LA PACIENCIA VIRTUD PARA LA ESPERANZA
“…la tribulación engendra la paciencia; la paciencia, virtud probada;
la virtud probada, esperanza, y la esperanza no defrauda,
porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el
Espíritu Santo que nos ha sido dado”. (Rom. 5, 3-5)
La paciencia…
“¿No es algo gris en apariencia? ¿No es una mezquindad con que la vida oprimida trata de justificar su pobreza?” La paciencia podría expresarse como la actitud del que resiste, de quien no se “harta” de los contratiempos (la tribulación). La paciencia de Dios es “no rechazar el mundo, conservarlo, guardarle fidelidad para siempre… Esta actitud de Dios respecto al mundo es la primera paciencia… para Él no hay miedo ni prisa. Él no arranca precozmente la cizaña… La paciencia es la virtud necesaria para que pueda crecer el trigo”
“En esta existencia de tiempo y finitud constantemente se presenta la tensión entre lo que soy y lo que querría ser. Entre lo realizado y lo que está por lograr. La paciencia es lo que sobrelleva esa tensión… En el fondo hemos de aceptar lo que nos viene y nos es dado. Comprenderlo y conducirnos conforme a ello es paciencia. Quien no quiere, está en perpetuo conflicto con su propia existencia… La madurez humana empieza al aceptar lo que se es. Solo de ahí llega la fuerza para cambiarlo y darle forma. Es duro seguir siendo quien se es; es humillante tener que sentir siempre los mismos defectos, mezquindades, debilidades… Toda sana crítica debe ponerse en juego desde lo dado y continuar actuando desde ahí, sabiendo que será cosa lenta, muy lenta. Pero esa misma lentitud es la garantía de que la transformación no se realiza en la fantasía, sino en la realidad… La paciencia comporta fuerza, mucha fuerza… Esa fuerza que viene de Dios y que nos permite empezar de nuevo una vez y otra”
“El amor a la vida forma parte de la auténtica paciencia. Pues lo vivo crece despacio, tiene sus horas, va por muchos caminos y rodeos. Eso requiere confianza y sólo el amor confía. Quien no ama la vida no tiene paciencia con ella. Entonces vienen las vehemencias y los cortocircuitos y hay heridas y roturas. La paciencia viva es la persona entera, que está en tensión entre lo que querría tener y lo que tiene; lo que habría de hacer y lo que es capaz de hacer; lo que desea ser y lo que realmente es. El soportar esa tensión, el concentrarse siempre de nuevo en la posibilidad de cada hora, eso es paciencia… También sólo gracias a la paciencia prospera la persona que nos ha sido confiada… Donde quiera que se pone vida en nuestras manos, el trabajo solo puede prosperar si lo hacemos con esa fuerza profunda y silenciosa… La paciencia es la fuerza bajo cuya custodia puede desplegarse la vida que nos está encomendada… ¡Señor, ten paciencia conmigo, y concédemela, para que las posibilidades que se me han otorgado crezcan y den fruto en el corto intervalo de mi vida, en estos pocos años!”
(Romano Guardini)
EL CAMINO DE LA ESPERANZA
Conocer el corazón humano, conocer cómo funciona nuestra mente, nuestros afectos. Entendernos como seres imperfectos, incompletos en un mundo complejo u contradictorio. Aceptarnos llenos de deseos, sueños, aspiraciones. No negar ni ocultar la angustia, la ansiedad, el temor, la inseguridad. Incorporar la incertidumbre como elemento de la vida, aprendiendo a arriesgar en nuestro día a día las decisiones más cotidianas. Ese riesgo es la condición de nuestra libertad.
Somos seres en camino, necesitados de compañía, como los discípulos de Emaús. Esa compañía que es Presencia, no siempre explícita que camina a nuestro lado, nos ayuda a interpretar los avatares de la ruta y comparte el pan y el descanso. Esa presencia somos los unos para los otros. Unas veces más cercanos, otras más alejados. Camino habitado, también de soledades.
Tenemos un tiempo para recorrer el camino de nuestra vida. Pero desconocemos su duración. Tenemos una tarea para ese tiempo pero no está predeterminado su contenido. Al final del recorrido soñamos encontrar la paz, las respuestas, la expansión de nuestro ser, el encuentro luminoso donde ya no haya distancias ni quepan las tinieblas.
Lo que nos dice el Adviento es que valoremos el camino. Que el futuro que soñamos sea el motor de nuestros pasos. Pero que amemos los pasos, que los hagamos conscientes.
Necesitamos vivir con intensidad las horas de nuestros días, llenándolas de chispas de eternidad. Entre el ya y el todavía no. Necesitamos favorecer que cada día se repita el milagro de vivir en la pregunta, sin acabar de entender, sintiendo la rebeldía por lo que no debe ser, asumiendo la incapacidad para resolver de una vez las amenazas que nos acechan, resistiendo cuando el cuerpo nos pide que abandonemos la pregunta y el sueño, cuando el mundo nos empuja a conformarnos con la satisfacción inmediata que oscurece nuestros más profundos deseos.
Por eso en Adviento estamos vigilantes: la tensión del camino es fuente de crecimiento cuando lo recorremos en compañía, cuando la compartimos, cuando la rezamos y la celebramos. Porque solo así podemos mantener unos en otros encendida la llama de nuestro profundo deseo de eternidad.
El camino se recorre con paciencia. La huella de muchos pies, delante, detrás y al lado de los nuestros, nos llena de esperanza. Y si encontramos a Jesús junto a nosotros, podemos confiar en el milagro de ser divinos, siendo tan humanos.
Y la esperanza es una mujer encinta
de un mundo diverso.
Sólo las mujeres, las madres,
conocen la espera,
porque está inscrita físicamente
en sus cuerpos.
Se espera, no por una carencia,
sino por una plenitud,
no por ausencia que colmar,
sino por una sobreabundancia de vida
que ya presiona.
Se espera para engendrar:
el viento del Espíritu llena la vida.
El retiro de Navidad se celebró el 16 de diciembre de 2012
y fue preparado y dirigido por Júlia.