I.- INTRODUCCIÓN
Clarificar el concepto
de madurez psíquica (que otros pueden
llamar armonía, salud mental, equilibrio personal, sabiduría…) no es tarea
fácil, y resulta una meta utópica
puesto que ningún ser humano alcanza un desarrollo evolutivo ideal.
Está de moda hablar de
inteligencia emocional en contraposición
al concepto clásico de capacidad intelectual. La meta exitosa del ser
humano (que en términos psicológicos
llamaríamos desarrollo psíquico) sería simplificando como hacen los
best sellers, ser razonablemente felices
y hacer razonablemente felices
a los que nos rodean.
Algunos autores ya revisaron
dicho concepto. Freud definía la madurez
como la capacidad para sentir gozo en amar y trabajar. Bion como el valor gozoso para la búsqueda constante de la
verdad y Bowlby afirma que la
persona madura es la que se acerca al
mundo con seguridad, pero que si tiene dificultades está dispuesta a buscar
apoyo en figuras dignas de confianza.
Es decir, se da un
equilibrio básico entre iniciativa y confianza en sí mismo por un lado, y
capacidad de buscar ayuda y utilizar tal ayuda por otro, lo que constituye la
base del desarrollo de una personalidad estable y armónica.
Desde el plano
científico, el estudio de la madurez
psicológica en el marco teórico se sitúa
dentro de la Psicología del Desarrollo y del Ciclo Vital (desarrollo
de la personalidad a lo largo del
ciclo vital). Esta orientación explica que el cambio es continuo a lo largo
de toda la vida, el cambio siempre supone un balance entre ganancias y
pérdidas, es multidireccional y multidimensional. Desde esta perspectiva del
Ciclo Vital el desarrollo humano se concibe
como un proceso balanceado entre la ganancia (crecimiento) y la
pérdida (declive).
¿En qué sentido podemos
hablar de "ganancias" en el desarrollo de la personalidad a lo
largo del ciclo vital? El desarrollo
de la personalidad necesariamente es un fenómeno caracterizado por la
continuidad y la direccionalidad. El término madurez refleja la direccionalidad en el
transcurrir de la vida de todo ser humano hacia una meta deseable para
alcanzar el desarrollo, y de otra parte refleja la continuidad dimensional de la
personalidad a lo largo de todo un
ciclo vital del individuo.
Aunque hay gran confusión terminológica y teórica sobre términos como salud mental, ajuste, madurez, los
psicólogos están mucho más de
acuerdo que en desacuerdo sobre las
dimensiones que definen una persona madura.
La madurez psicológica
puede considerarse como un núcleo
central de los llamados recursos personales que los sujetos, sobre todo los
adultos, disponen para afrontar las diversas transiciones y crisis a lo largo
de su desarrollo, permitiendo que el desarrollo pueda avanzar hacia niveles
superiores de madurez, pues resulta claro que sin crisis el desarrollo no es
posible y los resultados de la crisis pueden ser tanto positivos como
negativos.
Aprovechando esta
cualidad de determinados sucesos críticos, podemos dirigir la meta de la
intervención evolutiva no ya a la estricta prevención de la crisis, sino al
enriquecimiento y fortalecimiento de la habilidad del individuo para crecer o
desarrollarse como resultado del suceso. El hecho mismo del afrontamiento y
de una resolución con éxito de la transición/crisis, fomentaría el
crecimiento en algunas dimensiones de madurez
que prepararían al sujeto para transiciones futuras.
¿Cuál es la expresión concreta hoy de la madurez
personal? ¿Favorece esta sociedad de fin de siglo la madurez psicológica de
sus miembros? Una sociedad será madura en cualquier sentido (democrático, de
justicia social…) en la medida en que
sus miembros lo sean también a nivel
psicológico. Caídas las grandes
utopías sociales, sólo restan utopías
personales que puedan dar de nuevo consistencia a los proyectos de convivencia en comunidad.
La principal dificultad
teórica de definir el término de madurez psicológica viene determinada por el
paradigma en que se sitúa el estudioso del tema.
Vertiente estática: concibe
la madurez psicológica como la posesión de determinadas
características psicológicas como máxima expresión del desarrollo de la personalidad humana.
La madurez sería un estado de plenitud al que se llega tras un proceso de
crecimiento paulatino, secuencial y acumulativo. Desde esta perspectiva, la
madurez una vez constituida permanece estable, lo que indica un perfil más o menos estático de la
personalidad humana.
Vertiente
dinámica - procesual:
hace referencia a un proceso de maduración psicológica continuamente en
movimiento en una dirección
determinada. Se habla entonces de grados de madurez. La madurez de la personalidad no puede entenderse nunca como un
destino definitivo, como una residencia a donde uno llega para instalarse y
permanecer allí. (Rojas)
II.- BREVE RECORRIDO
HISTÓRICO SOBRE LAS IDEAS DE MADUREZ
Describir la evolución histórica de la noción de madurez constituye en sí misma
la descripción del tipo y naturaleza de los estadios finales ideales que cada
cultura ha propuesto a sus miembros.
2.1.- La cultura judía: El conocimiento
trascendental era necesario
para ser maduro y sabio. Había varios grados de madurez personificados en la Sagrada Escritura; cuanto
más entendiera el sujeto este nuevo conocimiento trascendental, mayor grado
de madurez poseía. Job representaba el hombre maduro, al conocer,
comprender y someterse al plan de
Dios, al plan cósmico.
2.2.- La cultura griega: La teoría de Platón sobre la madurez queda
reflejada en El Banquete, donde en
el diálogo entre Sócrates y Diotema
sobre el amor, expone cuatro niveles de desarrollo:
preamor (período
de mera supervivencia),
auténtico amor o eros (el objeto de amor es otra persona),
el amor a la belleza física en sí
misma. Vita Activa, se desea el honor y el poder, nivel de madurez
buscado por los hombres libres,
amor a la sabiduría o Vita
Contemplativa. Este nivel sólo
es alcanzable por los hombre libres
maduros, ya que requiere tiempo libre y un estado de pureza moral que se
lograba con gran autodisciplina y estudio.
Para Platón el individuo maduro era "una persona introvertida, una
persona que calculaba cuidadosamente los efectos de percepciones e ideas en
su propia experiencia interior." Sócrates insiste continuamente en
que el propósito de la filosofía no
era la búsqueda del honor heroico, sino lo opuesto, la adquisición de la
humildad a través del auto-conocimiento. El ideal aristotélico era el de equilibrio y armonía (justo medio).
Las emociones debían ser domadas por
una rigurosa autodisciplina para aceptar los dictados de la razón. La
actividad racional del hombre parece
tender al bien supremo que es la felicidad y la felicidad es fruto de la
virtud.
2.3.- Edad Media: espiritualización de la madurez
Para la Iglesia, antes del s.XII, la madurez era la aproximación a Dios a través de la oración y la abnegación (regla de San
Benito). Otro ideal de madurez fue el
proveniente de la tradición de los primeros caballeros, similar a la de los
héroes griegos presocráticos de tiempos de Homero: bravura, generosidad,
habilidad, lealtad.
A partir del s.XII se busca
suavizar y humanizar las ideas cristianas de madurez y encontraron
atractiva la sabiduría platónica. Fue
Santo Tomás de Aquino el que intentó
normalizar las enseñanzas clásicas. El intelecto era el que permitía al hombre comprender
cuál era su tarea en la vida y acometerla, aunque la completa madurez no
podía sólo alcanzarse por la razón. Hacían falta tres virtudes: fe, esperanza,
y caridad.
2.4.- Los nuevos ideales de madurez en el Renacimiento y la Ilustración.
Tres visiones básicas de la madurez humana coexistieron durante
el s.XVI:
Un héroe renacentista con una vida dedicada al arte, elitista,
intelectual, optimista y mundano.
La persona madura de la Reforma: ascético, alejado de la frivolidad
y obediente de Dios.
Madurez de la moderación: estoico, tolerante, con una sólida formación
intelectual.
En la medida que el ser humano
confía en su propia razón para hacer inteligible el mundo, se aleja
del ideal medieval de madurez del hombre suplicante que demanda auxilio divino. Kant es
considerado como el modelo de
racionalidad autocéntrica. Nos presenta un hombre autónomo y capaz de lograr por sus solas fuerzas la perfección
moral, independientemente de los instintos, de las convenciones sociales y de
la religión.
2.5.- Los tiempos modernos: "la madurez psicologizada"
Varios son los rasgos de la
sociedad actual que han afectado y
continúan afectando a las nociones
occidentales de madurez en el s.XX: la abundancia material, la
estandarización, la mecanización y la especialización. El éxito social ha
reemplazado al heroísmo como indicador de la madurez tras la
Revolución Industrial.
Desprovistos de connotaciones éticas, religiosas o cosmológicas se tiende
a identificar la madurez con la
"normalidad". La normalidad se
expresa en términos de ajuste. Todos
los adultos son razonablemente
maduros si disponen de recursos
personales, sociales y materiales para
satisfacer sus necesidades.
Una forma básica de referirse a esta normalidad proviene de la tradición
romántica que ha dado lugar a la noción
de persona liberada y/o autorrealizada, es decir, de
aquella persona capaz de
desarrollar su verdadero yo
("sé tú mismo") a costa de resistirse a los procesos de conformidad
social.
III.- MADUREZ PERSONAL: AUTORREALIZACIÓN Y COMPETENCIA
3.1 Autorrealización como motivación y necesidad:
La autorrealización consiste en la máxima realización de las potencialidades únicas e
irrepetibles de la persona humana, de todo
lo que esa peculiar
persona puede llegar a ser. Maslow se
refiere a los sujetos autorrealizados como sujetos maduros o psicológicamente
saludables.
La completa maduración psicológica de una persona ocurre, sólo cuando sus potencialidades
están plenamente desarrolladas.
Rasgos de la autorrealización:
Aceptación de sí mismo, de los demás y de la naturaleza.
Espontaneidad, sencillez, naturalidad.
Necesidad de la privacidad.
Sentimiento de comunidad.
Relaciones interpersonales
profundas.
Sentido filosófico del humor
Creatividad.
El proceso de autorrealización parte
de la satisfacción de las necesidades fisiológicas y se sitúa en un
orden jerárquico hacia las necesidades
de seguridad, de amor y pertenencia y necesidades de crecimiento (perfección,
justicia, simplicidad, belleza, modestia, singularidad…). La mayoría de
nosotros funcionamos casi todo el
tiempo en un nivel inferior que denomina "psicopatología de la
normalidad" . Desde este punto de vista la autorrealización es un punto
o estado final.
3.2. Autorrealización como proceso de convertirse en persona (C. Rogers)
La persona madura para Rogers no
es equivalente a persona adaptada,
feliz, con pocas tensiones. Es fundamentalmente un individuo abierto a la
experiencia. Es una persona embarcada
en un proceso de vida plena que constituye una orientación, no un destino.
Proceso desarrollado en tres
dimensiones: físico, emocional e intelectual. Las tres deben ir unidas e integradas, de modo que el desarrollo
de una de ellas no vaya en detrimento
de las otras dos.
Fromm describe tres componentes de
la realización:
El amor: en forma de dedicación a otros seres humanos,
pero sin producir ninguna eliminación de lo individual.
El trabajo: como creación, en el que el hombre, en el acto
de crear, se unifica con la naturaleza.
La unicidad o singularidad: como característica del ser humano individual,
por encima de la igualdad histórica.
Tan sólo si el hombre logra dominar la sociedad y subordinar el mecanismo
económico a los propósitos de la felicidad humana, si llega a participar
activamente en el proceso social,
podrá superar aquello que hoy arrastra
hacia la desesperación: su soledad
y su sentimiento de
impotencia(…)La democracia triunfará sobre las fuerzas del nihilismo tan sólo
si logra infundir en los hombres aquella fe que es la más fuerte de las que
sea capaz el espíritu humano, la fe en la vida y en la verdad, la fe en la
libertad, como realización activa y espontánea del yo individual." (El
miedo a la libertad)
3.3. Rasgos indicadores de la competencia relacional:
Claridad sobre la propia identidad.
Actitud positiva hacia la resolución de problemas.
Orientación a la realidad: metas realistas.
Autoestima: optimismo.
Tolerancia.
Responsabilidad basada en principios.
Persistencia ante el fracaso y la adversidad.
Asertividad, autoconfianza, autocontrol.
Se refiere este núcleo de rasgos interrelacionados como el yo competente
que se asimila a la noción de madurez psicológica y a
muchas de las características de la salud mental positiva.
IV.- RASGOS PROTOTÍPICOS DE LA PERSONA MADURA
Los estudios de Stenberg (1994) han proporcionado datos que apoyan un
prototipo multidimensional de la
madurez que tiene gran similitud con la teoría de la autorrealización de
Maslow.
Habilidad de razonamiento: capacidad para resolver problemas, y
aplicar el conocimiento a problemas
concretos.
Sagacidad: preocupación por otros, comprende a la gente, justo,
admite los errores y los corrige.
Aprendizaje a partir de las ideas
y del entorno.
Juicio: actúa dentro de sus propias ideas, es sensato, piensa antes de
actuar o de tomar decisiones.
Uso preciso y exacto de la información: obtiene información de los éxitos o de los errores pasados, y
cambia de idea en base a la experiencia.
Perspicacia: capacidad para entender
e interpretar su entorno.
La base de la autonomía de la
persona madura, a partir de estos datos, radica en un Yo o núcleo central de la personalidad seguro
de sí mismo, capaz de tolerar y aprender de situaciones ambiguas y/o
difíciles.
Dos autores ubicados en nuestro
entorno, Rojas y Polaino-Lorente ha elaborado unos criterios sobre la
madurez personal, recogiendo la mejor
tradición del humanismo médico-psiquiátrico representado por figuras como Marañón, Rof Carballo, Vállejo-Nájera
o Laín Entralgo.
Rojas (1990): Indicadores de la personalidad madura.
1. Presencia de un modelo de identidad en la formación de
la personalidad
2. Conocimiento de uno mismo: de las aptitudes y de las limitaciones
3. Equilibrio psicológico: ecuación entre inteligencia y
afectividad.
4. Identidad personal: autoaceptación, «sello propio» en el estilo
conductual.
5. Disponer de un proyecto de vida. Dicho proyecto responde a una
particular filosofía de la vida y ha de poseer coherencia interna. Metas concretas, realista y exigentes.
6. Tener una filosofía de vida, que, dentro de la amplia variedad de ideas y
creencias, debería poseer una base
humanista.
7. Naturalidad: sencillez, espontaneidad y ausencia de
sofisticación.
8. Logro de cierto autocontrol.
9. Temporalidad sana: instalada en el presente, asumiendo el pasado
y en proyección hacia el futuro.
10. Responsabilidad. Reflejada en tres vertientes: grados de
responsabilidad que se van adquiriendo, consecución de criterios firmes de
actuación y fidelidad hacia los compromisos adquiridos.
11. Capacidad para establecer una convivencia
adecuada.
12. Capacidad para disfrutar de
la vida.
13. Sentido del humor. El efecto de lo cómico anula la tensión
interior por contraste.
14. Salud física como
facilitadora para la consolidación de la personalidad.
Polaino-Lorente (1990): Factores que facilitan/dificultan la adquisición
de la madurez personal.
1. Capacidad de formulación de un proyecto personal y de compromiso /
dependencia de las circunstancias momentáneas.
2. Libertad como elección que implica renuncia y
compromiso/Independentismo: deseo de independencia radical.
3. Autoconocimiento y conocimiento del otro ajustado/Desconocimiento de
sí e ignorancia del otro por idealización, sobrestimación o subestimación.
4. Confianza en uno mismo y en los demás/Desconfianza hacia el futuro y
hacia el «otro».
5. Dominio de sí mismo /Formas patológicas de
seguridad e inseguridad excesivas.
6. Comunicación: personal, libre e incondicionada /Comunicación
objetivante. Instrumentalizadora y sujeta a las circunstancias cambiantes.
7. Fortaleza para el compromiso incondicional/Voluntad basada más en el
desear que en el querer.
8. Capacidad para la donación total/Incapacidad para darse a sí mismo v
para aceptar la donación del otro.
9. Trascendencia como inicial negación del yo, en virtud de la cual
emerge «el mejor yo»/Cierre a la autotrascendencia.
Cada uno de ellos hace especial
énfasis en un aspecto de la
personalidad. Rojas se centra en el
permanente quehacer que constituye la historia personal de vida: "lo que
se trata es de ir consiguiendo grados de madurez, pero teniendo presente que
toda trayectoria biográfica está
siempre incompleta." A pesar de
esa incompletitud, uno puede echar la vista atrás y percibir en su vida la presencia de
cierta trama coherente, de cierto sentido.
Por su parte Polaino-Lorente resalta
la capacidad para la autodeterminación del hombre y, en consecuencia
adherirse a compromisos y mantener la
fidelidad a ellos. "La persona madura decide libremente y asume no sólo
la decisión puntual que en determinado momento toma, sino también las
consecuencias futuras de esa decisión"
V.- LA BÚSQUEDA DEL SENTIDO DE LA VIDA (Viktor E.Frankl)
Su corpus antropológico-filosófico que ha desarrollado técnicas
psicoterapéuticas (logoterapia) no se
mueve en el horizonte de una
psicología exclusivamente científica, ni tampoco en el de la psicología
humanista "sensu estrictu", sino en el de la psicología
existencial.
Se articula en base a dos conceptos: "sentido de la vida" y
" vacío existencial". La frustración en el logro del primero
conduce al segundo, que, en su forma extrema, deriva en neurosis, psicosis o
suicidio.
En la obra de V. Frankl no se hace
una definición explícita de la madurez psicológica. Interesa más que un intento de "equilibrio psicológico",
hacer consciente al hombre sano o "doliente" de aquellas
posibilidades que le permitan elevarse
más allá de sus sufrimientos psicológicos, tomándolos precisamente como punto
de apoyo.
Nos podemos acercar, sin embargo,
a definir el concepto de madurez psicológica, vía negationis, por oposición a
la neurosis a la que Frankl dedica un minucioso análisis. De una manera
general ilustra las siguientes características del neurótico: fatalismo,
huida hacia una especie de "esteticismo" que le inhibe de su
responsabilidad histórica (lo que debe realizar aquí-ahora) y autocentrismo
radical.
El ser humano es ante todo un ser
dirigido a metas que representan
valores y sentido. La madurez exige una lucha y superación de
dificultades y una integración, siempre tensa, entre diferentes metas y
objetivos. El hecho mismo de ser hombre va más allá de uno mismo, y esta
transcendencia constituye la esencia de la existencia humana.
Lo que penetra profundamente y en definitiva al hombre no es ni el deseo
de poder ni el deseo de placer, sino el deseo de sentido. Y precisamente a causa de este deseo, el hombre aspira a
realizar y encontrar un sentido, pero también encontrarse con otro ser humano
en la forma de un tú, y amarlo. Ambos hechos, realización y encuentro, dan
al hombre un fundamento de felicidad y placer.
Para Frankl la esencia y genuina
característica de la existencia humana
es la autotrascendencia, la
incondicionada capacidad del
hombre como "ser abierto al
mundo" para volverse a algo o
alguien distinto de él mismo y abrirse
a contenidos y significados más allá de sí mismo.
Al aspecto fundamental de esta autotrascendencia lo define como voluntad de sentido, es
decir, el esfuerzo para hallar un
significado a la propia vida. El sentido de la vida no se otorga ni se crea,
sino que se encuentra, se descubre. El hombre tiene la responsabilidad de proporcionar la respuesta justa a una pregunta, de
hallar el significado justo de una situación. No hay nada en el mundo capaz de ayudarnos a sobrevivir, aún en las
peores condiciones, como el hecho de
saber que la vida tiene un sentido. "Quien tiene un porqué para vivir puede soportar casi cualquier cómo" (Nietzsche)
Frankl presenta tres categorías
principales de valores:
Valores de creación: se refieren a todo aquello que el hombre
aporta al mundo a través de su trabajo,
estudio, el arte y de sus actos de creación.
Valores vivenciales o de
experiencia: son los que el ser
humano recibe del mundo, a través del disfrute estético del arte, del
reconocimiento de los progresos humanos a través de las relaciones interpersonales.
Valores de actitud: esta categoría consiste en la actitud que
adopta el hombre ante situaciones inevitables o ante el sufrimiento. Nadie
puede redimirle de su sufrimiento ni
sufrir en su lugar. Su única oportunidad reside en la actitud que adopte al soportar su carga.
La línea divisoria está determinada por aquellos hechos que son causa de sufrimiento no innecesario, sino
inevitable.
El ser humano está llamado siempre
a realizar en su vida los valores creativos y vivenciales. Cuando ya no tiene
la posibilidad de realizarlos, solamente entonces puede volverse hacia los
valores de actitud, gracias a los cuales
se puede expresar el máximo grado
de significado de la vida.
Una persona madura es aquella en
donde el sentimiento de sentido (como dirección y como significado) predomina
experiencialmente sobre el
sin-sentido. Es imposible encontrar la madurez o autorrealización, separada
de una misión en la vida. En última instancia, vivir significa asumir la responsabilidad de encontrar la
respuesta correcta a los problemas que ello plantea y cumplir las tareas que
la vida asigna continuamente a cada individuo.
Lo que importa no es el sentido de la vida en términos generales, sino el
significado concreto de la vida de cada individuo en un momento dado. No se
debe buscar un sentido abstracto a la vida, pues cada uno tiene en ella su
propia misión que cumplir. Su tarea es única como única es su oportunidad para instrumentarla. La
esencia íntima de la existencia humana está en su capacidad de ser
responsable.
Al afirmar que el hombre es una
criatura responsable y que debe aprehender el sentido potencial de su vida,
indica que el verdadero sentido de la vida debe encontrarse en el mundo y no dentro
del ser humano o de su propia psique, como si se tratara de un sistema
cerrado.
Por idéntica razón, la verdadera meta de la existencia humana no puede
hallarse en lo que se denomina autorrealización. Ésta no puede ser en sí
misma una meta puesto que cuanto más se esfuerce el hombre por conseguirla
más se le escapa, pues sólo en la misma medida en que el hombre se compromete
al cumplimiento del sentido de su vida, en esa mima medida se autorrealiza.
En definitiva, la autorrealización
no puede alcanzarse cuando se considera un fin en sí misma, sino cuando se la
toma como efecto secundario de la propia transcendencia. Lo que el hombre
realmente necesita no es vivir sin tensiones, sino esforzarse y luchar por
una meta que le merezca la pena.
Podemos decir que una persona
madura es aquella abierta al mundo y a
los otros, que vive en una sana tensión
hacia la realización de valores y a la "consumación" (frente
a adaptación) de su vida, es decir a la realización de aquello que sólo
él como ser individual y único está
llamado a realizar. Así alcanza una vida significativa, plena de sentido.
Será aquella persona que - debido a su dimensión espiritual- establece un
antagonismo frente a la dimensión somato-psíquica. Es más importante la
actitud frente a los propios condicionamientos que la lucha neurótica por su
eliminación u ocultación.
Será aquella persona que responde a las demandas que le plantea su
existencia, no hiperrreflexionando, sino actuando, desarrollando valores de
creación, de experiencia y de actitud. Será aquella, en fin, que olvidándose de sí misma, y en esto se
opone al concepto de autorrealización, concibe su vida como una
"misión". De este modo se trata de una concepción realista del
hombre en el mundo. ("la receptividad hacia el mundo es una fuente
experiencial de significado"); no
es el hombre quien debe preguntar a la existencia, es ella quien pregunta y
el hombre debe dar respuesta y ésta no es exclusivamente racional sino
existencial. En este
"responder" a las demandas concretas de la existencia se
"despliega" el sentido de la vida.
VI.- LA MADUREZ COMO PROCESO DIALÉCTICO ENTRE:
6.1. Pasado, presente y futuro del individuo.
El individuo maduro es capaz de asumir su pasado en lo que hubiere de
positivo , pero éste no determina
necesariamente el presente. A la vez, el individuo maduro se constituye en el
presente y este presente es a la vez conformado por el futuro, de modo que su
estilo de vida está guiado por las posibilidades y condiciones de futuro. En
definitiva el hombre o la mujer maduros tomarán decisiones y volverán a
encauzar sus vidas desde el presente (trabajo, ocio, familia, economía,
salud, sexualidad…), guiados por el
futuro y la autodirección de sus propias vidas.
6.2. Lo aprendido y lo innovado.
Los cambios generacionales hacen necesaria la innovación y la re-creación
de la vida cotidiana de los adultos tomando de lo aprendido lo útil para los
diferentes contextos, y siendo capaz de innova formas, modos que enriquezcan
al ser humano y completen y optimicen el desarrollo individual y social.
Los seres humanos maduros no son
fotocopia de otros seres humanos. Los cambios históricos y el modo de
afrontar sus consecuencias hacen indispensable la creación personal y la construcción
personal del propio desarrollo.
6.3. Estabilidad y cambio.
La madurez exige al sujeto una estabilidad, una línea de continuidad a
pesar de los cambios. Del mismo modo, los cambios deben manifestarse como
fruto de la interacción con el medio. El proceso de ajuste a las transiciones
evolutivas comporta cambios que deben ser integrados dentro de un estilo
personal e individual en unas coordenadas de estabilidad.
6.4. Interacción entre cambios biológicos, psicológicos y sociales
El desfase o disarmonía entre
estos determinantes refleja en el ser
humano un cierto desajuste social. La estructura social establece unos
cánones de funcionamiento, tiempos, expectativas que deberían responder al
resultado del ajuste biológico y psicológico en cada tiempo personal a lo
largo de la vida. La madurez implica una adecuación necesaria entre biología,
conducta y funcionamiento social.
6.5. Equilibrio entre la asunción del autoconcepto y los cambios de rol.
El concepto de sí mismo es algo que se va construyendo a través del
tiempo. Es inmaduro ajustarse al engranaje del sistema de roles en el que nos
vemos envueltos. Es inmaduro, por otra parte, seguir siendo la misma pieza en
los diferentes papeles y en los diferentes contextos sin modificar nuestros puntos de unión, nuestra
dureza o fragilidad dependiendo de aquellos. A pesar del moldeamiento
necesario en cada una de las tareas personales en la vida, su estilo de vida, sus modos de afrontar
las dificultades, su grado de eficacia
y competencia personal, deben mantenerse con un cierto equilibrio y
estabilidad a lo largo de las diferentes situaciones, que irán siendo de
mayor diversidad a medida que se
avanza en el desarrollo adulto.
6.6. Masculinidad y feminidad como complementos
Una de las tareas que debe afrontar el individuo en su desarrollo es la
de adquirir y construir su identidad
como persona y como ser sexuado. A pesar en encontrarnos en los albores del
tercer milenio, es frecuente que los valores tradicionales de lo masculino y
de lo femenino sean los que predominan en las expectativas de los hombres y
mujeres de nuestro tiempo. Hablar de valores masculinos y femeninos no tiene por qué significar la consagración de una
dicotomía genérica.
Es necesario desarrollar alternativas que, respetando la
construcción de género, sean respetuosas
con la igualdad y desarrollen
proyectos de ser humano (hombre y mujer) maduros. Se trata de apostar
por una sociedad que acepte otras formas de mirar y, en consecuencia,
otras formas de actuar. Lo que
fueron mundos separados y divididos
por la división del sexo y del trabajo, ha de mezclarse: lo privado y
lo público, la naturaleza y la cultura, la razón y la sensibilidad, el
cuidado y la justicia. Complementarse, es decir, no renunciar a un extremo a
favor del otro, ni seguir identificando cada extremo con un solo género.
6.7. Variables evolutivas asociadas a la madurez personal
Perspectiva temporal y
orientación de futuro amplia, realista y optimista.
Desarrollo del afecto: toda relación afectiva madura enriquece al ser
humano que la ha vivido.
Desarrollo psicosexual: La sexualidad madura debe comprender a lo
largo de todo el desarrollo evolutivo, una triple dimensión (Comfort):
la sexualidad como juego, como
manifestación del amor y como vía de reproducción humana. La visión unidireccional de la sexualidad situada exclusivamente en
uno de estos parámetros implica un soporte inmaduro que es difícilmente
compaginable con la salud mental y la madurez personal.
Este triple esquema viene representado por un marco de referencia marcado
por el respeto a uno mismo, y al otro.
Desarrollo del sentido de
responsabilidad social: el
individuo maduro es un ser autónomo en
sus valoraciones, en sus juicios y en sus planteamientos vitales. La
conciencia personal deberá ser y estar por encima de normas, valores y
juicios sociales, religiosos o ideológicos. Tener valores elegidos por uno mismo e integrados en el
autoconcepto. El sujeto inmaduro sería quien actuase sin valores o con un conjunto rígido de valores
morales.
El individuo maduro es responsable de sus actos. Cuando tratamos de eludir la responsabilidad de nuestra
propia conducta, procuramos transferir
esa responsabilidad a otro
individuo, u organización. Eso se llama miedo a la libertad. En la
medida que aprendamos que la integridad de la vida de un adulto
se compone de decisiones personales, nos vamos convirtiendo en personas
libres.
6.8. Variables psicológicas asociadas
a la madurez personal
Para desarrollar las características evolutivas que configuran la madurez
personal deben ser trabajadas una serie de características psicológicas a lo
largo del desarrollo individual.
Asunción del cambio como algo
inevitable, saludable y no
asociado necesaria o exclusivamente a pérdidas ni ganancias. El cambio se
convierte en oportunidad. El individuo está dispuesto a aceptar desafíos.
Pérdida progresiva del
egocentrismo, dejando de lado
cada vez más las cosmovisiones propias
como las únicas posibles, valorando otras visiones, otros puntos de vista,
conociendo y asimilando otras culturas, otras generaciones etc.
Afrontamiento versus evitación: asumir la necesidad de elaborar estrategias adecuadas para
afrontar las diferentes transiciones evolutivas, los conflictos, las tomas de
decisiones y dificultades en el curso vital que le vayan aconteciendo al
individuo.
Lo que hace la vida dificultosa es
el hecho de que el proceso de afrontar y resolver problemas es un proceso
penoso. Sin embargo, la vida cobra sentido precisamente en este proceso de
afrontar y resolver problemas. Sólo a causa de los problemas (crisis
evolutivas) crecemos psicológicamente.
La mayoría de nosotros procuramos evitar
los problemas, con la esperanza de que desaparezcan, y así eludir los
sufrimientos que conllevan: esta tendencia está en la base de la enfermedad mental. Si nos
privamos de la posibilidad de
crecimiento que los problemas ofrecen, detenemos nuestra propia progresión.
Disciplina: más allá del mero autocontrol, es el
instrumento básico que necesitamos para afrontar y resolver los problemas de
la vida. La disciplina nos aporta técnicas
para afrontar el dolor, en lugar de evitarlo. Entre sus componentes,
la postergación de la gratificación es uno de los elementos básicos de la madurez. La no satisfacción inmediata de lo que apetece
al momento, ayuda a la maduración psicológica y capacita para la convivencia.
El proceso de autodisciplina es un
proceso de autocrecimiento.
Asunción de un sistema de
creencias: creer, tener
confianza, en algo o en alguien, en un sistema, en una religión, parece
necesario para estructurar en algún sentido
la propia vida.
Coherencia entre los conocimientos, sentimientos y
comportamientos. La madurez supone un equilibrio dinámico y dialéctico entre
estos componentes que configuran el modo de ser y estar en el mundo.
VII.- CONCLUSIONES GENERALES SOBRE LA MADUREZ PSICOLÓGICA
Las creencias sobre la madurez
tienen potencialmente la capacidad de guiar la conducta de los adultos
hacia metas evolutivas y de determinar su papel como activos productores de su propio
desarrollo.
La noción de madurez está presente en la realidad cotidiana de los
adultos que se hallan inmersos en
constantes autoevaluaciones y comparaciones con otros a la hora de juzgar su
propio desarrollo. El tema de la madurez psicológica se ha movido entre dos extremos: la excesiva
simplificación, generalización y ligereza al hablar de ella puesto que "todos tenemos experiencia de haber
madurado en algo", frente a teorizaciones más o menos complejas de
procesos intrapíquicos, a veces poco clarificadores o alejados de los
contextos reales del desarrollo adulto.
El valor de la noción de madurez personal, sabiduría , autorrealización ,
sentido de la vida etc… se encuentra como virtud ideal que impulsa a los individuos a esforzarse por alcanzar su óptimum personal. Con tal nivel de aspiración y motivación un
individuo dado podría ir logrando progresivamente mayor madurez intelectual y personal.
El camino que conduce a la madurez no es fácil. La salud mental es un
proceso contínuo de dedicación a la
verdad, lo que significa que el individuo está dispuesto a aceptar desafíos.
Las personas que están abiertas a la verdad, crecen continuamente, pueden
establecer y mantener relaciones humanas más eficazmente, y se sienten
libres. La madurez exige pues una extraordinaria capacidad de mantener
continua y flexiblemente un delicado equilibrio entre necesidades,
finalidades, deberes y responsabilidades etc… que pueden estar en conflicto.
En definitiva los rasgos y
atributos característicos de la persona madura podría tener una lejana similitud con la descripción del Sabio, según Lao-Tsé
hace más de dos mil años:
"En el vivir , halla el placer de la vida;
en el sentir encuentra el sentimiento;
en la amistad armoniza con todos;
en las palabras, es verdadero;
en el gobierno es justo;
en el trabajo, conforme;
en la acción, oportuno"