CRISIS HUMANAS
Ángel Peris Suay.– Graduats A.C. 19 de noviembre de 2011
Estamos en tiempos de crisis. O al menos es lo que augura el clamor popular cuando se enfrenta a las consecuencias de una economía desbocada por la lógica del exceso. Burbujas financieras, especulación, beneficios empresariales exagerados a los que siguen perdidas y cierres empresariales masivos, remuneraciones de altos directivos escandalosas, despilfarro de las materias primas en el usar y tirar, excesos en el crédito y en el consumo, descontrol de la deuda pública de los países europeos, sensación de que el poder económico no lo contrala nadie, urbanismo desmedido que lo arrasa todo.
Sin embargo, poco a poco se va alcanzando el convencimiento de que detrás de esta crisis económica hay otra mayor, quizá más silenciosa, pero más pesada y de difícil solución: una crisis cultural, la sensación de que el trasfondo de valores y modos de vida están cambiando a la vez que los modelos económicos, que no sabemos hacia dónde se dirigen. Por eso hemos intentado aclararnos buscando una perspectiva histórica. Intentaremos pues plantearnos tres cuestiones: qué se puede entender por crisis y qué estructura tienen, qué actitudes se han dado ante las crisis que ha habido a lo largo de la historia para intentar identificar las actitudes que encontramos en nuestros días y en tercer lugar, qué factores (no más de tres) pueden ser especialmente determinantes en la crisis de nuestros días.
Lo primero que hay que aclarar es que es difícil hablar de las crisis porque a lo largo de la historia las crisis nunca son iguales. No es posible encontrar un patrón común que permita explicarlas, ni se puede establecer una correlación de factores más o menos delimitados que determine las causas de las crisis. Ni siquiera es fácil hablar de crisis, porque de algún modo presupone momentos de estabilidad y como veremos, lo característico de nuestros tiempos es posiblemente la permanente sucesión de crisis. Por otro lado es posible que la situación real de crisis (vista con perspectiva histórica) no coincida siempre con la sensación popular o la conciencia de crisis y que cambios muy importantes apenas hayan tenido repercusión o se hayan percibido hasta muchos años después, mientras que aparentes catástrofes vividas con desasosiego y hasta profunda desesperación resulten pasajeras.
