sentimientos, el deseo, son tan importantes como la capacidad de análisis.
Las pinturas, la música y la tradición oral preceden a la palabra elaborada
en nuestro aprendizaje, también y especialmente en el de los pobres.
La educación espiritual
debe incluir tanto el proceso como el concepto. La unión de ambos mueve a la
persona y la saca de sí misma, haciendo que contribuya a la cultura. Nuestra
vida espiritual es como un viaje y una aventura profundamente personal en el
que debemos confiar en nuestras propias imágenes e intuiciones de Dios y
estar abiertos a todo lo que de él nos llega en nuestra tradición, y muchas
veces de la forma más significativa no únicamente a través de las
racionalizaciones y as abstracciones especulativas. La experiencia del arte
cristiano que nos habla de un Cristo vivo, de las vidas y las obras de
compasión y de justicia de los santos, y la experiencia del cosmos son el
corazón de la espiritualidad.
7°) Hildegarde nos
despierta a la importancia de la conciencia simbólica. Despertar al
simbolismo es despertar a un establecer conexiones más profundo, a un
misticismo y a un ecumenismo más profundo, a un sentido de la justicia más
profundo.
El símbolo, el mito y
la imagen son la substancia de la vida espiritual que nos pone en contacto
con Alguien tan grande que sólo puede expresarse simbólicamente, lo mismo que
nuestra relación con Él. El discernimiento de la profunda verdad que subyace
escondida en la densa substancia de las cosas es revelada mediante los
símbolos. El elemento simbólico es inherente a la espiritualidad cristiana,
que es profundamente sacramental y que celebra la comunión con el Dios Padre,
Hijo y Espíritu Santo en sacramentos que emplean los símbolos del agua, la
luz, la comida y el matrimonio. ¿Cómo vivir intensamente los sacramentos que
nutren nuestra vida cristiana sin despertar a esta conciencia simbólica?
Como conclusión podemos
decir que Hildegarde siguió un camino espiritual que todos estamos llamados a
recorrer:
1°) Confió en su propia
intuición y experiencia de éxtasis y unión;
2°) Profundizó en su
propia conciencia simbólica;
3°) Respondió a su
vocación creativa y profética, criticando los poderes de su cultura y
tratando de recrear su mundo siguiendo la llamada del Espíritu.
Vamos a seguir ahora su
invitación a un "despertar simbólico comentando algunas de sus
iluminaciones.
VI. LAS ILUMINACIONES.
1. EL HOMBRE EN EL
ZAFIRO AZUL: UN ESTUDIO SOBRE LA COMPASIÓN.
"La luz más tenue
y en ella la forma de un hombre de color azul zafiro quemando como un fuego
intermitente”
Este mandala denota
compasión, por el color azul y las manos que se extienden como para curar y
ayudar. Un campo de energía rodea al hombre. Su cuerpo está en el alma, y no
su alma en el cuerpo. El alma es una entidad superior al cuerpo. La energía
del hombre está abierta a otros campos superiores y puede mezclarse con ellos
(apertura por la cabeza). El detalle tejido como un tapiz recuerda a la tela
de araña cósmica. Hildegarde describe la Trinidad como "El Padre es luz viviente, el Hijo es relámpago y
el Espíritu Fuego. " Dice
que el fuego del Espíritu Santo mantiene unidad todas las cosas, sin el lazo
invisible del Espíritu todo se disgregaría. Los círculos dorados y plateados
que parecen cuerda señalan la unidad de todo lo viviente. Todo lo que existe
está proyectado o tejido por un principio superior, y todo lo que implica
tiempo está articulado o tejido por él. Hay una interconexión de todos los
seres, pues "Dios a creado a todas
las criaturas en consideración de todas las demás", y de la divinidad con la humanidad.
La sabiduría es la
compasión. La necedad es falta de compasión maternal.
Quien carece de ella muere de sed. El azul es por ello el color de la compasión y
del agua, un color dominante en esta imagen del cosmos.
Este
mandala representa la divina Trinidad. "Una luz, tres personas, un Dios". Dios es representado
circularmente, como un círculo en movimiento: "Se me mostró una rueda... la divinidad es en su omnisciencia y el,
su omnipotencia como una rueda, un círculo, una plenitud, que no puede ser
comprendida, dividida, empezada o acabada. Y "Así como un círculo abraza
todo lo que está dentro de él, Dios abarca todo. (..) Dios te abraza. Estás
rodeada por los brazos del misterio de Dios". Por lo tanto, el poder de
Dios no es un poder abstracto y vengativo, sino maternal/paternal, amoroso y
profundamente personal. Es un poder compasivo que no puede ser excluido de
nuestras vidas y del universo, porque "nadie tiene el poder de dividir el círculo, de sobrepasarlo o
limitarlo".
Para
Hildegarde la sabiduría y la compasión van unidas. ¿Quienes son los
compasivos y los sabios? "Cuando
compasivamente tocas y limpias las heridas de los otros, entonces yo me
reclino en tu lecho. Y cuando te reúnes con la gente sencilla y honesta de
buena voluntad entonces yo estoy unido a ti en amorosa amístad ".
"Yo, la sabiduría, mantengo unidas las cosas del cielo y de la tierra
para el bien del ser humano. También tú debes lavar las heridas de los que
están enfermos; y sostener al inocente y al justo. Con la ayuda de Dios deja
que tu corazón goce con uno y otro”. La compasión es por lo tanto
activa, mantiene unidos el universo y el aliento al cuerpo humano. Limpia,
sostiene, celebra. Los cristianos hemos de "imitar al Juez y al Legislador supremo en su compasión".
El poder
último de Dios, del universo y de la humanidad es la compasión. Todos
nosotros somos capaces de la divina compasión que transforma la persona: "Yo estoy completamente inundada por la
compasión interna; nada -oro o dinero, piedras preciosas o perlas- puede
esconderme de los ojos de los pobres que lloran porque carecen de lo
necesario para vivir". Lo que interfiere con la compasión
es nuestra complacencia, nuestra comodidad que nos separa del dolor de los
otros, de implicarnos con los otros, incluso de celebrar con ellos.
La
compasión implica nuestra relación con todas las criaturas: "Cuando el ser humano mira el universo con
compasión y confianza, ve a Dios. Es Dios lo que es entonces capaz de
reconocer en cada cosa viviente. “Toda la creación es una teofanía y una
fuente de divina revelación cuando es mirada con "compasión
confiada".
Pero este mandala es
ante todo una imagen de la Trinidad y de la entrada de la compasión divina en
el mundo. El Cristo Azul es la revelación de la compasión de Dios, la
encarnación de la compasión divina. A través de él el amor maternal de un
Dios que lo abarca todo llega al ser humano. Es más, nosotros también somos
"divinos", llamados a ser otros Cristos, si conectamos con el
centro del universo, que en este mandala está representado como la divina
compasión. Si nos identificamos con ella en la persona de Cristo, el Cristo
azul, que es el corazón de la compasión en el universo, ella nos
transformará. Hemos de buscar la unión personal con Cristo, uniéndonos al
principio ideal de todas las cosas, la compasión, y poniéndola en el centro
de nuestra vida. "La compasión de la
gracia de Dios hará a los humanos encenderse como el sol" nos dice. Sólo hay una luz y un Dios, pero
nosotros somos las manos divinas, los hijos y las hijas de Dios, destinados a
llevar adelante la compasión divina. La compasión está en nuestro origen y en
nuestro destino; ella es nuestra unidad y nuestra plenitud, nuestra salud y
nuestra salvación. La compasión divina fluye en el universo y hemos de
dejarla fluir en nuestro ser.
2. EL DESPERTAR DE
HILDEGARDE: UN AUTORRETRATO.
La
experiencia de conversión de Hildegarde tuvo mucho que ver con el arte, con
la autoexpresión, que fue la que le curó de su pasividad, de lo que ella
describe con "estar sin voz”, frustrada, fisicamente enferma. Durante
mucho tiempo, por una humildad mal entendida y malos consejos de sus
confesores, ella rechazó escribir. Hildegarda, en su conversión, abandonó el
masoquismo, el síndrome "no puedo" y ello marcó su despertar
espiritual. Al escribir su libro, en el proceso de autoexpresión, en el
proceso de creación ella volvió a sentir su fuerza y su poder y se levantó
del lecho de enferma.
Todo
cristiano ha de vivir su experiencia de Pentecostés, del fuego del Espíritu
que ilumina y nos hace conectar con lo más profundo de nosotros mismos y
traerlo fuera. Nos cuenta como "inflamada por una ardiente luz se puso a
escribir", porque el poder que el Espíritu despierta no es sólo para uno
mismo, es difusivo, es para los otros. A partir de ese momento comienza su
actividad misionera. Dios le encomienda a Hildegarde que escriba y hable de
sus maravillas, y despierta su poder de comunicar, de decir la verdad y de
ser crítica.
Todos los cristianos
somos receptores del fuego de Pentecostés y tenemos una - vocación profética.
Nuestra espiritualidad debe ayudarnos a descubrirla personalmente. La
experiencia del Espíritu trae la conversión o el cambio de corazón, sin ella
no hay experiencia cristiana. Es el Espíritu el que tiene el poder de
despertarnos: "O Espíritu Santo, tu haces viva la vida, tu mueves todas
las cosas, tu eres a raíz de todo ser creado, tu despiertas y vuelves a
despertar todo lo que es".
Hildegarde
describe el poder de Dios con metáforas vegetales: Dios tiene poder para
reverdecerlo todo, es poder de reverdecer, refrescar la vitalidad y dar
fruto, y un fruto que dura. La Palabra es toda verdor, creatividad, el
manantial más puro que repara las fuerzas de aquellos que están cansados.
Dios es el gran manantial subterráneo. El Espíritu es el poder de
reverdecerlo todo en movimiento, haciendo todas las cosas crecer, expandirse,
celebrar. Jesucristo es el verdor encarnado: "En el principio
todas las criaturas eran verdes y vitales; florecían entre las flores. Más tarde, el mismo verdor bajó
a la tierra. "
La
viriditas es la frescura de Dios que los seres humanos recibimos para reponer
nuestras fuerzas fisicas y espirituales. Es el poder de la primavera, una
fuerza germinal, una fecundidad que viene de Dios y permea toda la creación.
Esta poderosa fuerza de vida procedente de Dios la creación entera la respira
por todos sus poros. María, la Madre de Dios es celebrada como la viridissima
virga, la más verde de todas las ramas, la más fecunda de todos nosotros.
Ella, bendecida por Dios y llena de su gracia, del poder creador del
Espíritu, está "llena de todo el poder del verdor de la primavera".
El ser humano está
llamado a crear, a no secarse. El mayor pecado es ignorar o emplear
diabólicamente nuestro poder creador. Somos colaboradores y Dios y hemos de
transformarnos en un huerto florido. El bautismo nos "riega" para
que demos fruto, y un finto que dure. Como toda la creación hemos de alabar
esa capacidad que Dios nos ha dado, que nos ha enviado la lluvia bautismal
para que crezcamos y demos fruto.
3. EL HUEVO DEL
UNIVERSO.
Hildegarde recoge la
imagen esférica del cosmos de su tiempo, integrando la ciencia de su tiempo
en su plegaria, porque "toda la sabiduría
viene de Dios". ¿Qué
implica la rica imagen del universo como un huevo?
1° Unidad,
plenitud: "O Espíritu
Santo, tu eres la poderosa manera en la que cada cosa que está en los cielos,
en la tierra, y bajo la tierra, está penetrada con la conexión, penetrada con
la relación ";
2° El
universo es un ser orgánico, vivo, incipiente. Un huevo es el inicio de un
nuevo ser, una nueva creación; Hildegarde celebra el potencial de nuestro cosmos,
sus misterios todavía no revelados.
3° Los humanos somos
instrumentos de ese despliegue de la creación, somos cocreadores con Dios en
cada cosa que hacemos. Por eso la humanidad es la consumación de la obra de
la creación. Somos la única especie que puede reflexionar sobre las leyes,
sobre la historia y la belleza del universo, celebrarla y contarla.
"Todo en la naturaleza, la suma
total del cielo la tierra, es un templo y un altar para el servicio de Dios”.
Las llamas
alrededor del huevo son Dios que arde en todas parte, Dios sobre todas las
cosas rodea el cosmos y lo permea. La justicia y la harmonía divinas
mantienen el universo en equilibrio. Hay una justicia y un equilibrio cósmico
que sólo los hombres rompen y desobedecen.
En
este mandala Hildegarde identifica el sol con Cristo "el hijo de la justicia, que como el
relámpago del amor ardiente y que existe con tal gloria que cada criatura es
iluminada por el resplandor de su luz. " Es un Cristo resucitado Señor del Cosmos que en
Dios refleja su luz sobre la Iglesia, que es la luna, y que no está fundada
sobre sí misma, pues depende de Cristo. Las dos antorchas superiores son el
Antiguo y el Nuevo Testamento. Los tres vientos simbolizan el anuncio del
evangelio y el sacramento del bautismo, que son los medios por los que se
extiende la fe. A la derecha está el Espíritu, viento, soplo de Dios que
enmarca y da consistencia a toda la creación.
4. LA RUEDA CÓSMICA.
Aquí
Hildegarde nos muestra su visión del universo, que no es una esfera, sino una
rueda que gira en el pecho de una inmensa figura. La figura del centro de la
rueda con los brazos extendidos como un cruz lo denomina el centro mística
del universo. Como el árbol de la vida, la cruz es el centro del universo. La
figura que rodea la rueda con sus brazos es el amor de Dios que con figura
humana manifiesta su exquisita belleza y sus dones. El amor de Dios que
despierta a la vida a toda la creación. Es la sabiduría de Dios que mantiene
la justicia cósmica. El cosmos entero descansa en el regazo del Creador. En
el centro de la rueda está la figura humana, toda la creación la rodea y está
a su servicio. Es un cosmos hospitalario del que somos el centro pero del que
somos también interdependientes. En el centro de la estructura del mundo,
tenemos una responsabilidad moral de creatividad y liderazgo, también de
practicar la justicia.
Hildegarde
nos recuerda: "Aunque pequeña
en estatura, la humanidad es poderosa por el paf de su espíritu. Su cabeza se
orienta hacia arriba y sus pies están asentados sólidamente en la tierra, y
puede poner en movimiento las más altas y las más bajas cosas. Cualquier cosa
que hagan sus obras a derecha o izquierda permea el universo, porque en el
poder de su humanidad interior tiene el potencial de conseguir tales cosas.
Así como el cuerpo de un ser humano excede el tamaño de su corazón, también
los poderes del alma son más poderosos que los del cuerpo... "
Las figuras de los
animales también representan los poderes de las virtudes, que mantienen a la
humanidad avanzando y trabajando en el universo.
S. EL SER HUMANO COMO
MICROCOSMOS DEL MACROCOSMOS.
Dios ha construido la forma
humana en la estructura del mundo. Por eso los vientos afectan nuestra salud, y también la forma en que
respiramos. La armonía humana es fundamental para el cosmos y viceversa. Esto
debemos tenerlo en cuenta en nuestra vida humana. Todos los seres del cosmos
respiramos el mismo hálito vital que procede del Espíritu. El aires que
respiramos no sólo es cósmico, también es divino.
¿Cómo podemos
permanecer saludables los seres humanos? Mediante el equilibrio, mediante la
justicia, armonizándonos con la creación y el Creador. Hildegarde ve también
en esta imagen a Cristo, el Nuevo Adán, en él podemos ver y conocer a Dios en
forma humana. En Él se comprometieron definitivamente la humanidad y la
Divinidad y la nueva creación ha comenzado de nuevo.
6. CULTIVANDO EL ÁRBOL
CÓSMICO.
Vemos en la rueda
cósmica a los seres humanos cultivando la tierra a través de las estaciones
del año y de las estaciones de sus vidas. La creatividad humana, su cultivo
de la tierra y el cosmos es la culminación de la creación divina. Los seres
humanos continúan el proceso creador de Dios. El mundo es
"orgánico", el trabajo humano se requiere para desarrollar su
potencial pleno. Nuestra divinidad es nuestra creatividad.
7. CRISTO CÓSMICO
MANIFIESTA SU GLORIA.
Cristo sentado en el
trono de gloria aparece en un pedestal con forma de concha, que en la Edad
Media era un símbolo del agua como fuente de fertilidad. La tierra aparece
sometida a sus pies como un útero acuático. Cristo ofrece una fuente de agua
viva para todos aquellos que tienen sed de justicia. En los tiempos
mesiánicos dice Hildegarde, la justicia fluirá como un río. El color dorado =
gloria, divinidad, majestad de Cristo. Dios Creador ama la justicia:
"Dios es la justicia
resplandeciente”. Jesucristo
con su poder establece la verdadera justicia de Dios, que ha de encender los
corazones de los creyentes. El agua nos remite también al bautismo, que nos recrea
a imagen de Cristo, Sol de Justicia.