Profesionales Cristianos: La fraternidad a través del evangelio de Mateo.

Resumen de las aportaciones al juzgar desde las diócesis de Profesionales Cristianos.

Iº.- Vivir el perdón sin límites (Mateo 18, 21-35: “Hasta setenta veces siete”)

Miramos a nuestra vida
¿Por qué nos cuesta tanto perdonar?
¿En qué situaciones se hace más difícil reconciliarte con los demás?

  • El daño demanda hacerlo saber al otro, para que se dé cuenta de lo provocado.
  • Tendencia a venganza para que el otro sienta el dolor como yo y se arrepienta.
  • Si eres bueno, te previenes de antemano frente a muchos males. Los cristianos tenemos más posibilidades de no enfadarnos y ofendernos por dinero, prestigio, poder…
  • Cuando te pisan en temas que son importantes para ti y te definen.
  • Cuando el daño es más grande y el ofensor es más cercano.
  • Hay una tendencia natural a reaccionar ante el mal padecido.
  • Es muy difícil perdonar sin que te lo pidan.
  • La cercanía del momento de la ofensa es una dificultad.
  • A veces, no se perdona para dejar en evidencia el daño o la ofensa recibida ante el ofensor. Pero se nos pide un paso más: perdonar de antemano y sin reconocimiento. Por otro lado, perdonar es más saludable que mantener el rencor interior no perdonando la ofensa, porque deteriora la conciencia interior.
  • Cuando la ofensa o los ofensores pertenecen a los círculos más próximos y familiares es más difícil, porque rompe una parte de la identidad de los sentimientos más propios o se traiciona la voluntad propia o de los próximos.
  • Al perdón no siempre se llega con facilidad. Buscamos el perdón desde la comprensión y sabemos y podemos perdonar porque conocemos a Jesús. Sin duda la oración nos ayuda, el Padrenuestro es nuestro guía. Es cuando nos perdonamos que nos sentimos perdonados por Dios. Pero olvidamos con frecuencia su inmensa misericordia. Necesitamos la plegaria para sentirnos amados y así poder también nosotros amar en plenitud.
  • Nos cuesta perdonar porque el dolor de las heridas aún es intenso, porque sentimos el orgullo lesionado o porque la actitud del que ha de ser perdonado nos sigue ofendiendo. Al superar estas barreras llegamos al perdón incondicional, fraternal, desde el amor. Entonces sí es posible restaurar la convivencia, alejar recelos, temores y sentirnos libres para amar.
  • Empecemos por los espacios donde la reconciliación es más fácil. Por supuesto nuestro entorno: familia, amigos, compañeros, ¿Y por qué? Porque lo hacemos desde el amor. Pero nos resulta más difícil en otros ambientes, con otras personas, allí donde hay que añadir grandes dosis de generosidad y amor sin reservas para llegar al perdón.
  • Nos cuesta perdonar. En ocasiones relacionamos el perdón con la debilidad. Hay también cuestiones irracionales alrededor del perdón. Y sicologías que lo facilitan más, o menos, según los casos. También influye la educación: descubrimos que hay toda una “educación en el perdón”, que es posible trabajar en esa línea. La educación cristiana a menudo camina por esa senda.
  • También reconocemos que nos cuesta perdonar porque a menudo no somos conscientes de lo que los demás nos perdonan. Quizá nos falte reflexión, consciencia de nuestro ser, revisión.
  • A la vez descubrimos que se puede perdonar. Que el perdón es algo humano, incluso “divino”, que el perdón nos humaniza, nos hace más persona (los animales no perdonan!), y que en definitiva, poder tener/dar el perdón, es una Gracia, que hay que pedir, trabajar y orar, porque supera nuestra naturaleza limitada.
  • El perdón es una expresión del amor divino. Dios nos ofrece su perdón. Decimos que creemos en un Dios de la Misericordia. Pero nuestras imágenes de Dios y en ocasiones nuestras experiencias eclesiales son diversas y ello afecta a la vivencia que tenemos del sacramento de la Reconciliación, y a la conciencia de pecado que cada uno tiene.

Escuchamos la Palabra de Dios
¿Cuál es el único límite a la gratuidad del perdón de Dios?

  • Siendo gratuito no hay límite por parte de Dios para el perdón, más bien la limitación procede de nuestra capacidad para asumirlo y actuar en consecuencia.

Volvemos sobre nuestra vida
¿Te sientes perdonado por Dios? Cuenta alguna experiencia
En nuestra comunidad ¿existe un espacio para la reconciliación?
¿Se promueve la acogida a los sencillos, a los pobres?
¿Somos en nuestra vida familiar, social, profesión, promotores del Per-dón y de la reconciliación?

  • Todos nosotros, cuando nos paramos a pensar sobre ello reconocemos múltiples situaciones, sensaciones o experiencias de vivirnos perdonados por Dios: Él nos acoge, acompaña y quiere como somos, con nuestros fallos, errores y pecados.
  • Nuestras comunidades son espacio de perdón y aceptación mutuos.
  • Hay momentos, como la Eucaristía o la celebración específica del sacramento en que se visibiliza precisamente eso.
  • Tenemos muchas dificultades para mostrarnos acogedores a los más débiles.
  • Intentamos «hacer las paces» muchas veces en nuestro trabajo, especialmente entre compañeros enfrentados.
  • Todos nos sentimos perdonados por Dios especialmente en la celebración del sacramento de la reconciliación. La experiencia de vivir el sacramento del perdón en comunidad, recibir el perdón de otro.
  • En general, sí somos promotores de la reconciliación, pero ésta depende de la otra parte también y eso a veces replantea la reconciliación.
  • Nos sentimos amados por Dios, más que perdonados. Sentimos que Alguien nos quiere, se compadece con nosotros, está de nuestro lado. Nos regocijamos en la alegría de sentirnos comprendidos y amados incondicionalmente. Y ese amor/perdón de Dios, lo reconocemos a través de signos que hemos compartido en el grupo, poniendo en común experiencias de reconciliación de las que hemos sido testigos: en nuestras familias (con los hijos, con nuestros mayores, en la vida de matrimonio o pareja); en el movimiento (poniendo nombre a sucedidos concretos que han ocurrido entre militantes, animadores, etc). Señalamos la acogida que en la JEC se ha hecho siempre a los diferentes, los excluidos académicos, los raros. Y también en la Iglesia, que siempre nos acoge, aunque en fases estemos más alejados de la vida sacramental (un padre comenta un caso relacionado con su “vuelta “ a la Parroquia con motivo de la catequesis de su hija, y su sensación de sentirse acogido y perdonado).
  • Constatamos que es cierto que existe la capacidad de perdonar, y nos hacemos conscientes del “Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”.
IIº Una comunidad con relaciones nuevas (Mat. 23, 1-12: “Todos vosotros sois hermanos”)

Miramos nuestra vida
¿Cómo son las relaciones en tu grupo y en el Movimiento de Profesionales, en tu parroquia, en la Iglesia?
¿Son de autoridad-sumisión o de igualdad y fraternidad?

  • Las relaciones fundamentalmente son de igualdad y fraternidad.
  • Nos sentimos Iglesia, incluso cuando comprobamos estar bajo el «dictado» del obispo de turno, porque nuestra realidad está jerarquizada.
  • En el grupo las relaciones son cercanas y cordiales, sin tener en cuenta lo que se aporta sino los procesos personales, nadie se siente evaluado o juzgado.
  • La parroquia se nos manifiesta como un lugar de acogida, de respeto a todos. No se busca en ella prestigio o poder. De hecho, el poder, si aparece, distorsiona el servicio que se pueda prestar.
  • En realidad no tenemos relación con las figuras de autoridad, simplemente una imagen de ellas.
  • A veces hay ciertas actitudes en nuestros dirigentes que responden más a criterios políticos que a estrictamente eclesiales o pastorales.
  • En la iglesia todavía hay mucho paternalismo.
  • En nuestro movimiento hay más propiamente dinamizadores que jefes.
  • Las relaciones en el grupo son buenas, fraternales pero a lo largo del tiempo ha habido tormentas duras; en el movimiento, también funcionan los órganos colectivos y las diferencias se resuelven mediante el diálogo y la decisión.
  • Para nosotros, es importante vivir la Iglesia como espacio de reconciliación. Deseamos entender y que sean aceptados todos los carismas. Con frecuencia nos resulta difícil aceptar la vivencia de la fe desde las formas y no desde el fondo. Entendemos que es importante respetar las trayectorias personales y/o de los Movimientos pero que no siempre es fácil. Reconciliación necesaria para no malgastar energías haciendo siempre hincapié en las diferencias. Reconciliación para ser capaz de respetar sin renunciar a nuestra identidad, ser capaz de expresar sin ofender.
  • Para estar en los espacios de reconciliación hay que arriesgar, evitar excusas para no complicarse la vida. Los cristianos constituidos como comunidad fraternal, sin pretensiones de ser la mejor, sino como comunidad que entiende que las relaciones con los demás tienen sentido desde el servicio. Una comunidad valiente en la denuncia de las injusticias externas e internas. Una comunidad ejemplarizante por su coherencia, por su amor sin límites (Mt. 5,43-48).
  • Anhelamos una Iglesia capaz de conocer sus periferias, capaz de rescatar para ellas su espíritu misionero, capaz de denunciar las injusticias que provocan sufrimiento, capaz de darse sin límites para que la desesperación por la justicia que no llega no arrastre una vez más a la sociedad a la increencia.
  • La fraternidad sólo se dará cuando exista una buena relación con Dios, mientras no la tengamos sólo seremos el hermano mayor del hijo pródigo, estaremos comparándonos, exigiendo que se me trate igual que o mejor que,… solo la relación con Dios permite ‘tolerar’ la oscuridad del otro, a menor relación con Dios mayor extrañamiento del otro. No podemos partir de la ingenuidad para construir la fraternidad eclesial, en la comunidad de Jesús estaba Judas, el pecado y la traición están en nosotros y en todos los miembros de la comunidad. Nosotros tampoco vivimos la fraternidad como la vivió Jesús.
  • Posibles tentaciones contra la fraternidad que se pueden dar en el movimiento:
  • Querer imponer ideas, celos, envidias,…
  • Anteponer el bienestar personal o grupal a la misión
  • Hipervaloración de la diversidad que pretende justificar que cada uno haga lo que le da la gana frente a la necesidad de caminar juntos,
  • Confundir la unidad con la uniformidad, que falsea la unidad, que determina que todos tengan que pasar por una responsabilidad, que todos tengan el mismo nivel de implicación en el movimiento, …. (EG nº 131)
  • No creer que podemos construir comunitariamente con otro que es diferente, opina distinto, tiene distinta sensibilidad…
  • Tenemos que construir una pedagogía de la fraternidad, que nos impida caer en dichas tentaciones y que nos aleje tanto de la uniformidad como de la diversidad excesiva, pues ambas solucionan en falso el problema.
  • Las relaciones en el grupo, el Movimiento, la Parroquia y la Iglesia son relaciones fraternas, en el sentido más amplio de la palabra, pues como toda relación humana familiar entre hermanos, no están exentas de dificultades puntuales.
  • En general a nivel de grupo y de Movimiento se perciben relaciones muy buenas, desde el respeto, la valoración mutua, el cariño, la sintonía, el acompañamiento, la libertad. Son relaciones que han ayudado a mejorar otras relaciones que teníamos problemáticas a nivel familiar o a nivel laboral. A nivel parroquial existe el deseo en muchos de nosotros de integrarnos más en la vida de parroquia de nuestros respectivos lugares de residencia, pero por distintos motivos ese es un reto todavía. Sin embargo valoramos la importancia de una vida de parroquia más plena, sobre todo de cara a la transmisión de la fe. En un ámbito más amplio (Iglesia), nuestras relaciones con el ámbito institucional son de aceptar la autoridad, pero sin sumisión, con independencia. Tienen madurez e implicación y nacen de la convicción y la valoración positiva de la eclesialidad. En ocasiones nos cuesta valorar la diferencia y nos situamos desde el prejuicio.

Escuchamos la Palabra de Dios
¿Cómo describe Jesús la actitud de los escribas y fariseos?
En contraposición leemos también cómo se presentó Jesús en Mateo 11,2 8-30.
¿Cómo son las relaciones que deben caracterizar a la comunidad cristiana?

  • Lo central es la fraternidad.
  • Reconocimiento de cada cual.
  • Se habla y se trata a la gente con libertad.
  • A veces aparece que se ha perdido a Cristo como centro, estamos centrados en la supervivencia.
  • Las acusaciones de fariseísmo recaerían hoy en día en la Iglesia.
  • Por suerte aquí, entre nosotros, no hay ambición, egoísmo, afán de notoriedad…
  • Falta todavía mucha autocrítica.
  • Fraternales, auténticas, verdaderas, ausencia de protagonismos, serviciales, fieles al reino (bienaventuranzas: pobres, pacíficas, ), etc
  • A algunos de nosotros nos preocupa singularmente el testimonio negativo que podemos suponer frente a los alejados, cuando observan que las distintas tendencias pastorales de la Iglesia suponen división real entre nosotros. Ese es un reto que, sinceramente, no sabemos cómo abordar. Tendría que ir en la línea del diálogo, el escuchar opiniones, la interpelación mutua, la corrección fraterna, tener presente que quien piensa de otro modo no es mi adversario y como dice el Papa no usar la religión a favor propio, huyendo de las envidias entre nosotros.

Volvemos sobre nuestra vida
¿Siguen siendo actuales las acusaciones que Jesús dirige a los fariseos en este texto? ¿Por qué?
¿Qué pasos dar y comprometer personalmente, como grupo, en el movimiento, en la parroquia, en la Iglesia, para llegar a ser una comunidad de “hermanos” y de “servidores”?

  • Acercarnos personalmente e implicarnos más en la parroquia, en la comunidad eclesial institucionalizada.
  • Tener más presencia en la vida diocesana.
  • Estamos faltos de implicación también en el movimiento.
  • Siguen siendo actuales porque corresponden a la naturaleza humana (aparentar, desvincularte, complejo de superioridad,…) y no al programa del reino.
  • Por un lado, evitar caer en las acusaciones que Jesús dirige a los fariseos y en las idolatrías tan comunes. Por otro, trabajar por el reino.
  • Busquemos la luz en el Evangelio, Jesús criticó con dureza la incoherencia entre palabra y practica (Mt. 23, 1-12 ). Recordemos también su vida, el tiempo dedicado a aliviar la vida de los demás (Mt. 15, 29-37). Jesús nos anima a no disociar la fe de la vida cotidiana, a edificar la propia existencia desde el mensaje evangélico (Mt. 7, 24-27).
 IIIº Las preguntas del amor (Mateo 25-31-46: “Cuanto hicisteis con uno de estos mis hermanos más pequeños…”)

Miramos a nuestra vida
¿Vamos por la vida con los ojos abiertos para descubrir las necesidades de los demás?
Comenta con el grupo una experiencia personal reciente.

  • Se comentan las experiencias, que van desde el diálogo con un inmigrante mediante una invitación a comer a interesarse por los compañeros de trabajo.
  • Alguno manifiesta la experiencia contraria: veo la necesidad, soy capaz de entender la situación, pero no paso a la acción y me enfado conmigo mismo.
  • Otros vamos corriendo por el mundo, no nos paramos, no vemos con continuidad a nadie.
  • Si, la apertura a los demás es la base de la caridad.
  • Una militante ayuda a una persona necesitada con un pasado desconocido sin juzgarla; otro ayuda a todos los que se presentan con problemas en las escuelas.
  • Realmente nosotros sí tenemos desarrollada una perspectiva de ir por la vida mirando las necesidades de los demás, aunque todavía tengamos mucho que mejorar en ese camino. Nuestro horizonte está en la línea de aquello de la “Mística con Ojos Abiertos“ de González Buelta, que a algunos nos apasiona.

Escuchamos la Palabra de Dios
¿Qué imagen de Jesús se nos ofrece en esta parábola?
¿Con qué criterio son separados los dos grupos que aparecen?
¿De qué se sorprenden los que son juzgados?
¿Cuál es la actitud que decide el destino de cada persona?

  • Jesús es el criterio de nuestra actuación, quien marca la pauta y no un juez que premia o castiga.
  • A veces actuamos esperando recompensa o evitando el castigo, lo cual es infantil.
  • Pierdo oportunidades de encontrarme con Jesús.
  • No cumpliendo siempre con el criterio, lo cierto es que el balance de veces que actúo es positivo.
  • Jesús es misericordioso, pero no es iluso o indefinido; en estos capítulos Jesús pone diversos ejemplos del criterio supremo del amor que definen su reino: asistir a quienes están en extrema necesidad (pobres, víctimas de la injusticia y la sociedad, pacíficos, perseguidos, mansos, etc.). Jesús es el juez encargado de verificar en nuestra vida el cumplimiento del criterio del amor a través de todos los gentiles de las bienaventuranzas.
  • Yo ni con el criterio del amor: quienes amaron a su prójimo a través de cualquiera de los criterios fijados en el párrafo anterior (asistir a pobres, pacíficos, mansos, perseguidos, etc.) son admitidos en el reino, mientras que quienes no satisfacen el criterio del amor son separados.
  • Los juzgados alegan una excusa muy común en todas las situaciones humanas muy presente en la vida social actual: la ignorancia de cuando han actuado mal o cuando han omitido hacer el bien. En suma, que no tienen responsabilidad sobre esas malas actuaciones, sobre esas comisiones de la caridad. Y sus palabras nos refrescan la memoria: cuando no lo hicisteis con el sediento, el hambriento, el perseguido, el pobre, etc.
  • La actitud abierta hacía el cumplimiento y la aplicación del mandamiento del amor con respecto a todos los Hermanos, pero especialmente con los más necesitados (otra vez, el pobre, el pacífico, el perseguido, etc.)
  • El Evangelio de Mateo (24-25) nos parece taxativo y claro: el criterio indudable es el amor, y la actitud que decide el destino final en la vida es el comportamiento que tengas con los demás. Esto es lo identitario de la religión cristiana, y nos parece que aun para los que no tienen fe, esta realidad de creencia desborda y puede llenar plenamente a la persona humana. En el texto, sorprende cómo los que son juzgados se sorprenden a su vez por la radical “humanización de Dios” descrita.

Volvemos a nuestra vida
¿Hemos experimentado alguna vez la exclusión y la marginación?
¿Qué colectivos forman hoy los hambrientos, los desnudos en nuestros barrios, en nuestra ciudad?
¿Cuáles son los desafíos más difíciles a los que nos enfrentamos en nuestro ambiente familiar, profesional, amistad?
¿Hasta qué punto veo en esas personas a Jesús?
¿Cómo puedo ponerme a su servicio tanto a nivel personal como colectivo?

  • No hemos experimentado en carne propia la marginación, ni siquiera en lo cercano. En todo caso, mi presencia es de «paracaidista» o «turista» en el mundo de la marginación.
  • Gitanos, inmigrantes, parados sin respaldo, drogadictos, enfermos, encarcelados, autónomos arruinados, desahuciados, mayores con pensiones bajas… son marginados y excluidos.
  • Descubrimos que incluso en esas circunstancias muchos son felices, a pesar de la exclusión, son solidarios entre ellos, son gente con esperanza, con dignidad para llevar su situación adelante.
  • Mirar a los excluidos, nos puede dar fuerza e inspiración.
  • Sí, aunque no seamos el prototipo de personas excluidas o marginadas, la exclusión y la marginación forman parte de las relaciones habituales sociales como expresión de la ausencia y compromiso con el mandamiento del amor que Jesús nos mandó.
  • Un militante: cuando era muy joven recién llegado Mallorca participé en un concurso para profesores para un puesto en una institución de la universidad; fui rechazado y el puesto lo asignaron otra persona… Cuando pregunté la razón por la cual se consideraba que la otra persona era más meritoria que yo, me contestaron que era mallorquín (la otra persona).
  • Hambrientos: los niños acuden a la escuela sin haber tomado ningún desayuno; desnudos: el 37 por ciento de adolescentes que no completan siquiera la educación secundaria obligatoria y se consideran analfabetos funcionales para desarrollarse en la sociedad actual.
  • Entiendo que los desafíos se refieren al cumplimiento o el mandamiento del amor que es el núcleo, el mensaje de estos comentarios.
  • Ambiente familiar: el tedio o el aburrimiento en las relaciones que nos lleven a la ceguera de no ver o no percibir las necesidades de los más próximos.
  • Ambiente profesional: admitir sustituir la competencia, la envidia, la maledicencia, la crítica mordaz, etc. Por la aceptación amorosa de los defectos propios y de los defectos de los demás.
  • Amistad: caer en la inercia de pensar que los amigos, por serlo, no tienen necesidades o problemas por el hecho de que no nos los manifiesten, y no estemos suficientemente atentos y abiertos para percibirlos sin necesidad de petición explícita de ayuda.
  • Según el mandamiento de Jesús debemos ver en esas personas a Jesús y seguramente en nuestra intención en abstracto es esa: reconocer a Jesús en esas personas; sin embargo, a veces no los vemos así por nuestras propias limitaciones, por el pecado de la soberbia, por la carencia de una apertura activa a percibir las necesidades de los demás, etc. Y tantas otras limitaciones que nos impone nuestra propia vida diaria para dedicarnos a menesteres urgentes aunque no tan importantes.
  • Con la máxima delicadeza para evitar hacer sentir al prójimo que nuestra ayuda o servicio está motivado por un defecto o a una carencia suya, en lugar de por una decisión gratuita nuestra de ayudar.
  • Muchos de nosotros necesitamos un acercamiento más real (y no sólo intelectual) a las personas que sufren realidades de exclusión y marginación. Es verdad que todos hemos sufrido en algún momento esta experiencia, y en el grupo hemos compartido hechos concretos muy personales. También hemos hecho un esfuerzo por identificar los “hambrientos y desnudos” de nuestra ciudad, poniendo cara y nombre a casos cercanos que conocemos a través de personas que cuidan de nuestras casas, nuestros mayores o nuestros hijos, y de colectivos de jóvenes universitarios en paro o precariedad laboral máxima, que pertenecen al ámbito laboral de varios de nosotros, alumnos en situación de desestructuración familiar, etc.
  • Los desafíos que se presentan son difíciles de asumir. Tenemos actitud de ponernos a su servicio tanto a nivel personal como colectivo, pero no hemos llegado a compartir compromisos concretos entre los miembros del grupo.