EL MODELO ECONÓMICO OCCIDENTAL. VISIÓN CRÍTICA

GALBRAITH, J.K (1997): Una sociedad mejor. Barcelona, Grijalbo Mondadori; John Kennet Galbraith (1908) es catedrático emérito de economía de la Universidad de Harvard

1.- UNA SOCIEDAD MEJOR

¿Qué es o debería ser exactamente una sociedad mejor, buena, más justa que la actual? ¿Cómo reducir en la práctica el abismo que separa a los afortunados de los necesitados?

¿Puede la política económica ayudar a conseguir este objetivo? ¿Qué hacer con el poder militar? ¿Cuáles de los servicios públicos del estado, y cómo pueden hacerse accesibles de forma más equitativa y eficiente? ¿Cómo se puede proteger el medio ambiente presente y futuro?

El autor va a trazar las líneas de lo que es una sociedad factible, no una sociedad perfecta. Diferencia entre lo utópico y lo factible, lo en último término posible. Definir lo factible es difícil. A veces, cuando se califica alguna cosa de políticamente o socialmente imposibles de realizar, se enmascara una estrategia para defenderse de los cambios no deseados, para proteger intereses antisociales. Es propio de la posición privilegiada desarrollar la propia justificación política y la doctrina económica y social que más le conviene. Una sociedad mejor es aquella en la que todos los ciudadanos deben tener libertad personal, bienestar mínimo, igualdad racial y étnica, y la igualdad de acceder a una vida satisfactoria.

La dicotomía capital frente a trabajo actualmente es distinta a la concepción del siglo XIX. Los ricos y los bien situados son ahora mucho más numerosos y diversos de lo que era la clase capitalista de otro tiempo, y también están más articulados desde el punto de vista político. Los menos favorecidos son los necesitados de las grandes ciudades, los parados, los inmigrantes. Los ricos y acomodados tienen influencia y dinero. Y votan. Los pobre tienen número, pero muchos no votan. Hay democracia, pero en gran medida es la democracia de los afortunados.

Para los pobres el estado puede ser capital para su bienestar, e incluso para su supervivencia. Para los ricos y acomodados supone una carga, excepto cuando en el caso de los gastos militares, o en el rescate de las instituciones financieras en quiebra sirve a sus intereses particulares. Entonces deja de ser una carga y se convierte en una necesidad social.

2.- LA ERA DEL JUICIO PRÁCTICO

Rechaza definir la economía desde una perspectiva ideológica. Un propósito evidente de una economía justa es producir bienes y suministrar servicios con eficacia y distribuir los ingresos de un modo socialmente aceptable y económicamente funcional.

La moderna economía de mercado de los países económicamente avanzados no sólo proporciona los bienes de consumo y servicios sino que llega tan lejos que crea las necesidades que satisface. Por tanto desafía el sentido común creer que el estado puede encargarse de alguna forma del abastecimiento de bienes y servicios del consumidor. La caída del muro de Berlín y la descomposición de los regímenes comunistas del este tuvo mucho que ver con la debilidad y rigidez con que esos regímenes habían abastecido a sus ciudadanos de bienes y servicios. Hablar de socialismo y de propiedad pública en la economía de consumo es una fantasía.

El poder sigue residiendo en la propiedad del capital, pero en las grandes empresas comerciales actuales, la propiedad y el control ya no están unidos. Su lugar lo ocupa la burocracia empresarial y los accionistas. Antes sólo había proletarios, campesinos y terratenientes. Ahora la voz de la empresa comercial es una entre muchas. Los que sigan empeñados en propugnar los beneficios de la propiedad colectiva están perdidos en las profundas brumas de la historia. El principal argumento a favor del socialismo se ha desvanecido. Aún existen partidos socialistas pero ninguno aboga por la propiedad pública en el sentido tradicional.

Por otra parte, conforme se ha desarrollado y expandido el sistema económico moderno, cada vez han recaído mayores responsabilidades en el estado. Existe una gran gama de actividades públicas que son necesarias para el funcionamiento eficaz de la economía privada. Hay un gran campo de la actividad económica en que el mercado es y debe ser intocable, y a la vez hay un gran abanico de actividades, que aumenta con el bienestar económico, donde los servicios y funciones del estado son necesarios.

Por tanto no se discute si la privatización es mejor que la nacionalización. En cada caso concreto habrá que tomar decisiones económicas concretas. Es lo que Galbraith llama el juicio práctico. En una sociedad buena e inteligente la política y la acción no están subordinadas a la ideología, sino que se basan en los datos que determinen cada caso particular. El definirse ideológicamente como liberal en el sentido de A. Smith, o socialista, como partidario de la función social del estado es retórico y demagógico.

3. EL FUNDAMENTO SOCIAL

¿Cuál es el fundamento social de una sociedad mejor? Si se expone en términos generales la esencia de una buena sociedad no es dificil de formular. Consiste en cada uno de sus miembros tenga acceso a una vida gratificante: oportunidades económicas para todos, educación que permita disponer de esas oportunidades y aprovecharlas, mantener un crecimiento económico sustancial y seguro que aumente el bienestar económico. Aumentar el nivel de vida es un bien reconocido.

El estancamiento económico no puede aceptarse como condición de una buena sociedad. Es necesaria una economía expansiva El estancamiento económico y la privación conllevan consecuencias sociales negativas: delincuencia, marginación, disturbios raciales etc... La escasez económica de las décadas de 1920 y 1930 trajeron el fascismo. (Fenómeno del fundamentalismo islámico en los países árabes (?)). Un sistema económico fuerte y estable es requisito importante de una sociedad mejor. Nadie puede quedar al margen y sin ingresos, condenado a la inanición, a carecer de vivienda, a la enfermedad sin tratamiento, a la falta de trabajo etc... Y la solución radica en el buen funcionamiento de la economía. No se persigue la igualdad en la retribución económica; eso ni es realizable ni es una meta socialmente deseable. No obstante, un rasgo destacado del sistema económico contemporáneo es que proporciona muchas oportunidades de hacer dinero que son socialmente indefendibles e intrínsecamente perjudiciales para la economía puesto que se hacen con un elevado coste social.

Los impuestos progresivos tienen una función estabilizadora en la medida en que ayudan a asegurar que lo que se recibe como ingresos se devuelva al mercado como demanda de bienes de producción. En definitiva los requisitos de una sociedad mejor en su dimensión social se pueden resumir:

• empleo y posibilidades de progresar para todos.

• crecimiento económico que mantenga el empleo.

• sistema público de enseñanza.

• seguridad social para los que no puedan mantenerse o no se mantienen de hecho.

• oportunidades para realizarse de acuerdo con la capacidad y la ambición, control de la inflación

• prohibición de las formas de enriquecimiento financiero que se hacen a costa de los de los demás.

Estos requisitos son bastante evidentes, incluso lugares comunes. ¿Qué medidas son necesarias para realizar estos fines?

4. EL FUNDAMENTO ECONÓMICO

No hay ninguna duda acerca del fundamento económico de una sociedad mejor. No obstante la economía moderna tiene una tendencia a períodos prolongados de recesión y estancamiento que provocan mayor desempleo., de modo que en la época contemporánea hay un desempleo permanente, incluso en los períodos de señalado crecimiento y bienestar.

Las causas de esa tendencia cíclica es el exceso especulativo de os buenos tiempos, que da lugar en último término al recorte del gasto en inversiones y en consumo. ¿Cómo estabilizar el flujo de demanda global? Manteniendo el gasto en el consumo, manteniendo el gasto en inversión privada y el gasto derivado de las actividades fiscales del estado. Hay tres líneas fundamentales clásicas de acción correctiva que ayudan a llevar a cabo el flujo de demanda global:

1. Bajar impuestos, liberando en manos de los consumidores más renta para gastar en consumo privado. En tiempos de recesión no es seguro que los fondos liberados por la reducción de impuestos se gasten o se inviertan.

2. Reducir los tipos de interés, fomentando los créditos y la inversión o gasto de las empresas y de los consumidores. Es lo que se llama política monetaria. Se considera que la política monetaria en manos de los bancos centrales no recibe las presiones del sistema democrático, tomándose las medidas necesarias a una higiénica distancia del habitual enfrentamiento o control políticos. Pero cuando los tiempos son malos y el desempleo alto, bajar los tipos de interés no ayuda a un mayor gasto en el consumo.

3. Aumento del gasto público mediante un déficit voluntariamente aceptado o acrecentado. En tiempos de recesión sólo queda la intervención directa del estado para crear empleo. El estado debe endeudarse y aceptar la realidad de un mayor déficit en las cuentas públicas. Las mejoras e infraestructuras públicas (viviendas, escuelas, hospitales, carreteras etc...) también ayudan a aumentar la riqueza y los ingresos públicos. Cuando la economía se recupera y aumentan los ingresos públicos, entonces debe haber una disciplina que ponga fin a la estimulación del gasto, manteniendo los impuestos para contrarrestar la especulación y el exceso de demanda que favorece el aumento de la inflación.

4.1. La inflación

Causas: la demanda expande la producción y aumenta la necesidad de los trabajadores lo que infaliblemente hace que suban los precios. Hay una dicotomía: empleo, más inflación vs. desempleo, precios estables. La inflación es considerada en la actualidad como la amenaza principal contra el buen desenvolvimiento económico. El objetivo son precios estables, y desde esta perspectiva el desempleo se ha convertido en un instrumento para estabilizar los precios.

En el sistema económico actual quienes tienen voz e influencia política se ven más perjudicados por la inflación que por el desempleo. El paro lo padecen los afectados y sus familias, pero desde un punto de vista social tiene la virtud de hacer más dóciles a los trabajadores y a los sindicatos por miedo al desempleo.

La inflación perjudica a todo lo ancho del sistema económico actual: asalariados, pensionistas, ahorradores, y sobre todo al mundo financiero (bancos, sociedades de inversión, aseguradoras...) Todo el que presta dinero desea que se lo devuelvan con más o menos el mismo poder de compra. Una sociedad más justa debe minimizar el conflicto entre desempleo y paro. Hay que afrontar esta disyuntiva. Nunca puede defenderse una inflación alta, pero la progresiva expansión económica que proporciona empleo a la mayor parte de los trabajadores hará aumentar la inflación. Puesto que no puede haber pleno empleo y precios estables hay que minimizar los efectos desagradables de ambas cosas, a través del subsidio de paro, y a través del control de los salarios (indexación de los ingresos).

4.2. El déficit

El control del déficit se ha convertido en una obsesión de los economistas de los gobiernos. No obstante determinados gastos siguen sin provocar preocupación pública: los gastos militares. ¿Cuál debe ser la norma dominante en lo referente al endeudamiento público y el déficit? No hay ley ni tradición que exija un presupuesto equilibrado: igualdad de gastos e ingresos al cerrar el año.

Hay tres grandes categorías de gasto público:

1. Gastos innecesarios: tendencia al exceso de personal, gasto que responde a intereses políticos o económicos, no a las necesidades o deseos de la sociedad en general

2. Gastos de funcionamiento corriente y diario de la administración: justicia, política exterior, apoyos gubernamentales a la industria y a la agricultura, gastos militares etc... No hay justificación económica ni política para endeudarse por estas tareas.

3. Gastos estatales que pretenden mejorar el futuro bienestar y el crecimiento económico. Aquí el endeudamiento no sólo es legítimo sino social y económicamente deseable. Cuando el gasto público promueve o es esencial para el futuro crecimiento de la economía, el endeudamiento es absolutamente aceptable.

Las inversiones en atención sanitaria significan una fuerza de trabajo más productiva en el futuro, puesto que se supone que si hay una buena salud en la población, habrá menos necesidad de gastos médicos. Lo mismo vale para las inversiones en programas preventivos ante la droga, alcohol, tabaco... Los niños protegidos y rescatados de la pobreza por la asistencia social se convertirán en ciudadanos productivos, lo que aumentará la productividad con lo que aumentarán los ingresos vía impuestos y se amortizará la deuda contraída.

Nada mejorará tanto la renta y la producción futura como la enseñanza. En definitiva los gastos de enseñanza, sanidad y asistencia social deben considerarse como una carga corriente. Cuando los tiempos son buenos y las entradas estatales fuertes, el déficit debe reducirse, y por la misma razón cuando hay recesión deben incrementarse la inversión y el empleo mediante capital público. La política económica de una sociedad mejor consiste en que el gasto público vaya a la par que el futuro bienestar y crecimiento económico.

Actualmente el déficit presupuestario se está utilizando como un instrumento contra la política pública socialmente necesaria. Contra las diversas actividades sociales o asistenciales se interpone el argumento de que éstas hacen crecer el déficit público. La principal oposición al déficit sostiene que reduce las existencias de ahorro y roba al sector privado fondos de inversión.

4.3. La distribución de la renta y del poder

Una buena sociedad no busca la igualdad en la distribución de la renta. La igualdad no es coherente con la naturaleza humana ni con el sistema económico contemporáneo Generaciones de socialistas y de líderes de orientación social han aprendido para su desilusión y para su pesar que la máxima de la igualdad no ha funcionado económicamente a lo largo de la historia.

No obstante, es cierto que la moderna economía de mercado asigna riqueza y distribuye la renta con gran desigualdad, de manera contraria a los intereses sociales. Los ricos tienen cierta tendencia a defender su riqueza y sus ingresos como un derecho social, moral o divino. La distribución desigual de la renta crea el incentivo para el esfuerzo y la innovación que son útiles para todos, y de ahí proceden el ahorro y la inversión que a todos benefician. Los ricos no hablan en defensa de su propia fortuna, sino como si fueran benéficos servidores del bien común.

Y la clase media proporciona una cubierta protección de los ricos, puesto que la reducción de impuestos para favorecer a la clase media se extiende a los acaudalados. ¿Cuál es el proceder correcto en lo tocante a la distribución de la renta? Lo necesario son fuertes medidas correctivas que reflejen y dirijan las desigualdades. El ataque contra la desigualdad comienza por una mejor suerte para los que están abajo. En segundo lugar se trata de controlar al mundo financiero: la información privilegiada, la falsa información para promover inversiones, las inversiones extravagantes que han llevado a la quiebra a entidades de crédito y ahorro, y la locura especulativa, afectan desfavorablemente a la distribución de la renta. En tercer lugar es necesario que los accionistas y el público informado controlen la maximización personal de los ingresos de los gestores de las grandes empresas. Para ello los propietarios de las modernas sociedades anónimas deben ser agentes activos y no pasivos en sus empresas. Y a nivel de acción pública los gobiernos deben suprimir los actuales privilegios fiscales y comerciales de los potentados: subvenciones comerciales, rebajas de impuestos a las empresa o a determinados productos, subvenciones a la exportación, incluidas las exportaciones de armas etc.

El instrumento más eficaz para conseguir un alto grado de igualdad en las remuneraciones es el impuesto progresivo sobre la renta, que lleve a cabo una distribución razonable y civilizada de la renta. Es necesario aceptar el principio de que una distribución más equitativa de la renta debe ser un dogma fundamental de la política económica actual en una sociedad mejor, y para este fin es primordial una fiscalidad progresiva.

5.- EL PAPEL DE LA EDUCACIÓN

La enseñanza es un elemento importante de la política económica general, sirve a un objetivo económico como inversión en seres humanos. La economía moderna requiere una mano de obra bien preparada y adaptada. No es aceptable que la enseñanza esté fundamentalmente al servicio de la economía, sino que tiene una función política y social más amplia, y una justificación más profunda en sí misma. La educación tiene una relación vital con la tranquilidad y la paz social; es lo que proporciona la esperanza y la realidad de escapar de los estratos sociales y económicos inferiores y menos favorecidos. Se progresa con la educación y sólo con la educación. Debe defenderse que la mejor educación debería ser para los menos favorecidos, pues son los que necesitan más medios para salir de su situación.

La educación presta otros dos servicios importantes y vitales. Uno permitir a las personas que se gobiernen de una manea inteligente y el otro permitirles que disfruten de la vida todo lo posible.

La democracia es una exigencia. O bien hay un electorado bien informado e intelectualmente al corriente de los problemas y las decisiones o habrá una delegación más o menos total por su parte al estado y a la burocracia. O bien habrá una entrega a las voces de la ignorancia y del error que son destructivas para la estructura política y social.

Todas las democracias viven bajo el temor a la influencia de los ignorantes, pues en todas partes un determinado porcentaje de la población es capaz de apoyar prácticamente cualquier clase de calamidad social y política. La educación no sólo hace posible la democracia, sino que también hace que sea esencial. La educación no sólo hace que exista una población que comprenda las tareas públicas, sino que ayuda a crear las demandas de la población. Las dictaduras se apoyan en los pobres y analfabetos. La democracia es un derecho humano fundamental, pero también es la consecuencia natural de la educación y del desarrollo económico. La educación sirve, más que nada, para ensanchar la vida y disfrutarla. La educación es lo que abre la ventana del individuo a los placeres del lenguaje, de la literatura, del arte, de la música. Todos los niños deben tener acceso a una buena enseñanza elemental y secundaria puesto que de lo contrario es imposible que accedan a la enseñanza superior, y esto es una forma brutal de discriminación social. Para ello habrá que disponer de recursos públicos Una sociedad mejor y más justa ha de crear y mantener un sistema educativo público y fuerte para todos los ciudadanos. El que existan universidades y escuelas privadas es propio de la libertad de una sociedad libre, pero no deben ser proyectadas para otorgar mejor educación y superiores posibilidades educativas a los que están en condiciones de pagar.

6. LA EMIGRACIÓN

El problema de la emigración es un tema político de primera importancia en los países avanzados. En estos países una extensa gama de empresas industriales y de servicios depende de la mano de obra emigrante.

Existe un problema con la palabra trabajo: puede ser algo de lo que se disfruta muchísimo, que produce satisfacción y realización y a su vez determina una posición social. Se dice que el buen trabajador disfruta de su trabajo, pero esto lo dicen quienes no tienen experiencia de trabajo pesado y fisico forzado por las condiciones económicas. Por tanto la palabra trabajo implica situaciones contrapuestas. Quienes más disfrutan con lo que hacen y encuentran el trabajo más agradable, también reciben la mayor remuneración económica.

Existe la necesidad de una constante renovación de la mano de obra en las faenas pesadas, monótonas y sin prestigio, y esta necesidad la satisfacen las personas que escapan de los países pobres, o quienes no tienen ninguna clase de empleo, para quienes el trabajo penoso es mucho mejor que nada en su tierra. Se produce un rechazo a la emigración por dos motivos: uno porque se piensa que van a quitar puestos de trabajo, y otra de tipo étnico y cultural: temor a su cultura racial, religiosa, familiar, higiénica y cívica distinta y deficiente. La emigración de los bien dotados social, cultural y económicamente no encuentra ninguna objeción seria.

Una política migratoria de una buena sociedad sirve a quienes buscan venir y sirve a quienes ya están aquí.

¿Debe controlarse la emigración? La admisión debe estar condicionada por la disponibilidad de puestos laborales. Ningún país puede cargar con un gran excedente de trabajadores inmigrantes por encima de la demanda de empleos en los niveles más bajos.

Hay que reconocer el papel beneficioso de la emigración en general y actuar y reaccionar en consecuencia. La comunidad nacional se enriquece gracias a la cultura y al intercambio de ideas y talentos que permite una buena política migratoria. Y existen ventajas económicas para los países ricos, pues los trabajadores de los países pobres harán los trabajos que nadie quiere ya hacer. (sic)

7.- EL PODER MILITAR AUTÓNOMO

En las democracias avanzadas la decisión sobre los gastos públicos se adopta mediante una combinación de los poderes legislativo y ejecutivo, sometidos a la elección de los ciudadanos. Sin embargo hay una importante excepción a este control democrático que es el poder militar (al menos en EE.UU). La jerarquía militar estadounidense decide de hecho y con independencia sobre su propio presupuesto, sobre la cantidad y el uso del dinero que recibe.

Además en el Congreso el poder financiero y político de las industrias productoras de armas es alarmante. Los recursos de que dispone el ejército no están determinados por la necesidad. De hecho el final de la guerra fría no afectó para nada a la continuada solicitud de dinero por parte del aparato militar ni al apoyo del ejecutivo y del legislativo que lo proporcionaron. El poder militar estadounidense se mantuvo empeñado en utilizar los recursos públicos para protegerse contra una amenaza militar que ahora estaba admitido que había desaparecido. Las fuerzas armadas han sido, y siguen siendo en muchos países independientes del control civil encarnado en el gobierno democrático. El moderno poder militar no sirve a los intereses públicos generales, aunque lo afirmen solemnemente, sino que está regido por su propio interés, que además suele ser perjudicial para las necesidades y los objetivos públicos generales. El poder núlitar sigue controlando para sus propios objetivos los recursos que, si se utilizaran en crear empleo, viviendas y recursos sociales, aliviarían la crisis en los suburbios de las grandes ciudades. El poder militar autónomo que actualmente existe debe ser sometido a un control democrático eficaz.

8. LA POLÍTICA EXTERIOR: DIMENSIÓN ECONÓMICA Y SOCIAL

El objetivo último de una sociedad mejor se halla en el campo de la política exterior, en la búsqueda de la paz duradera entre las naciones. En el reino de la inteligencia humana pocas cuestiones han presentado tantas dificultades a lo largo del tiempo como la justificación de la guerra y de sus consecuencias.

Las guerras han negado el progreso humano y la ilustración civilizada del siglo que acaba. Hay que contrarrestar y negar las presunciones del poder militar, para el que la guerra es un aspecto inevitable de la existencia humana con la consiguiente demanda de armas. El principal escándalo de nuestro tiempo es el comercio de armas destinadas a los países pobres. No hay forma de oponerse a la asociación progresivamente más estrecha entre los pueblos y las instituciones de los países avanzados.

El celo que el estado - nación siente por su territorio y por la protección de sus intereses económicos, el poder económico de los fabricantes nacionales de armas y la apasionada atención a la conservación de una identidad cultural propias, fueron el origen de las mayores tragedias de nuestros tiempos.

Es necesaria una eficaz coordinación internacional de las políticas sociales y monetarias, de las políticas agrícolas, de las medidas para preservar el medioambiente etc... Ningún país puede actuar con eficacia y por su cuenta. El objetivo final es una autoridad transnacional. Una buena sociedad no puede permitirse una exclusiva identificación con el estado-nación; debe reconocer y apoyar las fuerzas internacionales a las que se someten los distintos países. No es cuestión de elegir; es un imperativo actual.

9. LOS POBRES DEL PLANETA

En una sociedad civilizada lo que importa es el mundo como un todo, y debe haber una especial preocupación por los millones y cientos de millones que viven en los límites de la pobreza. Los países afortunados deben habérselas ahora con el legado del imperialismo: la fosa, verdaderamente intolerable de sufrimientos humanos que ha dejado su estela. Ningún país puede estar satisfecho y contento de su riqueza si otros son manifiestamente pobres. Una buena sociedad no puede situarse al margen de esa pobreza. Debe estar en la conciencia de todos y su eliminación debe formar parte de la política de todos.

Cuando las antiguas posesiones coloniales consiguieron la independencia tuvieron que proveerse de una estructura de gobierno honesto y eficiente. Muchas han fracasado, lo que produjo un fracaso económico, ya que el éxito económico depende de una estructura de gobierno estable, eficiente y real. A los países en vías de desarrollo, a las antiguas colonias, se enviaron las siderurgias, las plantas de energía eléctrica, las plantas químicas, las plantas de máquinas herramientas. Se pensó que esto era el progreso económico, el final de la pobreza. En realidad fue un gran error. Se ignoraron dos grandes necesidades: un orden político estable y una educación general de las masas. Las siderurgias, las plantas hidroeléctricas, los aeropuertos resplandecientes, asentados ahora entre gentes ignorantes, se convirtieron en estériles monumentos al fracaso y al error.

En buena parte del antiguo mundo colonial sigue habiendo inestabilidad, incompetencia, corrupción y dictaduras. Las tareas rutinarias del estado de recaudación de impuestos, prestación de servicios sociales, provisión de una base legal firme para el progreso económico, se llevan a cabo mal o no se llevan. El papel de una buena sociedad empieza por la generosidad, la ayuda financiera no basada en intereses económicos y políticos, sino en la preocupación por los demás.

Debe disponerse de dinero para la enseñanza, sobre todo para equipamiento, profesores y formación de profesores. Es necesario un cuerpo internacional de preparadores de profesores. No hay población educada que sea pobre, ni población no educada que no lo sea. Con una población educada, el progreso económico es inevitable, y sólo entonces se produce el uso verdaderamente eficaz de la ayuda general para el desarrollo.

El sufrimiento humano y la devastación económica y social derivados de los conflictos internos han sido más importantes que los conflictos internacionales, y es necesario actuar contra las tragedias humanas más espantosas (Somalia, Ruanda, Balcanes...) Es necesaria la intervención internacional para contener la violencia interior o para aprovisionar de alimentos, alojamiento, cuidados médicos y otros socorros a los afectados.

Esta intervención internacional debe estar propiciada desde Naciones Unidas, y no ser una acción unilateral realizada por U.S.A. que recuerda viejos métodos del imperialismo. El envío de la policía necesaria y del personal militar a estas zonas debe ser una obligación general y aceptada por todos.

La pobreza de las naciones es una fuente instigadora de conflictos. La concordia internacional saldría favorecida consiguiéndose un cierto bienestar social en todos los países. Por tanto la compasión tiene rostro humano, pero también rinde servicios muy prácticos.

10.- EL CONTEXTO POLÍTICO

Una vez definido lo que es bueno y factible se supone que seguirá la necesaria respuesta política. Pero en ello no se es optimista, porque en la política moderna hay dos grupos desigual poder e influencia, y la democracia se ha convertido en algo imperfecto. Por una parte están los favorecidos, los ricos, la burocracia empresarial y los intereses comerciales y por otra los social y económicamente desposeídos y los que por inquietud o compasión acuden en su ayuda.

El paso decisivo hacia una buena sociedad consiste en hacer que la democracia sea genuina, incluyente. Las cosas cambiarían mucho si los menos afortunados y los pobres recurrieran con confianza a las urnas electorales para remediar sus males. Sus votos serían específicamente solicitados, poniéndose el acento en la necesidad de la red de seguridad social y en la calidad de escuelas, viviendas, sanidad ... Los votos de los pobres son esenciales para conseguir los servicios públicos que ellos mismos necesitan para mejorar los necesarios ingresos y para institucionalizar las políticas generales que combatan la pobreza.

El dinero, la voz, y el activismo político están dominados por los acaudalados y los intereses empresariales. En una buena sociedad la voz y la influencia no pueden quedar restringidas a una parte de la población. Se dice que la política "práctica" exige políticas que atraigan a los afortunados. Los políticos despiertos apuestan por los acomodados y los ricos, y por tanto aquellos cuya principal preocupación es proteger sus ingresos, su capital y sus intereses comerciales siempre votarán al partido que afirme con mayor contundencia estar al servicio de su bienestar pecuniario. Y esto lo hacen siempre los partidos de derecha o liberales (Republicano). Es cierto que está dentro de los derechos soberanos e inalienables de los ciudadanos el boicot a los procesos electorales. Sin embargo, el fallo central de una buena sociedad no es la democracia, sino que la democracia sea imperfecta. Sólo cuando todo el mundo vote, excepto unos cuantos excéntricos, conseguirá realizar una buena sociedad sus objetivos urgentes.

Con que haya una coalición de los conscientes y los compadecidos con los que ahora están fuera del sistema político, la sociedad mejor sería practicable. Los acaudalados seguirían siendo acaudalados, los acomodados seguirían acomodados, pero los pobres los pobres formarían parte del sistema político y se atenderían sus necesidades. Los aspirantes a cargos públicos escucharían y deberían atender sus demandas. Una sociedad buena falla cuando la democracia falla. Con verdadera democracia podría triunfar el proyecto de una sociedad mejor. Podría incluso ser inevitable.

EPÍLOGO: POR UNA CULTURA DE LA SOLIDARIDAD (José María Mardones (1994). Bilbao, Cuadernos FyS)

José Mª Mardones es profesor titular de la Universidad del País Vasco e investigador en el Instituto de Filosofia del CSIC. El centro de atención de su trabajo lo constituye el análisis sociocultural y su confrontación con la fe cristiana. Conocedor profundo de la "teoría crítica" de la Escuela de Frankfurt.

Vivimos en un momento de malestar cultural, social y político que conduce, desde el desfallecimiento moral de quien ve la cercanía de un fascismo, hasta la reclusión en el retiro del nicho privado, con sentimientos individualistas, o meramente derrotistas ante la imposibilidad de hacer algo.

En el espacio de la política esa sensación se convierte en "malestar democrático", es decir ante la desconfianza ante el sistema de organización de la cosa pública. El custionamiento se hace aún más dramático ante el sistema económico predominante y relatado aún con tintes socialdemócratas por Galbraith. Vivimos al parecer un capitalismo sin alternativas. Tampoco el comportamiento cívico sale bien parado. La burocracia asistencial parece exinúr de la asistencia personal.

Comprobamos que nosotros mismo perdemos pie y nos sentimos inseguros respecto de lo que somos y de lo que debemos hacer. Nos damos cuenta que hablar de crisis cultural económica, social y política equivale a plantearse las cuestiones de los valores y normas sociales, de reorientar la vida en común e incluso la vida personal. Hablar de crisis en nuestro tiempo y en nuestro entorno es abordar el problema del lugar que ocupan los valores, las orientaciones normativas o morales, las creencias y la religión, o sus equivalentes funcionales, ideológicos, en la tarea de proporcionar sentido e integración social.

De otra parte el dolor humano que rezuman las crisis económicas desactiva el mito de la racionalidad y de la realización con que tiende a enfundarse el capitalismo, por no decir nada sobre los males producidos por la periclitada eonomía centralizada.

Habermas, A. Touraine y otros pensadores críticos perciben la modernidad como un proceso en el que, junto a tendencias humanizadoras y críticas, coexisten otras de signo contrario. El gran desarrollo de la ciencia y de la técnica modernas ha hecho derivar el proceso de la modernidad por el camino de la producción/consumo, con el predominio de las relaciones económicas, de la visión objetivista y funcionalista de la realidad. Todo es reducido a mercancía. La razón ilustrada, autónoma y crítica desfallece ante el predominio de lo funcional e instrumental. El resultado es el debilitamiento de las relaciones interpersonales, de la donación, de lo gratuito, del servicio, de la solidaridad en contraposición al atractivo del beneficio, del interés financiero, de la ambición, del éxito social a cualquier precio.

La gran contradicción de la modernidad es justamente el desarrollo anómalo y patológico del capitalismo moderno: lo económico y burocrático se ha apoderado se ha apoderado del ámbito de la vida de las relaciones interpersonales. La terapia de los teóricos críticos apunta, por un lado, a una resistencia frente a esa invasión de los sistemas productivo y administrativo y, por otro, a un desarrollo de dimensiones prácticomorales de la modernidad ilustrada. Urge desarrollar el espíritu crítico. No hay que demonizar estos sistemas como malignos en sí, sino el modo como se han desarrollado en la actualidad.

Las soluciones tienen que venir de fuera de dichos ámbitos, desarrollando una propuesta moral y de cambio de valores. Habermas propugna la auto-restricción o autolimitación inteligente del desarrollo, con el fin de no causar más desmanes de los ya producidos y poder encauzar las fuerzas políticas y económicas. Offe aboga por una moralización generalizada de los ciudadanos para poder reorientar las relaciones sociales y el dominio de la producción. Sin conciencia ciudadana responsable de los intereses comunes no hay solución a los problemas actuales.

Es necesario potenciar un tipo de vida y de relaciones diferentes, cualitativamente mejor: una vida y unas relaciones más horizontales e igualitarias, y también más satisfactorias y plenificantes, desde el encuentro interpersonal y la vinculación afectivo-respetuosa con el otro y lo otro.

Los Nuevos Movimientos Sociales proponen cambiar la rueda de la productividad hacia un crecimiento cero que detenga el desarrolfsmo expoliador de la naturaleza y amenazador de la biosfera. Sustituir la visión reductora tecnoeconómica y burocrática por otra más englobante y compleja, liberándonos de un paradigma excesivamente fragmentario y pseudoracional. En definitiva se trata de propugnar, no simples cambios de política de partidos, sino de estilo de vida y de pensamiento, de deseos y de visión de la realidad, de política y de estructuración social. Un cambio de este género suele requerir mucho tiempo, y no se produce sin ciertos conflictos, tanteos y errores

Frente a la lógica del desarrollo, del cuantitativismo, del dominio sobre el otro, se atisba una civilización del compartir, de la aceptación, del diálogo, de la comunión con lo otro y los otros Habermas da por superada la "utopía del trabajo" y del desarrollo y aboga por un estilo de vida y un sistema donde el diálogo, la racionalidad intersubjetiva y la participación tengan preeminencia en el futuro. No cree en la idea del "desarrollo sostenido" que se propugnó en la Conferencia de Río de 1992, y pone en entredicho la fe occidental en el progreso y en un futuro vinculado al desarrollo tecnoeconómico.

La tríada del desarrollo: ciencia, técnica, industria amenaza la biosfera y el equilibrio psicofisico. El malestar de la civilización es un malestar planetario. Pero también se mundializa la demanda de paz, de democracia, de libertad, de tolerancia, de armonía con la naturaleza, de igualdad por encima de sexos y razas... La lucha entre la degradación y la salvación, entre la esperanza y la muerte atisba para la civilización planetaria un verdadero desarrollo humano y racional.

El horizonte utópico de la solidaridad.

Un modo de poner nuestra esperanza a producir, de cara a un futuro más humano, consiste en favorecer aquellos gérmenes y signos que hablan de un cambio radical en orden a una humanidad más humana. Como afirma Habermas no hay una verdadera alternativa si no se produce un cambio radical de planteamientos, objetivos y valores, un cambio de paradigma que pide una autolimitación inteligente, una ralentización del proceso desarrollista que ha sido presentado como la versión por excelencia dei progreso.

No habrá verdadero progreso por la vía del crecimiento material indefinido. Hay que saber limitarse. Hay que poner más énfasis en la distribución de lo que tenemos. Hay que entrar en la dinámica del compartir. Hay que volver a la utopía y como afirma Offe este horizonte utópico consiste en garantizar una serie de mínimos para todos, no buscar máximos. Para avanzar hacia esta utopía se requiere una gran conciencia moral generalizada.

La conciencia solidaria.

En una situación de multicrisis esta es la aportación esperanzadora de todo horizonte. No tener horizonte supone vivir en el marco existencial y en la desesperanza.

Al creyente que en medio de esta multicrisis busca ese horizonte de una civilización de la solidaridad, a pesar de las dificultades, posee un punto de mira que unifica sus fuerzas y concentra las energías de su vida. No tenemos garantizado el éxito, pero si la satisfacción de realizar una tarea de elevación moral y humana, de seguir a Jesús en la forma en que lo exige este momento histórico. La opción de la solidaridad como proyecto tiene multitud de facetas: morales, política, cultural, religiosa...

Desde el punto de vista cultural, el proyecto solidario supone superar el predominio del paradigma funcional colonizador de nuestra cultura occidental y luchar por la recuperación equilibrada de otros aspectos de la racionalidad humana que nos permita descubrir otras dimensiones de la realidad: la gratuidad, la amistad, el amor, la profundidad interior. Frente al funcionalismo es necesario formar individuos y comunidades donde florezca la vida sencilla con escaso interés por el tener más. No se trata de proponer ensayos de vida arcaizantes, sino inserciones de vida simple y austera en medio de nuestra sociedad consumista.

Desde la política, el proyecto solidario supone ayudar a organizar a la colectividad a objetivos compartidos por todos y en favor de todos. Cada vez estamos más convencidos de que la economía y el mercado no conducen a la solidaridad. Sin razón práctico-moral, todo lo más hay administración, pero no política. Por eso ante la irresistible penetración de lo funcional en la política, urge la recuperación de orientaciones morales solidarias. Es necesario impulsar la participación para ampliar los cauces o medicaciones políticas de la democracia liberal.

Desde el cristianismo la tarea evangelizadora debe impulsar este intento de realización de la solidaridad en nuestro mundo. El gran reto evangélico es educar al hombre moderno para ver y mirar al prójimo como hermano. Sería un modo de actualizar la evangelización, de hacerla nueva y duradera.

No hay que ser ingenuos, pero entra dentro de lo posible el ir creando oasis de solidaridad, zonas verdes y liberadas donde florezca el compartir, la preocupación por el otro, la lucha por un mundo y unas estructuras más libres, justas y humanizadoras. Un movimiento a contracorriente de las tendencias mercantiles y depredadoras del hombre del mercado. Una tarea para combatir el desfallecimiento utópico postmoderno y el pragamatismo de los ilustrados modernos.

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