VISION DE LA SEXUALIDAD DESDE LA NUEVA POSICIÓN DE LA MUJER EN LA SOCIEDAD. SU REPERCUSION EN LA PLANIFICACION FAMILIAR.

Las conquistas logradas por la mujer durante el siglo actual, cobran importancia, no sólo por el hecho real de la equiparación de derechos con el hombre (en los lugares donde se va logrando), sino especialmente por la fundamentación filosófica de dicha igualdad, que va calando en la conciencia colectiva.

También dentro de la Iglesia ha habido una evolución, desde la negación histórica de la dignidad de la mujer, vista siempre como supeditada al varón, hasta el reconocimiento de esta dignidad, especialmente manifiesta desde el Vaticano II, y tratada, desde el aspecto teológico en la Encíclica Mulieres Dignitatem, de Juan Pablo II. En ella, se da una visión de cómo la doctrina cristiana es portadora de la igualdad radical de todos los seres humanos, desde el relato de la Creación, hasta las enseñanzas de Jesús. En ella se ensalza a la mujer a través de la figura de la Virgen, como superación de la contraposición recíproca hombre-mujer, traída por el pecado original.

Por otra parte, el modo como esa dignidad es reconocida en la sociedad y en la Iglesia, las consecuencias de la igualdad de derechos del hombre y la mujer y de su aplicación en todos los aspectos de la vida, dista mucho de estar resuelto.

Respecto a la sexualidad, esta evolución de la situación de la mujer, ha supuesto también un cambio de acentos. Se consideraba a la mujer en un papel secundario y pasivo, y su misión se reducía a la satisfacción del inevitable instinto del varón, y a la perpetuación de la especie.

Por otra parte, ha predominado durante mucho tiempo la concepción dualista del ser humano, compuesto por un elemento espiritual noble, en oposición a un elemento carnal inferior, especialmente representado en la mujer. Muchas de las normas de comportamiento sexual culturalmente aceptadas se apoyan en estas consideraciones, hoy inaceptables. Por ejemplo, la preocupación por las consecuencias del acto sexual en lo que se refiere a la reproducción, se sigue descargando en gran parte en la mujer: es ella la que en mayor medida acude a los centros de planificación familiar a recibir asesoramiento y/o tratamiento; sólo el miedo a contraer enfermedades de transmisión sexual, ha inducido a la sociedad a promover el uso de métodos profilácticos, que también actúan como anticonceptivos, y que se aplican fundamentalmente en el hombre.

El hecho de la mayor cercanía de la mujer respecto al hijo durante la gestación y los primeros años de su desarrollo, no excluye que el hombre se deba considerar igualmente responsable de su existencia y de su educación.

INTRODUCCIÓN

Cuando nos enfrentamos a la reflexión sobre cualquier aspecto de la moral cristiana, siempre encontramos la misma dificultad: la propuesta de conducta que nos presenta Jesús, es sumamente exigente, y contrasta con la realidad cotidiana de nuestro mundo y de nuestra propia vida. Hemos de hacer un esfuerzo de fe para seguir entusiasmados por un programa de vida que significa irnos acercando a lo que Dios nos ha prometido: ser su imagen y semejanza, es decir: ser santos.

El cristiano, no puede dar por zanjada definitivamente ninguna de sus opciones; las somete a constante revisión a la luz del Evangelio, contando con la permanente ayuda de la Providencia. Pero la toma de decisiones cotidiana, la ha de hacer teniendo en cuenta, por una parte el ideal hacia el que debe tender, y por otra parte las circunstancias reales en que se mueve.

"No se pretende eliminar el valor y la importancia de la moral, pero tampoco acomodar la ética a la realidad sociológica. Como el hombre vive así, no se le puede exigir más. Estos intentos de acomodación, son frutos del conformismo- a fuerza de no vivir como pensamos llegamos a pensar como vivimos- y el servicio que prestaríamos a la humanidad por este camino, sería muy pequeño." (M y S p.34)

El progreso del ser humano, ha sido importante en cuanto a adaptación al medio, y a su dominio técnico, pero no hemos avanzado tanto en la utilización de las potencialidades de nuestra mente. Así, es más fácil para nosotros tratar la ansiedad, la depresión, el dolor, con fármacos, que profundizar en los mecanismos de control de estos trastornos. Podemos inhibir la ovulación con sustancias hormonales, pero no hemos aprendido a controlarla con el poder de nuestro cerebro. Pero mientras no avancemos en esto, (quizá no propiciamos bastante la investigación en este difícil campo), nos tenemos que situar en el mundo real, que pide soluciones a problemas que angustian a las personas, adoptando decisiones que sin ser las perfectas, son las más adecuadas para seguir viviendo. Nos movemos, pues, en un campo de conflictos de valores, que hay que resolver, sin perder de vista nuestro ideal de perfección, y con clara conciencia de que nuestras decisiones, están siempre en función del servicio a la promoción de la dignidad humana.

DILEMAS ÉTICOS EN PLANIFICACIÓN FAMILIAR

Cuando una pareja cristiana se plantea su relación sexual, se enfrenta a algunas cuestiones sobre las cuales el Magisterio de la Iglesia se ha pronunciado en diversos momentos, especialmente en el presente siglo.

1.- Fines de la sexualidad:

El concepto tradicional de sexualidad se basaba en una consideración fisiológica de la misma: sería un instinto a satisfacer, o una debilidad a acallar y un deber de procreación. Esto iba unido a la idea de la mujer como inevitable tentación o como medio de obtener descendencia. Desde este punto de partida, sólo podía aceptarse la validez de la relación sexual como servicio a la perpetuación de la especie.

Al manejar este concepto biologicista de la sexualidad humana, equiparable a la sexualidad animal, la Iglesia se basaba en la "ley natural" para elaborar sus normas de conducta. Los sucesivos descubrimientos científicos, van haciendo cambiar los presupuestos de esta "ley", al constatarse, por ejemplo, la realidad de los períodos alternantes de la fecundidad humana. Aparece con claridad la posibilidad de mantener una relación sexual en días infecundos, y también de provocar deliberadamente períodos infecundos.

De este modo va evolucionando la reflexión acerca de los fines de la relación sexual, llegándose a una visión más humanizadora, en que se reconoce la importancia del contacto sexual en la comunicación y estabilidad de la pareja, y se acepta el placer derivado de esta comunicación como algo querido por Dios. El fin de la relación sexual, sería, junto a la procreación, el de la comunicación: "El pensamiento cristiano, abandona la teoría de la procreación como único fin primario de la sexualidad, y la entiende también como mediación corporal del amor mútuo... La antropología teológica actual valora la relación genital como la expresión de una entrega amorosa mútua total."

La cuestión ética que esta visión presenta a la pareja cristiana, surge al plantearse la necesidad de orientar su sexualidad a esta doble finalidad, para que sea verdaderamente humana, y por tanto humanizadora. Los escritos del Magisterio de la Iglesia, insisten en la importancia de que en cada acto sexual esté presente de manera global toda su finalidad: "Por la unión de los esposos se realiza el doble fin del matrimonio: el bien de los esposos y la transmisión de la vida. No se pueden separar estas dos significaciones sin alterar la vida espiritual de los cónyuges ni comprometer los bienes del matrimonio y el porvenir de la familia" (catecismo, n. 2363). Cualquier acto matrimonial, debe quedar abierto a la transmisión de la vida" (HV n.11). No obstante, no se puede dejar de reconocer que en muchos momentos de la vida de una pareja, pueda surgir un conflicto entre ambas finalidades de la relación sexual.

Ya en el Concilio Vaticano II, en la constitución Gaudium et Spes, se afirma que "los cónyuges, en la determinación del número de hijos, habrán de actuar con responsabilidad generosa, humana y cristiana, y el juicio último deberán hacerlo ellos ante Dios." Queda planteado aquí el tema de la paternidad responsable, que motivó posteriormente la aparición de la encíclica Humanae Vitae: si se acepta la regulación voluntaria del número y la frecuencia de los hijos, hay que dar a los creyentes instrucciones acerca de las actitudes que deben inspirar sus decisiones, para que sean fieles al sentido auténtico de su sexualidad. Pero la encíclica se pronuncia además sobre la licitud de los modos de regulación de la natalidad, pese a las reservas del comité técnico asesor, y de algunos obispos que posteriormente publicaron prudentes matizaciones para la aplicación pastoral de dicha encíclica.

Surge aquí la segunda cuestión a la que se enfrenta la pareja cristiana.

2.- Métodos de regulación de la natalidad:

A este respecto, "la encíclica aprueba la paternidad responsable y la regulación reponsable de los nacimientos. Exige empero que todos los actos conyugales permanezcan abiertos a la transmisión de la vida. En cuanto a los medios para regular los nacimientos, condena, sobre todo la interrupción voluntaria del embarazo, y toda intervención sobre la vida embrional, lo mismo que la esterilización permanente o temporal. Enseña además que se opone a la ley de Dios el excluir conscientemente la posibilidad de suscitar una nueva vida recurriendo a intervenciones artificiales" (CHV p.110)

Por otra parte, en la Familiaris Consortio y en otros escritos, se establece una diferencia entre el acto sexual no conceptivo y el acto sexual anticonceptivo, recibiendo ambos un distinto juicio ético: "Cuando los esposos, mediante el recurso al anticoncepcionismo, separan estos dos significados que Dios creador ha inscrito en el ser del hombre y de la mujer y en el dinamismo de su comunión sexual, se comportan como 'árbitros' del designio divino, y 'manipulan' y envilecen la sexualidad humana y con ella la propia persona del cónyuge, alterando su valor de donación total. Así, al lenguaje natural que expresa la recíproca donación total de los esposos, el anticoncepcionismo impone un lenguaje natural objetivamente contrario, es decir, el de no darse al otro totalmente: se produce, no sólo el rechazo positivo de la apertura a la vida, sino también una falsificación de la verdad interior del amor conyugal, llamado a integrarse en plenitud personal.

En cambio, cuando los esposos, mediante el recuso a los períodos de infecundidad, respetan la conexión inseparable de los significados unitivo y procreador de la sexualidad humana, se comportan como 'ministros' del designio de Dios, y se 'sirven' de la sexualidad según el dinamismo original de la donación total, sin manipulaciones ni alteraciones.

La elección de los ritmos naturales, comporta la aceptación del tiempo de la persona, es decir, de la mujer, y con esto, la aceptación también del diálogo, del respeto recíproco, de la responsabilidad común, del dominio de sí mismo... De este modo, la sexualidad es respetada y promovida en su dimensión verdadera y plenamente humana, y no 'usada' en cambio como un 'objeto'." (FC, 32)

El método de la continencia periódica, es por tanto el que "salvaguarda los derechos del amor conyugal en sus exigencias más íntimas, salvaguarda los derechos de la paternidad responsable y salvaguarda los derechos de un amor carnal ejercitado limpia e íntimamente sin ninguna merma física ni psicológica... Esta solución es, para no pocos casos, válida si es que el matrimonio conoce con facilidad y eficacia los días fecundos y se resuelve con generosidad y mutuo acuerdo a una convencida continencia en los días fecundos". (NES p.182) pero existen otras parejas que planteándose de forma igualmente generosa su vida en común, se enfrentan a circunstancias en que no es posible seguir un método con una probabilidad de error en muchos casos elevada. Esto se debe a la irregularidad de los ciclos de muchas mujeres, hecho que recibe grandes influencias de la propia psicología: la actividad laboral de la mujer, su miedo e inseguridad ante la posibilidad de un embarazo no conveniente, actúan en ocasiones desestabilizando el equilibrio hormonal. Esto crea una tensión adicional en la pareja que no contribuye a su estabilidad. No se trata pues, como se afirma en algunos textos, de un planteamiento egoísta de la sexualidad, ni de una cerrazón absoluta a la transmisión de la vida humana. No se trata tampoco de no estar dispuestos a practicar la virtud de la continencia; ésta se da en muchos momentos de la vida de una pareja como muestra de generosidad y respeto mutuo; en muchos casos no se puede elegir el momento adecuado para que concurran todas las circunstancias que harían moralmente idóneo un acto sexual. Por eso, muchas parejas cristianas, tras reflexionar en conciencia sobre su vida común, deciden utilizar métodos anticonceptivos para el ejercicio de la paternidad responsable.

Estas circunstancias han sido tenidas en cuenta, cuando se han publicado escritos por parte de algunas conferencias episcopales, para ayudar a las parejas cristianas a decidir en conciencia, y a los que ejercen tareas pastorales a orientar correctamente a las mismas, abriéndolas a la generosidad, pero sin crearles situaciones angustiosas.

"Hay esposos cristianos que se reconocen culpables de no responder a las exigencias expresadas por la encíclica...  que se convenzan de que las faltas de las parejas, por otra parte generosas en su vida personal y apostólica, no revisten una gravedad comparable a las faltas de las parejas que desprecian esta enseñanza y se dejan dominar por el egoísmo y por la búsqueda del placer" (RHV p.138)

Estos métodos anticonceptivos, actúan, o bien interceptando el encuentro del óvulo y el espermatozoide: métodos de barrera (preservativo, diafragma, espermicidas): o bien modificando el ciclo de la mujer, impidiendo la ovulación (anovulatorios). La elección de uno u otro, o incluso la combinación de dos de ellos, están en función de la situación de la pareja, y se debe hacer en todo caso con el debido asesoramiento, siendo responsabilidad de ambos.

La esterilización del hombre o de la mujer, supone una renuncia definitiva a la finalidad procreadora de la sexualidad; por tanto sólo sería aceptable ante situaciones patológicas en que la existencia de una gestación supusiera un grave inconveniente: tras una segunda cesárea, ante la pareja que engendra fetos no viables...

Queda por debatir en cada caso concreto la licitud ética de este método anticonceptivo en otras circunstancias, como el caso de personas con anomalías congénitas transmisibles, o con importantes déficits intelectuales que les incapacitan para la posible educación de un hijo, y cuya conducta sexual implica un riesgo de concepción, la indicación psicológica o social, utilizada por algunos estados como medio de frenar la explosión demográfica... En estos casos, y en otros semejantes, la posible vía de reflexión se orienta hacia la ampliación del concepto de "remedio terapéutico".

"Este concepto, necesitaría hoy una matización mucho más personalista. Dentro de la medicina biológica ya ha quedado superada una interpretación exclusivamente biológica de lo que supone la enfermedad... la salud, no se reduce al bienestar del organismo, sino al enriquecimiento más pleno del ser humano... Hoy son muchos los que aceptan que el bien de la persona no hay que encontrarlo en la integridad del organismo solo, sino que debe ampliarse al enriquecimiento producido por otros valores, como la servicialidad y el cariño... una auténtica terapéutica, no debe ocuparse únicamente del organismo, sino que, en todo caso debe interesarse por el concepto total de salud de un ser personal, que en su vida corporal y espiritual está constantemente en camino hacia una mejor integración y perfección. La clase de cura que ayude a acercarse más y más a esta meta, es una terapéutica auténtica"(MyS p.258).

Existen, por otra parte, los métodos llamados interceptivos, porque su acción se realiza después de la concepción, pero antes de que el huevo fecundado se implante, como son: el dispositivo intrauterino, y la after morning pill. El debate en torno a estos métodos se centra en el manejo del concepto del comienzo de la vida humana. Si se admite que ésta comienza en el mismo momento de la unión del óvulo y el espermatozoide su utilización sería considerada como abortiva. Si se demostrase que sólo se puede hablar de individuación desde el momento de la implantación, el juicio ético sobre ellos sería menos severo.

CONFLICTOS DE VALORES EN ETICA SEXUAL

La lectura de algunos textos que abordan el tema de la sexualidad, desde el punto de vista cristiano, motiva en el creyente que se siente Iglesia, la revisión de actitudes y conductas desde cuatro aspectos: el personal, el de pareja, el profesional y el educativo.

a) Desde el punto de vista personal, la reflexión atañe a cómo vivimos nuestro ser sexuado en los distintos medios en que nos desenvolvemos, cómo estamos desarrollando nuestras capacidades desde nuestro ser hombres o mujeres, con el fin de lograr que nuestra complementariedad enriquezca a nuestra sociedad. Aportar nuestra experiencia sobre los valores que podemos aportar o el lugar que debemos ocupar, así como las dificultades que encontramos para desempeñar nuestro papel. No podemos dejar de pensar en todo esto, porque de algún modo somos responsables de que en un futuro, la convivencia entre los sexos sea más equilibrada.

b) Desde el punto de vista de la pareja, los cristianos hemos de tener presente cómo están presentes en nuestra relación los fines de la sexualidad; si nuestra actitud respecto a la apertura a la vida es sincera, y si nuestra vida sexual hace crecer el amor, el respeto, el perdón, la ternura y la generosidad como plenitud de nuestro ser personas. Desde esta reflexión es donde tiene sentido abordar el problema de la paternidad responsable. "No es, pues, acto de virtud tener más hijos de los que uno puede tener; no es acto de virtud tener hijos en forma irresponsable; en cambio es acto de virtud tener el número de hijos que se puede educar, que se puede formar, porque no sólo se ha de la dar vida física al hombre, sino, sobre todo la vida espiritual" (MS p.274).

Para el ejercicio de esta responsabilidad respecto al número y distancia entre los hijos, la pareja debe aplicar el método más adecuado a sus circunstancias, que pueden incluir incluso el propio desacuerdo: "un matrimonio son dos personas, siendo, desde luego muy importante el esfuerzo por sintonizar o llegar a avenirse sinceramente con el parecer del cónyuge, pero no siempre es posible el acuerdo mutuo y puede haber discrepancia de pareceres... el problema del cómo ejercer el control de la natalidad, es de gran importancia, pero secundario, puesto que es mucho más esencial la decisión generosa o egoísta con respecto a la paternidad". (MS p.276)

Si en esta decisión hay divergencia con respecto a la norma expresada en los documentos del magisterio eclesial, se debe considerar si en ella se da un conflicto de valores, en que se opta por el posible.

"La contracepción, no puede ser jamás un bien. Es siempre un desorden. Pero este desorden no siempre es culpable. Puede ocurrir, en efecto, que los esposos se encuentren frente a verdaderos conflictos de deberes. Nadie ignora las angustias espirituales en las que se debaten esposos sinceros, sobre todo cuando la observancia de los ritmos naturales no consigue dar una base suficientemente segura a la regulación de los nacimientos. Por una parte son conscientes del deber de respetar la abertura a la vida de todo acto conyugal; estiman igualmente en conciencia el deber de evitar o retardar una nueva vida, y están privados de la posibilidad de recurrir a los ritmos biológicos. Por otra parte, no ven, en lo que a ellos concierne, cómo renunciar actualmente a la expresión física de su amor sin que sea amenazada la estabilidad del hogar...

A este respecto, recordaremos simplemente la enseñanza constante de la moral: cuando se está en una alternativa de deberes, en la que cualquiera que sea la determinación tomada, no puede evitarse un mal, la sabiduría tradicional prevé buscar delante de Dios cuál es el deber mayor. Los esposos tomarán una determinación después de una reflexión en común, efectuada con todo el cuidado que exige la grandeza de su vocación conyugal. Ellos no pueden olvidarse nunca de los deberes en conflicto. En consecuencia, conservarán su corazón disponible a la llamada de Dios, atentos a la posibilidad nueva que haría objeto de revisión su opción o comportamiento de hoy" (NES p.187)

c) Desde el punto de vista profesional el problema se presenta cuando las personas a las que se atiende proceden de situaciones personales, sociales, culturales y de creencias muy distintas. Aún teniendo en cuenta que los principios éticos cristianos son la mejor forma posible de dignificar al ser humano, éstos no pueden ser convertidos en ley para todos si no son libremente aceptados. De nuevo, entre el valor de la fidelidad a unas exigencias derivadas de la propia fe, y la necesidad de dar respuesta a situaciones humanas imperfectas, pero que tienen importantes consecuencias para las personas, el profesional ha de optar por la decisión más adecuada, acompañándola siempre de la reflexión en conciencia ante Dios.

d) Desde el punto de vista educativo, es importante transmitir los valores de la sexualidad y la forma de asumir el papel personal en la sociedad; también lo es el dejar claro que la decisión repecto a la fecundidad corresponde a ambos miembros de la pareja, por tanto, también la responsabilidad respecto a los hijos; insistir en la necesidad de integrar la sexualidad en la propia maduración personal, no relegándola a un instinto a reprimir o a saciar, sino a un modo privilegiado de unión de dos libertades que quieren lograr una sincronía y una complementariedad que perfeccióna al máximo al ser humano, nacido para amar.

Si el educador tiene claras estas referencias, las vive y las transmite, toda la información que aporte, será enriquecedora para quien la recibe. Si algunas personas desean mantener prácticas sexuales 'de riesgo', o relegar su actividad sexual a un acto instintivo exento de amor y compromiso, la tarea educativa con ellas, tendrá que pasar por ayudarlas a que sus actos no tengan consecuencias irreparables, al tiempo que se las intenta acompañar en el descubrimiento de la riqueza personal que se deriva de una vida sexual inmersa en el amor y la entrega libre, voluntaria, generosa e ilusionada.

BIBLIOGRAFÍA

P. Trevijano, Madurez y sexualidad. Sígueme, 1994; B. Forcano, Nueva ética sexual, ed. Paulinas, 1981; E. Lopez Azpitarte, Sexualidad y Matrimonio hoy. Sal Terrae, 1975; K. Rahner y otros, Reflexiones en torno a la Humanae vitae.

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