GALBRAITH, J.K (1997):
Una sociedad mejor. Barcelona,
Grijalbo Mondadori; John Kennet Galbraith (1908) es catedrático emérito de
economía de la Universidad de Harvard
1.- UNA SOCIEDAD MEJOR
¿Qué es o debería
ser exactamente una sociedad mejor, buena, más justa que la actual? ¿Cómo
reducir en la práctica el abismo que separa a los afortunados de los
necesitados?
¿Puede la política
económica ayudar a conseguir este objetivo? ¿Qué hacer con el poder militar?
¿Cuáles de los servicios públicos del estado, y cómo pueden hacerse
accesibles de forma más equitativa y eficiente? ¿Cómo se puede proteger el
medio ambiente presente y futuro?
El autor
va a trazar las líneas de lo que es una sociedad factible, no una sociedad
perfecta. Diferencia entre lo utópico y lo factible, lo en último término
posible. Definir lo factible es difícil. A veces, cuando se califica alguna
cosa de políticamente o socialmente imposibles de realizar, se enmascara una
estrategia para defenderse de los cambios no deseados, para proteger
intereses antisociales. Es propio de la posición privilegiada desarrollar la
propia justificación política y la doctrina económica y social que más le
conviene. Una sociedad mejor es aquella en la que todos los ciudadanos deben
tener libertad personal, bienestar mínimo, igualdad racial y étnica, y la
igualdad de acceder a una vida satisfactoria.
La
dicotomía capital frente a trabajo actualmente es distinta a la concepción
del siglo XIX. Los ricos y los bien situados son ahora mucho más numerosos y
diversos de lo que era la clase capitalista de otro tiempo, y también están
más articulados desde el punto de vista político. Los menos favorecidos son
los necesitados de las grandes ciudades, los parados, los inmigrantes. Los
ricos y acomodados tienen influencia y dinero. Y votan. Los pobre tienen
número, pero muchos no votan. Hay democracia, pero en gran medida es la
democracia de los afortunados.
Para los pobres el
estado puede ser capital para su bienestar, e incluso para su supervivencia.
Para los ricos y acomodados supone una carga, excepto cuando en el caso de
los gastos militares, o en el rescate de las instituciones financieras en
quiebra sirve a sus intereses particulares. Entonces deja de ser una carga y
se convierte en una necesidad social.
2.- LA ERA DEL JUICIO
PRÁCTICO
Rechaza definir la economía
desde una perspectiva ideológica. Un propósito evidente de una economía justa
es producir bienes y suministrar servicios con eficacia y distribuir los
ingresos de un modo socialmente aceptable y económicamente funcional.
La moderna economía de mercado
de los países económicamente avanzados no sólo proporciona los bienes de
consumo y servicios sino que llega tan lejos que crea las necesidades que
satisface. Por tanto desafía el sentido común creer que el estado puede
encargarse de alguna forma del abastecimiento de bienes y servicios del
consumidor. La caída del muro de Berlín y la descomposición de los regímenes
comunistas del este tuvo mucho que ver con la debilidad y rigidez con que
esos regímenes habían abastecido a sus ciudadanos de bienes y servicios.
Hablar de socialismo y de propiedad pública en la economía de consumo es una
fantasía.
El poder sigue residiendo en la
propiedad del capital, pero en las grandes empresas comerciales actuales, la
propiedad y el control ya no están unidos. Su lugar lo ocupa la burocracia
empresarial y los accionistas. Antes sólo había proletarios, campesinos y
terratenientes. Ahora la voz de la empresa comercial es una entre muchas. Los
que sigan empeñados en propugnar los beneficios de la propiedad colectiva
están perdidos en las profundas brumas de la historia. El principal argumento
a favor del socialismo se ha desvanecido. Aún existen partidos socialistas
pero ninguno aboga por la propiedad pública en el sentido tradicional.
Por otra parte, conforme se ha
desarrollado y expandido el sistema económico moderno, cada vez han recaído
mayores responsabilidades en el estado. Existe una gran gama de actividades
públicas que son necesarias para el funcionamiento eficaz de la economía
privada. Hay un gran campo de la actividad económica en que el mercado es y
debe ser intocable, y a la vez hay un gran abanico de actividades, que
aumenta con el bienestar económico, donde los servicios y funciones del
estado son necesarios.
Por tanto no se discute
si la privatización es mejor que la nacionalización. En cada caso concreto
habrá que tomar decisiones económicas concretas. Es lo que Galbraith llama el
juicio práctico. En una sociedad buena e inteligente la política y la acción
no están subordinadas a la ideología, sino que se basan en los datos que
determinen cada caso particular. El definirse ideológicamente como liberal en
el sentido de A. Smith, o socialista, como partidario de la función social del
estado es retórico y demagógico.
3. EL FUNDAMENTO SOCIAL
¿Cuál es el fundamento social
de una sociedad mejor? Si se expone en términos generales la esencia de una
buena sociedad no es dificil de formular. Consiste en cada uno de sus
miembros tenga acceso a una vida gratificante: oportunidades económicas para
todos, educación que permita disponer de esas oportunidades y aprovecharlas,
mantener un crecimiento económico sustancial y seguro que aumente el
bienestar económico. Aumentar el nivel de vida es un bien reconocido.
El estancamiento
económico no puede aceptarse como condición de una buena sociedad. Es
necesaria una economía expansiva El estancamiento económico y la privación
conllevan consecuencias sociales negativas: delincuencia, marginación, disturbios
raciales etc... La escasez económica de las décadas de 1920 y 1930 trajeron
el fascismo. (Fenómeno del fundamentalismo islámico en los países árabes
(?)). Un sistema económico fuerte y estable es requisito importante de una
sociedad mejor. Nadie puede quedar al margen y sin ingresos, condenado a la
inanición, a carecer de vivienda, a la enfermedad sin tratamiento, a la falta
de trabajo etc... Y la solución radica en el buen funcionamiento de la
economía. No se persigue la igualdad en la retribución económica; eso ni es
realizable ni es una meta socialmente deseable. No obstante, un rasgo
destacado del sistema económico contemporáneo es que proporciona muchas
oportunidades de hacer dinero que son socialmente indefendibles e
intrínsecamente perjudiciales para la economía puesto que se hacen con un
elevado coste social.
Los impuestos progresivos
tienen una función estabilizadora en la medida en que ayudan a asegurar que
lo que se recibe como ingresos se devuelva al mercado como demanda de bienes
de producción. En definitiva los requisitos de una sociedad mejor en su
dimensión social se pueden resumir:
• empleo y
posibilidades de progresar para todos.
• crecimiento económico
que mantenga el empleo.
• sistema público de
enseñanza.
• seguridad social para
los que no puedan mantenerse o no se mantienen de hecho.
• oportunidades para
realizarse de acuerdo con la capacidad y la ambición, control de la inflación
• prohibición de las
formas de enriquecimiento financiero que se hacen a costa de los de los
demás.
Estos requisitos son
bastante evidentes, incluso lugares comunes. ¿Qué medidas son necesarias para
realizar estos fines?
4. EL FUNDAMENTO
ECONÓMICO
No hay ninguna duda acerca del
fundamento económico de una sociedad mejor. No obstante la economía moderna
tiene una tendencia a períodos prolongados de recesión y estancamiento que
provocan mayor desempleo., de modo que en la época contemporánea hay un
desempleo permanente, incluso en los períodos de señalado crecimiento y
bienestar.
Las causas de esa
tendencia cíclica es el exceso especulativo de os buenos tiempos, que da
lugar en último término al recorte del gasto en inversiones y en consumo.
¿Cómo estabilizar el flujo de demanda global? Manteniendo el gasto en el
consumo, manteniendo el gasto en inversión privada y el gasto derivado de las
actividades fiscales del estado. Hay tres líneas fundamentales clásicas de
acción correctiva que ayudan a llevar a cabo el flujo de demanda global:
1. Bajar impuestos,
liberando en manos de los consumidores más renta para gastar en consumo
privado. En tiempos de recesión no es seguro que los fondos liberados por la
reducción de impuestos se gasten o se inviertan.
2. Reducir los tipos de
interés, fomentando los créditos y la inversión o gasto de las empresas y de
los consumidores. Es lo que se llama política monetaria. Se considera que la
política monetaria en manos de los bancos centrales no recibe las presiones
del sistema democrático, tomándose las medidas necesarias a una higiénica
distancia del habitual enfrentamiento o control políticos. Pero cuando los
tiempos son malos y el desempleo alto, bajar los tipos de interés no ayuda a
un mayor gasto en el consumo.
3. Aumento del gasto
público mediante un déficit voluntariamente aceptado o acrecentado. En
tiempos de recesión sólo queda la intervención directa del estado para crear
empleo. El estado debe endeudarse y aceptar la realidad de un mayor déficit
en las cuentas públicas. Las mejoras e infraestructuras públicas (viviendas,
escuelas, hospitales, carreteras etc...) también ayudan a aumentar la riqueza
y los ingresos públicos. Cuando la economía se recupera y aumentan los
ingresos públicos, entonces debe haber una disciplina que ponga fin a la
estimulación del gasto, manteniendo los impuestos para contrarrestar la
especulación y el exceso de demanda que favorece el aumento de la inflación.
4.1. La inflación
Causas: la demanda
expande la producción y aumenta la necesidad de los trabajadores lo que
infaliblemente hace que suban los precios. Hay una dicotomía: empleo, más
inflación vs. desempleo, precios estables. La inflación es considerada en la
actualidad como la amenaza principal contra el buen desenvolvimiento
económico. El objetivo son precios estables, y desde esta perspectiva el
desempleo se ha convertido en un instrumento para estabilizar los precios.
En el sistema económico actual
quienes tienen voz e influencia política se ven más perjudicados por la
inflación que por el desempleo. El paro lo padecen los afectados y sus
familias, pero desde un punto de vista social tiene la virtud de hacer más
dóciles a los trabajadores y a los sindicatos por miedo al desempleo.
La inflación perjudica a todo
lo ancho del sistema económico actual: asalariados, pensionistas,
ahorradores, y sobre todo al mundo financiero (bancos, sociedades de
inversión, aseguradoras...) Todo el que presta dinero desea que se lo
devuelvan con más o menos el mismo poder de compra. Una sociedad más justa
debe minimizar el conflicto entre desempleo y paro. Hay que afrontar esta
disyuntiva. Nunca puede defenderse una inflación alta, pero la progresiva
expansión económica que proporciona empleo a la mayor parte de los
trabajadores hará aumentar la inflación. Puesto que no puede haber pleno empleo
y precios estables hay que minimizar los efectos desagradables de ambas
cosas, a través del subsidio de paro, y a través del control de los salarios
(indexación de los ingresos).
4.2. El déficit
El control del déficit se ha
convertido en una obsesión de los economistas de los gobiernos. No obstante
determinados gastos siguen sin provocar preocupación pública: los gastos
militares. ¿Cuál debe ser la norma dominante en lo referente al endeudamiento
público y el déficit? No hay ley ni tradición que exija un presupuesto
equilibrado: igualdad de gastos e ingresos al cerrar el año.
Hay tres grandes
categorías de gasto público:
1. Gastos innecesarios:
tendencia al exceso de personal, gasto que responde a intereses políticos o
económicos, no a las necesidades o deseos de la sociedad en general
2. Gastos de
funcionamiento corriente y diario de la administración: justicia, política
exterior, apoyos gubernamentales a la industria y a la agricultura, gastos
militares etc... No hay justificación económica ni política para endeudarse
por estas tareas.
3. Gastos estatales que
pretenden mejorar el futuro bienestar y el crecimiento económico. Aquí el
endeudamiento no sólo es legítimo sino social y económicamente deseable.
Cuando el gasto público promueve o es esencial para el futuro crecimiento de
la economía, el endeudamiento es absolutamente aceptable.
Las inversiones en
atención sanitaria significan una fuerza de trabajo más productiva en el
futuro, puesto que se supone que si hay una buena salud en la población,
habrá menos necesidad de gastos médicos. Lo mismo vale para las inversiones
en programas preventivos ante la droga, alcohol, tabaco... Los niños
protegidos y rescatados de la pobreza por la asistencia social se convertirán
en ciudadanos productivos, lo que aumentará la productividad con lo que
aumentarán los ingresos vía impuestos y se amortizará la deuda contraída.
Nada mejorará tanto la
renta y la producción futura como la enseñanza. En definitiva los gastos de
enseñanza, sanidad y asistencia social deben considerarse como una carga
corriente. Cuando los tiempos son buenos y las entradas estatales fuertes, el
déficit debe reducirse, y por la misma razón cuando hay recesión deben
incrementarse la inversión y el empleo mediante capital público. La política
económica de una sociedad mejor consiste en que el gasto público vaya a la
par que el futuro bienestar y crecimiento económico.
Actualmente el déficit
presupuestario se está utilizando como un instrumento contra la política
pública socialmente necesaria. Contra las diversas actividades sociales o
asistenciales se interpone el argumento de que éstas hacen crecer el déficit
público. La principal oposición al déficit sostiene que reduce las
existencias de ahorro y roba al sector privado fondos de inversión.
4.3. La distribución de
la renta y del poder
Una buena sociedad no
busca la igualdad en la distribución de la renta. La igualdad no es coherente
con la naturaleza humana ni con el sistema económico contemporáneo
Generaciones de socialistas y de líderes de orientación social han aprendido
para su desilusión y para su pesar que la máxima de la igualdad no ha
funcionado económicamente a lo largo de la historia.
No obstante, es cierto
que la moderna economía de mercado asigna riqueza y distribuye la renta con
gran desigualdad, de manera contraria a los intereses sociales. Los ricos
tienen cierta tendencia a defender su riqueza y sus ingresos como un derecho
social, moral o divino. La distribución desigual de la renta crea el
incentivo para el esfuerzo y la innovación que son útiles para todos, y de
ahí proceden el ahorro y la inversión que a todos benefician. Los ricos no
hablan en defensa de su propia fortuna, sino como si fueran benéficos
servidores del bien común.
Y la clase media
proporciona una cubierta protección de los ricos, puesto que la reducción de
impuestos para favorecer a la clase media se extiende a los acaudalados.
¿Cuál es el proceder correcto en lo tocante a la distribución de la renta? Lo
necesario son fuertes medidas correctivas que reflejen y dirijan las
desigualdades. El ataque contra la desigualdad comienza por una mejor suerte
para los que están abajo. En segundo lugar se trata de controlar al mundo
financiero: la información privilegiada, la falsa información para promover
inversiones, las inversiones extravagantes que han llevado a la quiebra a
entidades de crédito y ahorro, y la locura especulativa, afectan
desfavorablemente a la distribución de la renta. En tercer lugar es necesario
que los accionistas y el público informado controlen la maximización personal
de los ingresos de los gestores de las grandes empresas. Para ello los
propietarios de las modernas sociedades anónimas deben ser agentes activos y
no pasivos en sus empresas. Y a nivel de acción pública los gobiernos deben
suprimir los actuales privilegios fiscales y comerciales de los potentados:
subvenciones comerciales, rebajas de impuestos a las empresa o a determinados
productos, subvenciones a la exportación, incluidas las exportaciones de
armas etc.
El instrumento más eficaz para
conseguir un alto grado de igualdad en las remuneraciones es el impuesto
progresivo sobre la renta, que lleve a cabo una distribución razonable y
civilizada de la renta. Es necesario aceptar el principio de que una
distribución más equitativa de la renta debe ser un dogma fundamental de la
política económica actual en una sociedad mejor, y para este fin es
primordial una fiscalidad progresiva.
5.- EL PAPEL DE LA
EDUCACIÓN
La enseñanza es un elemento
importante de la política económica general, sirve a un objetivo económico
como inversión en seres humanos. La economía moderna requiere una mano de
obra bien preparada y adaptada. No es aceptable que la enseñanza esté
fundamentalmente al servicio de la economía, sino que tiene una función
política y social más amplia, y una justificación más profunda en sí misma.
La educación tiene una relación vital con la tranquilidad y la paz social; es
lo que proporciona la esperanza y la realidad de escapar de los estratos
sociales y económicos inferiores y menos favorecidos. Se progresa con la
educación y sólo con la educación. Debe defenderse que la mejor educación
debería ser para los menos favorecidos, pues son los que necesitan más medios
para salir de su situación.
La educación presta otros dos
servicios importantes y vitales. Uno permitir a las personas que se gobiernen
de una manea inteligente y el otro permitirles que disfruten de la vida todo
lo posible.
La democracia es una exigencia.
O bien hay un electorado bien informado e intelectualmente al corriente de
los problemas y las decisiones o habrá una delegación más o menos total por
su parte al estado y a la burocracia. O bien habrá una entrega a las voces de
la ignorancia y del error que son destructivas para la estructura política y
social.
Todas las democracias viven bajo
el temor a la influencia de los ignorantes, pues en todas partes un
determinado porcentaje de la población es capaz de apoyar prácticamente
cualquier clase de calamidad social y política. La educación no sólo hace
posible la democracia, sino que también hace que sea esencial. La educación
no sólo hace que exista una población que comprenda las tareas públicas, sino
que ayuda a crear las demandas de la población. Las dictaduras se apoyan en
los pobres y analfabetos. La democracia es un derecho humano fundamental,
pero también es la consecuencia natural de la educación y del desarrollo
económico. La educación sirve, más que nada, para ensanchar la vida y
disfrutarla. La educación es lo que abre la ventana del individuo a los
placeres del lenguaje, de la literatura, del arte, de la música. Todos los
niños deben tener acceso a una buena enseñanza elemental y secundaria puesto
que de lo contrario es imposible que accedan a la enseñanza superior, y esto
es una forma brutal de discriminación social. Para ello habrá que disponer de
recursos públicos Una sociedad mejor y más justa ha de crear y mantener un
sistema educativo público y fuerte para todos los ciudadanos. El que existan
universidades y escuelas privadas es propio de la libertad de una sociedad
libre, pero no deben ser proyectadas para otorgar mejor educación y
superiores posibilidades educativas a los que están en condiciones de pagar.
6. LA EMIGRACIÓN
El problema de la emigración es
un tema político de primera importancia en los países avanzados. En estos
países una extensa gama de empresas industriales y de servicios depende de la
mano de obra emigrante.
Existe un problema con la
palabra trabajo: puede ser algo de lo que se disfruta muchísimo, que produce
satisfacción y realización y a su vez determina una posición social. Se dice
que el buen trabajador disfruta de su trabajo, pero esto lo dicen quienes no
tienen experiencia de trabajo pesado y fisico forzado por las condiciones económicas.
Por tanto la palabra trabajo implica situaciones contrapuestas. Quienes más
disfrutan con lo que hacen y encuentran el trabajo más agradable, también
reciben la mayor remuneración económica.
Existe la necesidad de una
constante renovación de la mano de obra en las faenas pesadas, monótonas y
sin prestigio, y esta necesidad la satisfacen las personas que escapan de los
países pobres, o quienes no tienen ninguna clase de empleo, para quienes el
trabajo penoso es mucho mejor que nada en su tierra. Se produce un rechazo a
la emigración por dos motivos: uno porque se piensa que van a quitar puestos
de trabajo, y otra de tipo étnico y cultural: temor a su cultura racial,
religiosa, familiar, higiénica y cívica distinta y deficiente. La emigración
de los bien dotados social, cultural y económicamente no encuentra ninguna
objeción seria.
Una política migratoria de una
buena sociedad sirve a quienes buscan venir y sirve a quienes ya están aquí.
¿Debe controlarse la
emigración? La admisión debe estar condicionada por la disponibilidad de
puestos laborales. Ningún país puede cargar con un gran excedente de
trabajadores inmigrantes por encima de la demanda de empleos en los niveles
más bajos.
Hay que reconocer el
papel beneficioso de la emigración en general y actuar y reaccionar en
consecuencia. La comunidad nacional se enriquece gracias a la cultura y al
intercambio de ideas y talentos que permite una buena política migratoria. Y
existen ventajas económicas para los países ricos, pues los trabajadores de
los países pobres harán los trabajos que nadie quiere ya hacer. (sic)
7.- EL PODER MILITAR
AUTÓNOMO
En las democracias avanzadas la
decisión sobre los gastos públicos se adopta mediante una combinación de los
poderes legislativo y ejecutivo, sometidos a la elección de los ciudadanos.
Sin embargo hay una importante excepción a este control democrático que es el
poder militar (al menos en EE.UU). La jerarquía militar estadounidense decide
de hecho y con independencia sobre su propio presupuesto, sobre la cantidad y
el uso del dinero que recibe.
Además en el Congreso el poder
financiero y político de las industrias productoras de armas es alarmante.
Los recursos de que dispone el ejército no están determinados por la
necesidad. De hecho el final de la guerra fría no afectó para nada a la
continuada solicitud de dinero por parte del aparato militar ni al apoyo del
ejecutivo y del legislativo que lo proporcionaron. El poder militar
estadounidense se mantuvo empeñado en utilizar los recursos públicos para
protegerse contra una amenaza militar que ahora estaba admitido que había
desaparecido. Las fuerzas armadas han sido, y siguen siendo en muchos países
independientes del control civil encarnado en el gobierno democrático. El
moderno poder militar no sirve a los intereses públicos generales, aunque lo
afirmen solemnemente, sino que está regido por su propio interés, que además
suele ser perjudicial para las necesidades y los objetivos públicos
generales. El poder núlitar sigue controlando para sus propios objetivos los
recursos que, si se utilizaran en crear empleo, viviendas y recursos
sociales, aliviarían la crisis en los suburbios de las grandes ciudades. El
poder militar autónomo que actualmente existe debe ser sometido a un control
democrático eficaz.
8. LA POLÍTICA EXTERIOR:
DIMENSIÓN ECONÓMICA Y SOCIAL
El objetivo último de una
sociedad mejor se halla en el campo de la política exterior, en la búsqueda
de la paz duradera entre las naciones. En el reino de la inteligencia humana
pocas cuestiones han presentado tantas dificultades a lo largo del tiempo
como la justificación de la guerra y de sus consecuencias.
Las guerras han negado el
progreso humano y la ilustración civilizada del siglo que acaba. Hay que
contrarrestar y negar las presunciones del poder militar, para el que la
guerra es un aspecto inevitable de la existencia humana con la consiguiente
demanda de armas. El principal escándalo de nuestro tiempo es el comercio de
armas destinadas a los países pobres. No hay forma de oponerse a la
asociación progresivamente más estrecha entre los pueblos y las instituciones
de los países avanzados.
El celo que el estado - nación
siente por su territorio y por la protección de sus intereses económicos, el
poder económico de los fabricantes nacionales de armas y la apasionada atención
a la conservación de una identidad cultural propias, fueron el origen de las
mayores tragedias de nuestros tiempos.
Es necesaria una eficaz
coordinación internacional de las políticas sociales y monetarias, de las
políticas agrícolas, de las medidas para preservar el medioambiente etc...
Ningún país puede actuar con eficacia y por su cuenta. El objetivo final es
una autoridad transnacional. Una buena sociedad no puede permitirse una
exclusiva identificación con el estado-nación; debe reconocer y apoyar las
fuerzas internacionales a las que se someten los distintos países. No es
cuestión de elegir; es un imperativo actual.
9. LOS POBRES DEL
PLANETA
En una sociedad
civilizada lo que importa es el mundo como un todo, y debe haber una especial
preocupación por los millones y cientos de millones que viven en los límites
de la pobreza. Los países afortunados deben habérselas ahora con el legado
del imperialismo: la fosa, verdaderamente intolerable de sufrimientos humanos
que ha dejado su estela. Ningún país puede estar satisfecho y contento de su
riqueza si otros son manifiestamente pobres. Una buena sociedad no puede
situarse al margen de esa pobreza. Debe estar en la conciencia de todos y su
eliminación debe formar parte de la política de todos.
Cuando las antiguas
posesiones coloniales consiguieron la independencia tuvieron que proveerse de
una estructura de gobierno honesto y eficiente. Muchas han fracasado, lo que
produjo un fracaso económico, ya que el éxito económico depende de una
estructura de gobierno estable, eficiente y real. A los países en vías de
desarrollo, a las antiguas colonias, se enviaron las siderurgias, las plantas
de energía eléctrica, las plantas químicas, las plantas de máquinas
herramientas. Se pensó que esto era el progreso económico, el final de la
pobreza. En realidad fue un gran error. Se ignoraron dos grandes necesidades:
un orden político estable y una educación general de las masas. Las
siderurgias, las plantas hidroeléctricas, los aeropuertos resplandecientes,
asentados ahora entre gentes ignorantes, se convirtieron en estériles
monumentos al fracaso y al error.
En buena parte del
antiguo mundo colonial sigue habiendo inestabilidad, incompetencia,
corrupción y dictaduras. Las tareas rutinarias del estado de recaudación de
impuestos, prestación de servicios sociales, provisión de una base legal
firme para el progreso económico, se llevan a cabo mal o no se llevan. El
papel de una buena sociedad empieza por la generosidad, la ayuda financiera
no basada en intereses económicos y políticos, sino en la preocupación por
los demás.
Debe disponerse de
dinero para la enseñanza, sobre todo para equipamiento, profesores y
formación de profesores. Es necesario un cuerpo internacional de preparadores
de profesores. No hay población educada que sea pobre, ni población no
educada que no lo sea. Con una población educada, el progreso económico es
inevitable, y sólo entonces se produce el uso verdaderamente eficaz de la
ayuda general para el desarrollo.
El sufrimiento humano y
la devastación económica y social derivados de los conflictos internos han
sido más importantes que los conflictos internacionales, y es necesario
actuar contra las tragedias humanas más espantosas (Somalia, Ruanda,
Balcanes...) Es necesaria la intervención internacional para contener la
violencia interior o para aprovisionar de alimentos, alojamiento, cuidados
médicos y otros socorros a los afectados.
Esta intervención
internacional debe estar propiciada desde Naciones Unidas, y no ser una
acción unilateral realizada por U.S.A. que recuerda viejos métodos del
imperialismo. El envío de la policía necesaria y del personal militar a estas
zonas debe ser una obligación general y aceptada por todos.
La pobreza de las
naciones es una fuente instigadora de conflictos. La concordia internacional
saldría favorecida consiguiéndose un cierto bienestar social en todos los
países. Por tanto la compasión tiene rostro humano, pero también rinde
servicios muy prácticos.
10.- EL CONTEXTO
POLÍTICO
Una vez definido lo que es
bueno y factible se supone que seguirá la necesaria respuesta política. Pero
en ello no se es optimista, porque en la política moderna hay dos grupos
desigual poder e influencia, y la democracia se ha convertido en algo
imperfecto. Por una parte están los favorecidos, los ricos, la burocracia
empresarial y los intereses comerciales y por otra los social y
económicamente desposeídos y los que por inquietud o compasión acuden en su
ayuda.
El paso decisivo hacia una
buena sociedad consiste en hacer que la democracia sea genuina, incluyente.
Las cosas cambiarían mucho si los menos afortunados y los pobres recurrieran
con confianza a las urnas electorales para remediar sus males. Sus votos
serían específicamente solicitados, poniéndose el acento en la necesidad de
la red de seguridad social y en la calidad de escuelas, viviendas, sanidad
... Los votos de los pobres son esenciales para conseguir los servicios
públicos que ellos mismos necesitan para mejorar los necesarios ingresos y
para institucionalizar las políticas generales que combatan la pobreza.
El dinero, la voz, y el
activismo político están dominados por los acaudalados y los intereses
empresariales. En una buena sociedad la voz y la influencia no pueden quedar
restringidas a una parte de la población. Se dice que la política "práctica"
exige políticas que atraigan a los afortunados. Los políticos despiertos
apuestan por los acomodados y los ricos, y por tanto aquellos cuya principal
preocupación es proteger sus ingresos, su capital y sus intereses comerciales
siempre votarán al partido que afirme con mayor contundencia estar al
servicio de su bienestar pecuniario. Y esto lo hacen siempre los partidos de
derecha o liberales (Republicano). Es cierto que está dentro de los derechos
soberanos e inalienables de los ciudadanos el boicot a los procesos
electorales. Sin embargo, el fallo central de una buena sociedad no es la
democracia, sino que la democracia sea imperfecta. Sólo cuando todo el mundo
vote, excepto unos cuantos excéntricos, conseguirá realizar una buena
sociedad sus objetivos urgentes.
Con que haya una coalición de
los conscientes y los compadecidos con los que ahora están fuera del sistema
político, la sociedad mejor sería practicable. Los acaudalados seguirían
siendo acaudalados, los acomodados seguirían acomodados, pero los pobres los
pobres formarían parte del sistema político y se atenderían sus necesidades.
Los aspirantes a cargos públicos escucharían y deberían atender sus demandas.
Una sociedad buena falla cuando la democracia falla. Con verdadera democracia
podría triunfar el proyecto de una sociedad mejor. Podría incluso ser
inevitable.
EPÍLOGO: POR UNA
CULTURA DE LA SOLIDARIDAD (José María Mardones (1994). Bilbao, Cuadernos FyS)
José Mª Mardones es
profesor titular de la Universidad del País Vasco e investigador en el
Instituto de Filosofia del CSIC. El centro de atención de su trabajo lo
constituye el análisis sociocultural y su confrontación con la fe cristiana.
Conocedor profundo de la "teoría crítica" de la Escuela de
Frankfurt.
Vivimos en un momento de
malestar cultural, social y político que conduce, desde el desfallecimiento
moral de quien ve la cercanía de un fascismo, hasta la reclusión en el retiro
del nicho privado, con sentimientos individualistas, o meramente derrotistas
ante la imposibilidad de hacer algo.
En el espacio de la política
esa sensación se convierte en "malestar democrático", es decir ante
la desconfianza ante el sistema de organización de la cosa pública. El
custionamiento se hace aún más dramático ante el sistema económico predominante
y relatado aún con tintes socialdemócratas por Galbraith. Vivimos al parecer
un capitalismo sin alternativas. Tampoco el comportamiento cívico sale bien
parado. La burocracia asistencial parece exinúr de la asistencia personal.
Comprobamos que nosotros mismo
perdemos pie y nos sentimos inseguros respecto de lo que somos y de lo que
debemos hacer. Nos damos cuenta que hablar de crisis cultural económica,
social y política equivale a plantearse las cuestiones de los valores y
normas sociales, de reorientar la vida en común e incluso la vida personal.
Hablar de crisis en nuestro tiempo y en nuestro entorno es abordar el
problema del lugar que ocupan los valores, las orientaciones normativas o
morales, las creencias y la religión, o sus equivalentes funcionales,
ideológicos, en la tarea de proporcionar sentido e integración social.
De otra parte el dolor humano
que rezuman las crisis económicas desactiva el mito de la racionalidad y de
la realización con que tiende a enfundarse el capitalismo, por no decir nada
sobre los males producidos por la periclitada eonomía centralizada.
Habermas, A. Touraine y otros
pensadores críticos perciben la modernidad como un proceso en el que, junto a
tendencias humanizadoras y críticas, coexisten otras de signo contrario. El
gran desarrollo de la ciencia y de la técnica modernas ha hecho derivar el
proceso de la modernidad por el camino de la producción/consumo, con el
predominio de las relaciones económicas, de la visión objetivista y
funcionalista de la realidad. Todo es reducido a mercancía. La razón
ilustrada, autónoma y crítica desfallece ante el predominio de lo funcional e
instrumental. El resultado es el debilitamiento de las relaciones
interpersonales, de la donación, de lo gratuito, del servicio, de la solidaridad
en contraposición al atractivo del beneficio, del interés financiero, de la
ambición, del éxito social a cualquier precio.
La gran contradicción de la
modernidad es justamente el desarrollo anómalo y patológico del capitalismo
moderno: lo económico y burocrático se ha apoderado se ha apoderado del
ámbito de la vida de las relaciones interpersonales. La terapia de los
teóricos críticos apunta, por un lado, a una resistencia frente a esa
invasión de los sistemas productivo y administrativo y, por otro, a un
desarrollo de dimensiones prácticomorales de la modernidad ilustrada. Urge
desarrollar el espíritu crítico. No hay que demonizar estos sistemas como
malignos en sí, sino el modo como se han desarrollado en la actualidad.
Las soluciones tienen
que venir de fuera de dichos ámbitos, desarrollando una propuesta moral y de
cambio de valores. Habermas propugna la auto-restricción o autolimitación
inteligente del desarrollo, con el fin de no causar más desmanes de los ya
producidos y poder encauzar las fuerzas políticas y económicas. Offe aboga
por una moralización generalizada de los ciudadanos para poder reorientar las
relaciones sociales y el dominio de la producción. Sin conciencia ciudadana
responsable de los intereses comunes no hay solución a los problemas
actuales.
Es necesario potenciar un tipo
de vida y de relaciones diferentes, cualitativamente mejor: una vida y unas
relaciones más horizontales e igualitarias, y también más satisfactorias y
plenificantes, desde el encuentro interpersonal y la vinculación
afectivo-respetuosa con el otro y lo otro.
Los Nuevos Movimientos Sociales
proponen cambiar la rueda de la productividad hacia un crecimiento cero que
detenga el desarrolfsmo expoliador de la naturaleza y amenazador de la
biosfera. Sustituir la visión reductora tecnoeconómica y burocrática por otra
más englobante y compleja, liberándonos de un paradigma excesivamente
fragmentario y pseudoracional. En definitiva se trata de propugnar, no
simples cambios de política de partidos, sino de estilo de vida y de pensamiento,
de deseos y de visión de la realidad, de política y de estructuración social.
Un cambio de este género suele requerir mucho tiempo, y no se produce sin
ciertos conflictos, tanteos y errores
Frente a la lógica del
desarrollo, del cuantitativismo, del dominio sobre el otro, se atisba una
civilización del compartir, de la aceptación, del diálogo, de la comunión con
lo otro y los otros Habermas da por superada la "utopía del
trabajo" y del desarrollo y aboga por un estilo de vida y un sistema
donde el diálogo, la racionalidad intersubjetiva y la participación tengan
preeminencia en el futuro. No cree en la idea del "desarrollo
sostenido" que se propugnó en la Conferencia de Río de 1992, y pone en
entredicho la fe occidental en el progreso y en un futuro vinculado al
desarrollo tecnoeconómico.
La tríada del
desarrollo: ciencia, técnica, industria amenaza la biosfera y el equilibrio
psicofisico. El malestar de la civilización es un malestar planetario. Pero
también se mundializa la demanda de paz, de democracia, de libertad, de
tolerancia, de armonía con la naturaleza, de igualdad por encima de sexos y
razas... La lucha entre la degradación y la salvación, entre la esperanza y
la muerte atisba para la civilización planetaria un verdadero desarrollo humano
y racional.
El horizonte utópico de
la solidaridad.
Un modo de poner
nuestra esperanza a producir, de cara a un futuro más humano, consiste en
favorecer aquellos gérmenes y signos que hablan de un cambio radical en orden
a una humanidad más humana. Como afirma Habermas no hay una verdadera
alternativa si no se produce un cambio radical de planteamientos, objetivos y
valores, un cambio de paradigma que pide una autolimitación inteligente, una
ralentización del proceso desarrollista que ha sido presentado como la
versión por excelencia dei progreso.
No habrá verdadero progreso por
la vía del crecimiento material indefinido. Hay que saber limitarse. Hay que
poner más énfasis en la distribución de lo que tenemos. Hay que entrar en la
dinámica del compartir. Hay que volver a la utopía y como afirma Offe este
horizonte utópico consiste en garantizar una serie de mínimos para todos, no
buscar máximos. Para avanzar hacia esta utopía se requiere una gran
conciencia moral generalizada.
La conciencia
solidaria.
En una situación de
multicrisis esta es la aportación esperanzadora de todo horizonte. No tener
horizonte supone vivir en el marco existencial y en la desesperanza.
Al creyente que en
medio de esta multicrisis busca ese horizonte de una civilización de la solidaridad,
a pesar de las dificultades, posee un punto de mira que unifica sus fuerzas y
concentra las energías de su vida. No tenemos garantizado el éxito, pero si
la satisfacción de realizar una tarea de elevación moral y humana, de seguir
a Jesús en la forma en que lo exige este momento histórico. La opción de la
solidaridad como proyecto tiene multitud de facetas: morales, política,
cultural, religiosa...
Desde el punto de vista
cultural, el proyecto solidario supone superar el predominio del paradigma
funcional colonizador de nuestra cultura occidental y luchar por la
recuperación equilibrada de otros aspectos de la racionalidad humana que nos
permita descubrir otras dimensiones de la realidad: la gratuidad, la amistad,
el amor, la profundidad interior. Frente al funcionalismo es necesario formar
individuos y comunidades donde florezca la vida sencilla con escaso interés
por el tener más. No se trata de proponer ensayos de vida arcaizantes, sino
inserciones de vida simple y austera en medio de nuestra sociedad consumista.
Desde la política, el
proyecto solidario supone ayudar a organizar a la colectividad a objetivos
compartidos por todos y en favor de todos. Cada vez estamos más convencidos
de que la economía y el mercado no conducen a la solidaridad. Sin razón
práctico-moral, todo lo más hay administración, pero no política. Por eso
ante la irresistible penetración de lo funcional en la política, urge la
recuperación de orientaciones morales solidarias. Es necesario impulsar la
participación para ampliar los cauces o medicaciones políticas de la
democracia liberal.
Desde el cristianismo
la tarea evangelizadora debe impulsar este intento de realización de la
solidaridad en nuestro mundo. El gran reto evangélico es educar al hombre
moderno para ver y mirar al prójimo como hermano. Sería un modo de actualizar
la evangelización, de hacerla nueva y duradera.
No hay que ser
ingenuos, pero entra dentro de lo posible el ir creando oasis de solidaridad,
zonas verdes y liberadas donde florezca el compartir, la preocupación por el
otro, la lucha por un mundo y unas estructuras más libres, justas y
humanizadoras. Un movimiento a contracorriente de las tendencias mercantiles
y depredadoras del hombre del mercado. Una tarea para combatir el
desfallecimiento utópico postmoderno y el pragamatismo de los ilustrados
modernos.