EL PLURALISMO CULTURAL. EL HOMBRE Y SUS CULTURAS, UN RETO PARA LA FE CRISTIANA.

1.- El pluralismo (cultura, modos de vida, lenguas, religiones, razas) como un problema planteado desde los orígenes.

En la historia de la cultura y el pensamiento, lo que preocupa siempre es el tema de la pluralidad.

1.1.- Babel y Pentecostés.

La familia humana ha estado desde sus orígenes, o al menos desde los momentos de autoconciencia, en tensión entre el hecho histórico de la división, el no­entendimiento, la incomunicación, la pluralidad de concepciones y lenguas, la controversia y los enfrentamientos, por un lado, y el anhelo de unidad, comunicación, vida compartida en armonía y en paz.

El hecho histórico queda simbolizado en el relato bíblico de la Torre de Babel (Gn 11,1-9): el anhelo de una unidad restaurada comienza a realizarse en el acontecimiento de Pentecostés (Hch 2,5-12). El atractivo de Babel es la riqueza de la diversidad y la multiformidad de la diferencia; el precio es la dificultad de la comunicación, la fragmentación de lo humano, el peligro del enfrentamiento. El atractivo de Pentecostés es la unidad que establece la comunicación entre los hombres, la interacción del espacio común, el entendimiento y la universalidad; su peligro, la nivelación de las culturas, la homogeneización de lo plural.

Hay que decir, sin embargo, que el verdadero Pentecostés no restaura la unidad suprimiendo las lenguas maternas, sino haciendo el milagro de que cada uno de los presentes en aquel acontecimiento oigan "en su propia lengua" lo que los apóstoles anuncias: "todos los oímos hablar en nuestra lengua de las maravillas de Dios" (Hch 2, 11). La Iglesia nace en Pentecostés; como tal, ella es el germen de la humanidad restaurada que se reconoce una y diversa; ella misma es signo eficaz de esa unidad del género humano, cuya plenitud tendrá lugar al final de la historia. La Iglesia es católica, universal: su misión es unir a todos los hombres en la confesión del nombre de Cristo y, desde esa confesión, restablecer la comunión que haga del antagónico género humano una familia.

Por tanto, en el pensamiento antiguo, en el pensamiento religioso, lo que realmente es problemático, el hecho que sorprende, que necesita ser explicado es el de la diversidad de culturas, el hecho de la incomunicación, el hecho de que los pueblos no se entiendan, el hecho de las identidades diferenciadoras.

1.2.- En el mundo clásico.

El mismo tema una y otra vez reaparece. En el mundo griego, por ejemplo, no tenemos una explicación "simbólica", al estilo de Babel y Pentecostés (siempre los símbolos son más ricos y sugerentes que los conceptos). Encontramos una explicación racional, y ésta consiste, sencillamente, en que hay griegos y hay bárbaros: están los hombres, el pueblo civilizado, y luego están los seres en cierto modo inferiores, en virtud de la propia naturaleza. La diversidad cultural, mejor dicho, la no coincidencia con lo griego (porque curiosamente la "diversidad cultural" es lo que no es griego) es explicada como el resultado de una inferioridad natural. Aquellos en los que se da esa inferioridad natural, la única salvación que tienen, obviamente, es la asimilación.

En la cultura griega por primera vez en lenguaje escrito, nos encontramos con la exaltación de lo propio, la identificación de lo propio con la razón, con la cultura y la civilización; y con el desprecio de "lo otro". Lo distinto es visto como algo inquietante, molesto, como algo frente a lo cual hay que defenderse, puesto que de alguna manera cuestiona mis evidencias, mi identidad. Cuando los griegos viajan y observan a los otros pueblos es curioso ver las descripciones de esas costumbres. Por tanto, el único camino que queda, según la cultura griega, es la asimilación: lo otro, lo diferente debe ser "asimilado"; es todo el programa político­cultural de la helenización. Con los estoicos, cuando se derrumba la polis y aparece el imperio de Alejandro, en definitiva, cuando Grecia se hace cosmopolita, se habla de una igualdad de todos los hombres, de una unidad de todos los hombres que "viven según la razón", y vivir según la razón es acomodarse a la Razón Universal; se es ciudadano del mundo pero en la medida en que se vive conectado con el Logos Universal. Evidentemente; es privilegio sólo de una minoría, y se reproduce la diferencia de otra manera: ya no se trata de la oposición griego-bárbaro, sino minoría que conecta con la Razón y el resto, que viven según sus tradiciones.

La explicación clásica de la diversidad de culturas es bastante más pobre que la explicación bíblica, menos sugerente. Sin embargo, es la que se ha mantenido: los pueblos dominantes acaban identificando sus culturas con "la cultura", lo cual siempre engendra muchos problemas. En este esquema según el cual "lo otro" sólo es válido en la medida en que es susceptible de ser asimilado, incorporado, se va a repetir constantemente en la cultura europea, lo vamos a reproducir constantemente en las relaciones humanas. De alguna manera, lo que nos es extraño nos inquieta siempre.

1.3.- La Cristiandad.

De alguna manera tiene que combinar la concepción evangélica de que todos los hombres somos iguales con las diferencias culturales. Con todo, la Cristiandad, aparte de la estructuración social de ese momento, tenía muy clara esa igualdad: el problema cultural era menos importante porque lo fundamental era la igualdad delante de Dios. No había inconveniente, por ejemplo, en traducir los textos sagrados en todas las lenguas que fuera necesario, en inculturar la fe. Lo que quedaba fuera de la Cristiandad era globalmente considerado un enigma, pero curiosamente nunca se reprodujo el esquema griego, con respecto a los infieles, por ejemplo. Cuando aparecen los indios, se plantea un grave problema, pero de la mano de la Escuela de Salamanca, se reconoce que son personas. De hecho hay que subrayar un dato: si nos fijamos en América y cómo se ha evangelizado allí, a pesar de que hay muchos elementos europeos, hay un arte autóctono, indígena (arquitectura, pintura, etc.). Sin embargo, en los países colonizados en el siglo XIX no hay nada de esto: los esquemas habían cambiado por completo. En el mundo de la Ilustración, cualquier concesión a una cultura distinta era impensable.

1.4.- La Ilustración.

La Ilustración planteaba el siguiente problema: para la Ilustración, y para el racionalismo en general las diferencias culturales son desvíos. De alguna manera, la Ilustración reproduce el mito de Babel históricamente: si todos los hombres son iguales, y todos tienen las mismas posibilidades racionales, cómo explicar la diferencia, cómo explicar, incluso, que haya habido historia. Fundamentalmente, por un debilitamiento de la Razón. Por ejemplo, Bacon decía que del mismo modo que el pecado original se corrige con la venida de Cristo y la gracia, que restablece la naturaleza humana, de la misma manera la historia se corrige con el método científico; la Razón tiene que ser el remedio que cure la pluralidad. Las diferencias culturales tienen su origen en las costumbres. Son, en definitiva, creaciones irracionales surgidas en el devenir de la historia y objetivadas en las tradiciones; la tradición de cada pueblo es el lugar de la diferencia. La Ilustración, por tanto, eleva la Razón frente a la Tradición y el individuo frente al holismo, la totalidad. Trata la igualdad de los hombres como individuos abstractos, es decir, igualdad de los hombres en tanto que seres potencialmente racionales, y presenta la Razón como una posibilidad de todo hombre. No hay igualdad entre las culturas, pues la diversidad aparece como el lugar de todos los enfrentamientos, de las barreras y de las guerras, de las discordias. En último término, las diferencias culturales, de creencias, de modos de pensar, de religiones, en definitiva, las identidades culturales, son una perversión de lo humano, y por tanto una creación del errar de la historia. Buscando al individuo universal, que se sitúa en lo eterno, el ideal ilustrado es acabar con la historia, colocarnos en una situación en la que conectemos inmediatamente con "lo que siempre es".

Esto ocurre también en el ámbito religioso: frente a la religión histórica, la religión natural. Es la época en la que se pone de moda "el buen salvaje", que ha vivido solo y no ha sido todavía pervertido por la historia, y, por tanto, sin identidad, dinamos que "sin casa propia", porque se ha mantenido al margen de los factores histórico-sociales.

Esta unidad cultural del género humano racional y universal se convierte para los ilustrados en un proyecto político y cultural: hay que liberar a los hombres y los pueblos del yugo de las tradiciones culturales, muchas veces identificadas sin más con supersticiones; hay que hacer resurgir en todos los pueblos su racionalidad escondida y sepultada por la cultura; hay que eliminar las diferencias. Europa está llamada a llevar a cabo esa tarea, es el lugar donde la razón ha madrugado antes, y por eso tiene que ser capaz de llevar esa luz, esa Razón a otros pueblos. Por esto este proyecto político se entiende al mismo tiempo como un proceso "civilizador": en la medida en que hacemos que los otros pueblos adquieran pensamientos y costumbres racionales, en esa misma medida tenemos que despojarles de sus identidades culturales y tenemos que hacerles entrar en el camino real de la civilización. Aparece aquí por primera vez la distinción entre cultura y civilización: la cultura es el conjunto de creencias, de ideas, instituciones, lenguas, etc., a través de las cuales unos hombres concretos se autoafirman y autoexpresan; la civilización aparece como el conjunto de saberes y técnicas que proceden de la Razón y hacen progresar a la humanidad. El proceso ilustrado acaba siendo un proceso a través del cual la civilización tiene que vencer las culturas, para que nazca una cultura cuyo origen sea la propia civilización. En parte es lo que se ha conseguido; si leemos a Fukuyama, El Final de la Historia, sigue suspirando por eso, por una nueva cultura que dice que ya está ahí, por una nueva forma de pensar, de estilos de vida cuya fuente ya no es la diferencia cultural de cada pueblo, sino la técnica y la ciencia, "la cultura como resultado de la propia civilización".

El proyecto ilustrado es un proyecto esencialmente universalista. En el mundo de la ética hay una doctrina de los derechos del hombre, que expresa en primer lugar la defensa del individuo frente a la sociedad, frente al poder absoluto, etc., la dignidad de la persona humana... en último término son unos derechos que manifiestan unos valores cuya validez no depende de la cultura ni de la geografía, sino que tienen una validez absolutamente universal; es, al mismo tiempo, lo que va a justificar la intervención en otras culturas, en las que no siempre se respetan unos derechos fundamentales que toda persona tiene. Se trata de un proyecto siempre atractivo, pero que genera muchos problemas. Tiene un gran atractivo porque, en definitiva, es una propuesta de normas éticas, de formas de vivir y de pensar en donde la fuente sea algo tan fundamental e inherente a todos los hombres como su propia racionalidad y su propia dignidad. Hay que considerar también lo fértil, en cierto modo, que ha sido esa propuesta.

Por otro lado, es inherente a esa propuesta el que las diferencial culturales, las identidades, lo que nos hace otros, quede diminuido, infravalorado y, a ser posible, borrado. Desde la Ilustración se inicia toda la problemática entre universalismo y diferencia o pluralismo que ahora tenemos más agudamente planteada.

1.5.- El Romanticismo.

Al momento ilustrado le nace el contrapunto romántico. El movimiento ilustrado es un movimiento inevitablemente homogeneizador; la unidad que pretende se realiza a costa de despojar identidades, formas, estilos de vida, normas, creencias, etc., de algún modo, es un intento racional de eliminar lo otro como otro. Al mismo tiempo, es una defensa del hombre, lo cual es la grandeza del proyecto ilustrado; los hombres son iguales, pero de iguales pasan a ser homogéneos. Pues bien, frente a este proyecto va a surgir la reacción romántica: frente al individuo abstracto y universal, portador de razón universal, va a surgir el individualismo particular y único. El tema central lo vamos a encontrar en un adagio que repetirán los románticos e historicistas: individiuum est inefable. Cada individuo es único, incomunicable, irrepetible, con su mundo, con su historia; ser humano es un proceso de individuación por medio de la libertad, pero un proceso de individuación, no un proceso de universalización. Según los ilustrados, se es más humano cuando más "común" se es, cuanto más "ciudadano"; en el contexto romántico se glorifica no al ciudadano, sino a quien más destaca por su individualidad, por su peculiaridad: el modelo es el héroe y el genio. En poco tiempo asistimos a la exaltación del héroe y del genio, de las grandes individualidades absolutamente incomparables, porque van más allá de las normas universales. Para comprender a otro, según la Ilustración, basta con ser racionales. Para comprender al que es inefable, hay que "meterse dentro de él", ponerse en su lugar, simpatizar con su peculiaridad; por eso la historia pasa a ser biografia, incluso la misma historia universal, relato de algo individual. Pero no sólo se glorifica al héroe y al genio: los pueblos también tienen genio, tienen alma. Estos son pensados como auténticos individuos colectivos, con sus costumbres ancestrales, sus usos, sus instituciones, sus sentimientos; los pueblos adquieren también personalidad única e irrepetible. En ese momento se reivindica el valor de la cultura, el derecho de cada pueblo a tener su propia "alma", a la diferencia, a ser otro; cada pueblo o nación es un mundo. En ocasiones, en los conceptos de pueblo o nación se incluye la noción de raza, y la identidad cultural acaba siendo muchas veces identidad racial. Traducir una lengua a otra es traicionarla...

En este contexto se vuelve a recuperar el valor de las tradiciones como lugar de la diferencia; se recupera la autoridad de la tradición como transmisora de sentido, pues se cree que la vida del alma de un pueblo se transmite a través de sus tradiciones ­y se recupera el valor de la historia. Curiosamente, los románticos van a ser historicistas, reivindican la historia, que la ilustración había rechazado como un error. Para los románticos, la historia no es un accidente que acontece al individuo, sino la esencia misma de los individuos y de los pueblos: cada hombre y cada cultura son su propia historia. El hombre es heredero, no mero sucesor, ya que cuando viene al mundo hereda todo un patrimonio que hace que sea lo que es. La historicidad aparece como la condición ontológica del ser humano, y en definitiva, esto hace que tengamos que afirmar que los valores inherentes a cada pueblo y a cada cultura son todos válidos por igual, son incomparables. Por tanto, el historicismo acaba proclamando la no­ objetividad de los valores, que cada pueblo tiene su estilo de vida, su concepto de hombre, y que esto es inconmensurable, no hay ni puede haber jerarquía de culturas, todas valen por igual -recordemos que para la Ilustración sí que existía una jerarquización de culturas y que, en función de ella, existía un proyecto civilizador-. En definitiva, hay tantos hombres como culturas; no gustará a los románticos hablar del "hombre" en general, sólo existe el hombre contextualizado, individualizado, inserto en una red de valores, creencias, el hombre que en su propia médula es historia y contexto. El historicismo es el contextualismo absoluto.

Ahora bien, el historicismo total es imposible, y en el corazón mismo del movimiento romántico surge el problema, esta vez no en torno al hombre, sino en torno a la cuestión de cómo comprender otras culturas: si se han estudiado otras  culturas y parece que algo se ha entendido, ¿no será que las culturas son expresión de la vida, y que en último término hay como un núcleo común a toda vida humana que permite que, mal que bien, podamos entendernos? ¿No habrá una identidad humana? Así, a partir del tema de la posibilidad o no de comprender otras culturas, vuelve a aparecer en el mundo romántico la posibilidad de la afirmación de una especie de naturaleza humana, un núcleo común de humanidad que permanecería invariable a pesar de las diferencias culturales.

Con todo, el contrapunto o corrección fundamental del Romanticismo a la Ilustración es la afirmación del individuo contextualizado, de la identidad cultural, del derecho a la diferencia -los postmodernos no hacen otra cosa que recoger esta herencia romántica directamente, si bien los románticos entendían esta "diferencia" entre pueblos y los postmodernos la entienden como derecho de los distintos grupos dentro de una misma cultura; es un concepto más fragmentado todavía-. En definitiva, la ausencia de toda jerarquía entre culturas, pues todas poseen idéntico valor y por tanto merecen el mismo respeto. El colonialismo es un mal asunto, el afán colonizador de Europa es avasallador. En el fondo, la acusación que ahora se formula contra los derechos humanos, el ser algo así como la exportación del etnocentrismo europeo a otros mundos, ya fue formulada por los románticos. Con lo cual, tenemos cuestionada totalmente la universalidad, el proyecto universalizador, la identidad del género humano, un mínimo de valores comunes para todos... Yo no tengo derecho a corregir la cultura de los indios, ni tan siguiera -dirán los más radicales- en aquello que lesiona a mi entender la dignidad de la persona humana, pues al fin y al cabo la doctrina de los derechos del hombre no es más que la forma como entiende el ser hombre de una sociedad donde el todo es más importante que la parte, como la india.

2.- QUÉ ACTITUDES ENCONTRAMOS EN EL PANORAMA ACTUAL.

En la actualidad encontramos, por un lado, las posturas eclécticas más equilibradas, que se esfuerzan por asumir los logros de la historia, que propugnan un diálogo intercultural como camino hacia una nueva humanidad. De la tesis romántica aceptan el valor de cada individuo, de cada cultura como autoexpresión de un pueblo, de su idiosincrasia; la historia no como algo que acontece en la superficie de los individuos y los pueblos sino como algo que hace a los individuos y los pueblos. Cada cultura, de alguna manera, expresaría la humanidad. Pero al mismo tiempo dirán que la identidad, la diferencia, tiene un límite, que son los derechos humanos (valores universales); es decir, hay un mínimo ético común que de algún modo permite jerarquizar algunos aspectos de las culturas. Es importante respetar la identidad de los pueblos porque cuando se suprime de una manera violenta, la identidad resurge de forma exacerbada y da origen al fundamentalismo. Al mismo tiempo, hay que respetar los límites, pues el contextualismo absoluto niega la propia humanidad.

Los eclécticos suelen distinguir entre:

1. Pluralismo: un núcleo de humanidad común, irrenunciable, un mínimo. Comunidad de los valores últimos.

2. Politeísmo axiológico (M. Weber): pluralidad de valores últimos o gama de valores, opciones... Expresión del espacio cultural roto.

Hoy en día tenemos también dentro del panorama el historicismo radical y el contextualismo absoluto, que presentan las ideologías postmodernas diferencialistas, donde todo vale y donde el derecho a la diferencia es absoluto. Y repito, no el derecho a la diferencia entre culturas distintas, sino dentro de una cultura, cada subcultura tiene derecho a la diferencia, y no hay norma capaz de eliminar esto. Supone la negación de la existencia de una realidad humana que vaya más allá del contexto. Los postmodernos más radicales defienden las tesis románticas más exageradas.

Nos encontramos con una tendencia que se impone cada vez más: los universalistas radicales. Su lenguaje está en manos de los ideólogos de la sociedad democrática, curiosamente: las diferencias están muy bien para la vida privada o como exhibición folklórica, pero lo que está claro es que una vez ha entrado en una sociedad la ciencia y la técnica, hay un comportamiento cada vez más uniforme en toda la humanidad, y esta uniformidad es absolutamente imparable. Final de la historia: democracia parlamentaria, liberalismo económico...

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